Israel, frente al riesgo de un “tsunami perfecto” por sus múltiples frentes en Medio Oriente
El gobierno de Netanyahu tiene conflictos con Hamas, Hezbollah, Sira e Irak, Irán y los hutíes de Yemen, y las “calles árabes” muy indignadas con el Estado judío
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PARÍS.- “Temor a una escalada”, “miedo a una guerra regional”, “respuesta sin precedentes”… Los medios escribieron esas palabras decenas de veces desde el 7 de octubre, tras los sangrientos ataques terroristas de Hamas en Israel. Con los meses, se podría pensar que incluso hasta perdieron sentido. Sin embargo, después de las muertes de Ismail Haniyeh, líder del movimiento radical palestino; de Mohammed Deif, jefe de su brazo militar, y de Fuad Shukar, responsable militar del grupo libanés Hezbollah, es difícil calificar de otra manera lo que se prepara.
En todo caso, Israel vive la inminencia de uno de esos llamados “tsunamis perfectos”, el primero de su existencia. Y su factor desencadenante fue, obviamente, el pogrom perpetrado por Hamas el 7 de octubre pasado. A partir de entonces, la situación asumió dimensión regional e internacional. Desde el día siguiente, en efecto, ese país se ve confrontado a varios frentes: al sur, con Hamas; al norte, con Hezbollah; al este, en Cisjordania, con una Intifada que aún no dice su nombre; en Siria y en Irak, con una miríada de grupos terroristas; un poco más lejos con los hutíes de Yemen; como también a Irán, patrón de todos los anteriores.
Este último frente merece una mención especial. Porque, por primera vez, Irán no se contentó con hacer la guerra a Israel a través de otras milicias (proxies), sino que, el 13 de abril, en reacción a la eliminación del general de los Guardianes de la Revolución que comandaba en Siria y el Líbano, lanzó un asalto contra territorio israelí a partir de su propio territorio.
“El fracaso del ataque y la respuesta muy medida de las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] no deberían ocultar el significado de este episodio: se trata de un cambio de escala, cargado de amenazas. Si bien los beligerantes intentan frenar la guerra, las escaladas militares tienen su propia lógica”, advierte el coronel Michel Goya, historiador y especialista de conflictos armados.
De este modo, la guerra de Gaza se propaga, en círculos concéntricos, a los territorios palestinos, los países limítrofes de Medio Oriente y más allá, a la geopolítica planetaria. Como la guerra de Ucrania, se trata de una cuestión mundial.
Frente a la coalición dirigida por Teherán, se oponen Israel y su principal aliado, Estados Unidos. Entre ambos se extiende lo que se podría describir como una suerte de pantano, de contornos imprecisos, cuyo posicionamiento con respecto al conflicto de Gaza y sus ramificaciones dependen de cantidad de consideraciones, incluso contradictorias.
“Mientras uno más se acerca del epicentro, más fuerte se sienten los temblores del conflicto”, analiza Gilles Keppel, especialista de Medio Oriente.
Los más afectados son los vecinos de Israel, que constituyen el segundo círculo: Siria, Estado desmembrado y quebrado cuyo territorio sirve desde hace mucho como campo de batalla entre Israel e Irán; el Líbano, cuyo sur está en guerra abierta, y tiembla de verla extenderse al conjunto de su territorio; Egipto, que teme una llegada masiva de gazatíes al Sinaí; y Jordania, donde la mayoría de la población es palestina y que, por eso, se ve amenazada de desestabilización. Estos dos últimos países, como otras naciones sunnitas de la región, son hostiles a Hamas y alineados con Washington.
“Aquellos que ya firmaron acuerdos de paz con Israel no tienen intenciones de denunciarlos. Mejor aún, Arabia Saudita, que estaba a punto de hacerlo antes de la guerra, no renunció a la normalización con el Estado judío aunque, por el momento, la condiciona a la solución del problema palestino o, al menos, al inicio de un proceso en ese sentido”, analiza Keppel.
Queda claro entonces: con excepción de Irán, todos los enemigos de Israel son milicias religiosas. Pero los gobiernos de la región son sensibles a una “calle árabe” muy indignada con Israel.
Viejo antiamericanismo
El tercer círculo está constituido por potencias que pertenecen al mal llamado “sur global”, entidad confusa y fluctuante, animada por un viejo antiamericanismo tercermundista, y donde Israel aparece como un puesto de avanzada de Occidente.
“En esa nebulosa se encuentran dos potencias revisionistas, Rusia y China -poco famosas por su tolerancia con sus propias poblaciones musulmanas-, a quienes Gaza ofrece una ocasión dorada para denunciar a Estados Unidos. Por el momento, en todo caso, Hamas perdió su apuesta estratégica de arrastrar a sus aliados, incluso al conjunto del mundo musulmán, al ‘diluvio’ final contra la ‘entidad sionista’, de inspiración mesiánica, que caracterizó su asalto del 7 de octubre”, analiza Patrick Martin-Genier, especialista de Relaciones Internacionales.
Pero, ¿cómo terminó formándose ese “tsunami perfecto” que amenaza a Israel? Simplificando mucho una tumultuosa historia de tres cuartos de siglo, se podría decir que fueron varios actos de una tragedia de la cual se puede adivinar el fin, aunque se ignore cómo será.
El primero fue la guerra victoriosa de los Seis Días, en junio de 1967, con la recuperación milagrosa de Hebrón, Beit El, Samaria, Belén, Jerusalén y su Templo… sitios privilegiados por la antigua memoria judía, pero que las vicisitudes de la historia reciente habían negado al flamante Estado israelita. Recuperar esos sitios sagrados constituyó un shock psicológico y espiritual monumental, que pasó ampliamente inadvertido.
El filósofo Yeshayahou Leibowitz fue uno de los pocos que entendieron el potencial destructivo de la ocupación por el ocupante. Incluso Moshé Dayan, soldado poco amante del sentimentalismo religioso, se había negado a ocupar la Ciudad Vieja de Jerusalén al argumentar “¿para qué necesitamos ese Vaticano?”, antes de ceder ante el fervor popular.
¿Había forma de escapar al encadenamiento fatal que siguió? ¿Era posible colocar esos territorios bajo ocupación militar, como lo autorizaba el derecho internacional, prohibiendo toda implantación civil? En todo caso, nada consiguió acallar la expresión cada vez más potente del irredentismo religioso. Porque la conquista militar abrió las puertas de la política israelí a un actor hasta ese momento irrelevante en la historia del movimiento nacional judío: el sionismo mesiánico.
“Poco a poco, el mundo vio la presencia cada vez más importante del partido de los colonos israelíes y de sus apoyos, por un lado, y la ‘radicalización islamista’ del movimiento nacional palestino por el otro”, analiza Keppel.
Hamas, acrónimo de Movimiento de la Resistencia Islámica, nació en 1988, durante la primera Intifada. Pero Hamas no es un movimiento de liberación como otros. Es un movimiento religioso que no pretende crear un Estado-nación palestino junto al Estado de Israel, sino un Estado regido por la sharia, la ley musulmana, que remplazará al Estado de Israel.
“Fundamentalistas de ambos lados de la barricada comparten la misma concepción del país como tierra santa e inalienable. Así comenzó el trabajo de transformación de un conflicto nacional en una guerra de religión, que no hizo más que acelerarse”, señala el geopolitólogo Frédéric Encel.
En 1996, Benjamin Netanyahu obtuvo su primer mandato de primer ministro israelí. Nacionalista secular, se serviría, sin embargo, de los sectores religiosos para mantenerse en el poder. Estos, a su vez, se servirán de él para enterrar, desde entonces, toda posibilidad de paz.
En momentos en que la guerra de Gaza está por entrar en su undécimo mes, nadie ve la salida. Incluso muchos se preguntan cómo hará para salir airoso de todos los peligros que lo acechan. Un ejército que siempre derrotó coaliciones poderosas en un puñado de días, sigue siendo incapaz de terminar con una milicia terrorista. Se trataba de destruir Hamas, recuperar los rehenes y permitir a decenas de miles de evacuados de las localidades martirizadas de regresar a sus casas, pero la ‘victoria total’ que promete desde el primer día el primer ministro parece ilusoria. “Solo propaganda”, se animó a decir en la televisión pública un vocero del Ejército.
Según la mayoría de los especialistas, destruir Hamas solo será posible si se organiza una solución realista de remplazo.
Ese remplazo “no sería otro que la Autoridad Nacional Palestina apoyada por una coalición árabe, con la cooperación de Estados Unidos y Europa. El problema es que es precisamente esa coalición que, tanto Netanyahu como su alianza de extremistas mesiánicos, intentan torpedear desde el primer día”, dice Frédéric Encel.
Los asesinatos de Haniyeh, Deif y Shukar, y las promesas de venganza de los responsables chiitas, dejan en claro, en todo caso, que dicha solución no es para mañana.
A juicio de Encel, “este episodio demuestra la decisión, tanto de Netanyahu como del régimen de Teherán y de sus milicias, de hacer oídos sordos a los llamados de Estados Unidos y de Europa de poner fin al actual círculo feroz de violencia”.
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