La capacidad de diversión de la monarca británica fue elogiada como una de sus características más destacadas, que la ayudaron a llevar adelante su reinado desde tan temprana edad
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La vida y reinado de la monarca británica Isabel II -que este jueves cumple 96 años- fueron rodeados de gran solemnidad y seriedad, pero hay un elemento que frecuentemente se pasó por alto: su sentido del humor. “El reírse de las cosas fue una técnica de supervivencia importante”, comenta el historiador real Robert Lacey.
Señala que un muy desarrollado “sentido del absurdo” de la reina fue una válvula de escape vital en una vida pública tan estrictamente coreografiada, en la que frecuentemente debe mantener una cara impávida. “Obviamente toma sus labores con seriedad, pero, al mismo tiempo, eso no le impide tener un sentido de lo ridículo”, dice Lacey.
El príncipe Harry -el duque de Sussex- destacó durante una visita relámpago a Reino Unido que la mejor cualidad de su abuela era un “gran sentido de humor”.
Buena imitadora
El historiador y autor Sir Anthony Seldon explica: “Una característica que la define es que no se toma a sí misma con demasiada seriedad. Eso contribuyó significativamente al éxito de su reinado”. Dice que la reina -que en dos meses celebrará 70 años en el trono- no tiene nada de la “obsesión narcisista” que él define como la “enfermedad de la época”.
“Hay una ausencia de pomposidad, una cierta irreverencia”, añade. “Es capaz de reírse ante la adversidad y seguir adelante”. En privado, se dice que la reina es un gran imitadora, según Lacey, que es un asesor histórico en la popular serie de Netflix The Crown.
El rumor es que, en particular, hace una buena imitación del antiguo mandatario ruso Boris Yeltsin, según Karen Dolby, autora de The Wicked Wit of Queen Elizabeth II (El saleroso ingenio de la reina Isabel II). Además, imita a otros políticos, clérigos y personajes de la TV. Lacey describe el humor de la reina como frecuentemente “autocrítico y levemente burlón de sí misma”.
Pone el ejemplo de un político que pasó la vergüenza de que le sonara su teléfono móvil durante una conversación privada con la reina. Después de que apagara el teléfono, la reina expresó: “Espero que no haya sido alguien importante”.
Ironía
La anécdota que especialmente le gusta a Karen Dolby es cuando la reina se topó accidentalmente con unos turistas estadounidenses cuando salió a caminar un día lluvioso cerca de su residencia escocesa de Balmoral en compañía de un escolta. Al no reconocer a la dama envuelta en su impermeable, los turistas le preguntaron si alguna vez había conocido a la reina.
“No”, respondió, y señalando a su escolta añadió: “Pero él, sí”. En otra salida en privado, cuando estaba de compras en el condado de Norfolk, uno de los vendedores le comentó: “Usted se parece exactamente a la reina”. A lo que la monarca apuntó: “Qué tranquilizador”.
Hay diferentes versiones de estas historias, pero todas comparten una calidad irónica y sutil, con un toque de filo enigmático.
Capacidad de diversión
El humor también es una manera útil de romper el hielo y desactivar la tensión que se crea cuando hay personas nerviosas alrededor. “Puede darse cuenta rápidamente cuando la gente no está relajada”, indica Anthony Seldon.
“Su capacidad de divertirse y de ver el lado gracioso de la vida le ayuda a mantener contacto con la gente”. Y en ese sentido, la reina conoció a muchos cómicos, incluyendo el legendario comediante británico Tommy Cooper, que una vez, recuerda Dolby, le preguntó a la monarca si le gustaba el fútbol.
La reina admitió que no estaba particularmente interesada en ese deporte y Cooper le respondió: “En ese caso, ¿me podría regalar sus entradas a la final de la Copa FA?”
En términos de los programas cómicos de televisión que le gustan, entre sus favoritos está The Kumars at No. 42, que cuenta la historia de una familia británica de origen indio que apoya el deseo del hijo de ser presentador de televisión y le construyen un estudio en el jardín.
La serie fue creada por la BBC y luego continuó en el canal Sky, para un total de siete temporadas al aire. Entre sus presentadores preferidos, se menciona el desaparecido Terry Wogan de la BBC, que fue descrito tan confortable como una chaqueta vieja.
Alivio compartido
La reina pasó toda una vida bajo escrutinio, el constante foco de atención durante ceremonias de alto perfil. En esas situaciones de tanta tensión, la risa es una enormemente importante reacción, según Audrey Tang, de la Asociación Psicológica Británica.
“Es ese gesto de alivio compartido”, afirma. La risa hace que las personas se sientan físicamente mejor y que se relajen, indica la psicóloga. También crea una “experiencia de unión afectiva” y se comenta que la reina y el príncipe Felipe -su recién fallecido esposo- compartían la gran capacidad de reír juntos.
Pero eso también puede representar complicaciones. Reír en privado después de un evento está bien, pero todos pasamos por esa agonizante sensación de un ataque de risa en el momento menos indicado. Esas “emociones incongruentes” pueden ser una respuesta natural e involuntaria cuando alguien se siente abrumado o para aliviar el estrés del momento, explica la doctora Tang.
Dolby describe el momento cuando la reina pareció estar reprimiendo un ataque de risa durante una ceremonia formal de firma, después de que el primer ministro de Canadá, Jean Chretien, rompiera la punta de su estilógrafo y dejara escapar un improperio. “Le gusta lo absurdo y cuando las cosas salen mal, es más probable que le causen gracia que enfado”, expresa Seldon.
El fotógrafo Chris Young captó la imagen de la reina se dejó llevar por las risas cuando un enjambre de abejas interrumpió una revista militar en el Castillo de Windsor, en 2003. “Reconocí que era un momento humano”, comentó Young. Y agregó: “Estaba riéndose como una niña pequeña”.
Carlos, el Príncipe de Gales y su esposa Camilla, la duquesa de Cornualles, también fueron filmados perdiendo la batalla contra un ataque de risa, durante una presentación de un canto gutural indígena en Canadá. En su mensaje anual navideño de 1991, la reina compartió sus pensamientos al respecto del tema. “No nos tomemos demasiado en serio”, dijo y concluyó: “Ninguno de nosotros tenemos el monopolio de la sabiduría”.
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