Irán cobra peso en la contraofensiva contra los jihadistas
Su poderosa influencia en algunas zonas de Irak se hizo más visible en los últimos días
AWJA, Irak.- A lo largo de las fértiles llanuras de la región que las tropas de ocupación norteamericana solían llamar "el triángulo sunnita", en los postes de alumbrado y torres de vigilancia flamea la bandera de la organización Badr, la milicia chiita tan odiada y temida desde hace mucho tiempo por los sunnitas iraquíes.
La ruta entre Bagdad y Tikrit está jalonada de puestos de control, muchos de ellos empapelados con afiches del líder supremo de Irán y otras personalidades chiitas. Hacia el Norte, se extienden hasta Awja, aldea natal de Saddam Hussein, en las afueras de Tikrit, a plena vista de los mastodónticos palacios del ex líder que supo reprimir sin piedad a la disidencia chiita.
En los últimos días, con el despliegue de la contraofensiva contra los militantes de Estado Islámico (EI) en los alrededores de Tikrit, la poderosa influencia de Irán en Irak se hizo más visible que nunca. Aquí, las milicias apoyadas por Irán se pusieron a la cabeza del combate contra EI. Los altos líderes iraníes ayudaron abiertamente a dirigir la batalla, y los funcionarios norteamericanos dicen que también están participando las fuerzas de la Guardia Revolucionaria de Irán.
Los funcionarios de Irak tampoco ocultaron el rol que están desempeñando las milicias iraníes. Se muestran confiados en sus habilidades de combate y declaran que el modo en que se libra la lucha es decisión de Irak, mientras que los líderes de las milicias critican a Estados Unidos por sus presiones para que el combate sea llevado adelante por fuerzas regulares.
Tanto los líderes de las milicias como los de las fuerzas regulares señalan que no hay distinciones entre ellos y que las milicias son fuerzas legítimas que responden a la cadena de mando del gobierno.
En opinión de algunos iraquíes, el que brilló por su ausencia en este enfrentamiento es Estados Unidos, cuyos ataques aéreos ayudaron a hacer retroceder a EI en los primeros enfrentamientos, pero que no hizo sentir su peso en esta nueva y crucial batalla.
Anteayer, Mohammed al-Samarrai, un miliciano de 28 años, se detuvo junto a una mezquita en ruinas de la aldea de Muatassim, al sudeste de la ciudad de Samarra, que él y sus camaradas habían recuperado de manos de EI ese día. Al ver a un periodista norteamericano, se le iluminó la cara y dijo estar encantado de ver norteamericanos en el lugar, ya que su hermano había trabajado como intérprete de las tropas de ocupación y ahora vive en el estado de Virginia.
Mohammed dijo no entender por qué Estados Unidos no hace sentir todo su peso para apoyar a Irak en la lucha contra EI.
"Tras la caída de Saddam, la política de Estados Unidos fue ayudar al pueblo de Irak -dijo-. Entonces, ¿por qué ahora están ayudando al mismo enemigo que solía matar a los soldados norteamericanos? Tendrían que acordarse de los soldados norteamericanos asesinados por Al-Qaeda."
Los funcionarios dicen que unos 5000 sunnitas locales se unieron a la contraofensiva para recuperar Tikrit. Pero el comandante de artillería Al-Jabri y otros líderes de las milicias dicen que su principal función no fue combatir, sino suministrar información de inteligencia y hacer de guías de los combatientes de las milicias, que en su mayoría no conocen la región, ya que provienen de Bagdad y el sur de Irak.
Aunque los líderes de las milicias se declaran parte del Estado de Irak, la identidad chiita de las fuerzas combinadas que marchan sobre Tikrit era evidente, y avanzan sobre una región conocida por ser un bastión sunnita.
En los cuarteles generales de la organización Badr en Bagdad, mientras desayunaban pan de pita ensopado en tahine, los combatientes se abrazaron con los clérigos que estaban de visita y relataron sus misiones a Siria para defender el santuario de Sayeda Zeinab, lugar sagrado de los chiitas.
Los combatientes manifestaron su entusiasmo tanto en términos religiosos como patrióticos. Muchos dijeron haber abandonado sus empleos para ser voluntarios en las milicias, después del llamado a unirse a la lucha que hizo el gran ayatollah Ali al-Sistani, la más alta autoridad religiosa chiita de Irak.
Traducción de Jaime Arrambide
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