Inundaciones fatales: miedo, alertas y un largo regreso a casa entre los argentinos en Nueva York
Por lluvias intensas producto del huracán Ida, el estado declaró ayer estado de emergencia y recomendó a los ciudadanos no salir de sus casas; cómo está hoy la ciudad
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“Es insólito. Ayer se inundó todo y ahora hay un sol que raja la tierra”, dice a LA NACION Julieta Dapero, una joven argentina que vive en Nueva York, horas después de las inundaciones provocadas por el remanente del huracán Ida, que tocó tierra el domingo en el estado sureste de Luisiana y, desde ahí, avanzó hacia el norte de Estados Unidos, dejando un saldo de al menos 20 muertos en los alrededores de la Gran Manzana.
Hoy, según relata desde su casa del barrio Hell’s Kitchen, en Manhattan, a través de la ventana ya ve autos circular con normalidad, sin agua acumulada en las calles. Una imagen absolutamente distinta a las que se vivieron anoche en toda la ciudad. Sin embargo, por precaución, Dapero sigue sin salir de su casa.
“Empezó a llover a eso de las 17, cada vez más fuerte, y para la medianoche seguía lloviendo. No salí desde entonces. Yo trabajo remoto, pero a muchos conocidos que suelen ir a la oficina, sus jefes les ordenaron quedarse en sus casas”, detalla la abogada de 30 años, que viajó a Estados Unidos a cursar un máster en la Universidad de Nueva York y se quedó allí tras ser contratada por un banco local.
Ayer, la empresa que gestiona la electricidad de su domicilio le advirtió a Dapero que podía sufrir cortes de servicio producto de la tormenta, como ocurrió en algunas zonas de la isla, pero afortunadamente no tuvo inconvenientes. Algunos de sus amigos no corrieron la misma suerte. “Tengo amigos a quienes se les inundó la casa, y otros que se encontraban en el US Open cuando empezaron a lloverse los estadios techados”, relató.
Luna Azubel es una de las personas cuya casa se vio afectada por el vendaval y las lluvias. “Estuvimos sacando agua del sótano hasta las tres de la mañana”, comenta la argentina de 22 años, que viajó a Nueva York en junio para trabajar en un campamento de verano y regresará a Buenos Aires este mes. “Empezó a salir agua por el lavarropas y se inundó todo el subsuelo de la casa, donde está el playroom. En todas las casas del barrio pasó lo mismo”, agrega.
La tormenta está fuerte 😉
— Match Tenis (@MatchTenis) September 2, 2021
El duelo entre Schwartzman y Anderson debió ser detenido porque el agua ingresó al estadio 🌧⛈#USOPEN pic.twitter.com/QQXT358Xpr
Azubel vive en la zona de Prospect Park, en Brooklyn, junto a dos amigos, con quienes cuida la casa de una familia que se fue de vacaciones. Cuando empezó a llover, estaba con ellos en un bar de Manhattan, a media hora en subte del lugar en donde residen.
Pero los 30 minutos de viaje de regreso se transformaron en dos horas. “Los subtes cerraron y los taxis no frenaban. Tuvimos que volver caminando bajo la lluvia; vimos agua salir de donde sea”, cuenta la joven, licenciada en dirección de fotografía, y hace referencia a las imágenes que se difundieron por las redes sociales en las que se ve el agua caer, de manera agresiva, en las bocas de las estaciones de subte. “Fue una lluvia muy, muy fuerte, para la cual la ciudad no estaba preparada”, afirma.
Como ella, otros cientos de estadounidenses y turistas caminaban por las calles de Nueva York en busca de refugio contra la lluvia: “La calle estaba llena de gente y de autos, pero me sorprendió que todos se manejaban con tranquilidad”.
Azubel ahora aprovecha el inesperado día de sol para secar todo lo que la lluvia mojó. “Todavía no salí. Estamos aún secando parte de la casa, las toallas que usamos para frenar el agua y las alfombras que se empaparon”, cuenta, y concluye: “Ya las líneas de subte funcionan con normalidad. Fue abrupto. Ahora hay un sol de verano y hace un calor tremendo”.
De vacaciones
Micaela Zayas y su familia están de vacaciones en Nueva York. Ayer, la intensa lluvia les aguó los planes, pero hoy ya recorren el centro de Manhattan sin problemas, aunque advierten poca circulación de gente.
Ayer, tuvieron que suspender su paseo por el Central Park ni bien se desató la lluvia. “Llevábamos caminados unos cuatro kilómetros dentro del parque cuando empezó a llover. Tuvimos que volver al hotel en un taxi y, al instante, nos empezaron a llegar alarmas al teléfono del Servicio Nacional de Meteorología notificaciones para que no saliéramos de ahí”, cuenta Zayas, de 23 años.
En la pantalla del celular de Zayas, la agencia meteorológica estatal advertía: “Esta es una situación peligrosa y amenaza la vida. No intente viajar a menos que sea para abandonar un área propensa a inundarse o bajo una orden de desalojo”. Luego, dejó de recibir alertas porque se cortó el wi-fi y el cable de su habitación.
“Estábamos asustados. El viento era muy fuerte y veíamos paraguas tirados en el medio de la avenida 40, sobre la cual estamos alojados; no servían de nada porque se volaban”, concluye la argentina, quien recién se enteró de las consecuencias del desastre climático esta mañana, al despertarse.
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