Intrigas vaticanas: el papa Francisco pidió a la curia dejar de vivir en conflicto
ROMA.- "Sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino. El camino siempre tiene que ver con verbos de movimiento. La crisis es movimiento, es parte del camino. El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es solo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal".
Fue el pedido que le hizo hoy el papa Francisco a todos los miembros de la Curia romana, en su tradicional discurso para los augurios de Navidad, en el que advirtió que "el primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto".
A diferencia de años anteriores en los que enumeró enfermedades, remedios y resistencias, en esta ocasión el discurso ante cardenales, obispos y monseñores, fue más filosófico. Y se centró en la distinción entre "crisis", un fenómeno positivo y una ocasión de conversión y el "conflicto", algo negativo y, como dejó entender, más que presente en la curia romana y en toda la Iglesia.
"La lógica del conflicto siempre busca ‘culpables’ a quienes estigmatizar y despreciar y ‘justos’ a quienes justificar, para introducir la conciencia -muchas veces mágica- de que esta o aquella situación no nos pertenece. Esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de ‘grupos cerrados’ que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión", advirtió.
"Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto -derecha e izquierda, progresista y tradicionalista-, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza", agregó. "La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores. En efecto, de esta manera difundirá temor, se hará más rígida, menos sinodal, e impondrá una lógica uniforme y uniformadora, tan alejada de la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia", afirmó.
Lo escuchaban en silencio un centenar de altos prelados, todos con barbijo, convocados esta vez en el Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico y no en la Sala Clementina, como suele ocurrir, por un tema de mayor espacio y para que se pudiera respetar el distanciamiento social.
El discurso del Papa –el octavo de su pontificado- tuvo lugar mientras la administración central de la Iglesia espera que el año próximo concluya una profunda reforma de la estructura curial, con una nueva Constitución Apostólica y en un año marcado a fuego por intrigas, internas y un escándalo que sacudió especialmente la Secretaría de Estado debido a la malversación de millones de euros de un fondo reservado. Este determinó la defenestración de un alto prelado hasta hace poco considerado intocable y excolaborador estrecho de Francisco, el cardenal Angelo Becciu, que se encuentra bajo la lupa de la justicia del Vaticano.
"La crisis es un fenómeno que afecta a todo y a todos. Está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión", dijo el Papa. "Es una etapa obligatoria en la historia personal y social. Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar", añadió.
Luego de explicar que en la Biblia hay diversos personajes "en crisis" -Abraham, Moisés, Elías, Juan el Bautista, Pablo y Jesús, la "crisis más elocuente"-, Francisco advirtió del peligro de "juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy". "Con qué frecuencia incluso nuestros análisis eclesiales parecen historias sin esperanza. Una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista", indicó.
En este marco, subrayó que "aquí en la Curia hay muchos que dan testimonio con su trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto". "Nuestra época también tiene sus problemas, pero también tiene el testimonio vivo del hecho de que el Señor no ha abandonado a su pueblo, con la única diferencia de que los problemas aparecen inmediatamente en los periódicos, en cambio los signos de esperanza son noticia solo después de mucho tiempo, y no siempre", lamentó.
Destacó luego la importancia de ver la crisis actual eclesial a la luz del Evangelio, advirtiendo de que quien no hace esto "se limita a hacer la autopsia de un cadáver" y de no confundir crisis con conflicto. "La crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes", explicó.
Finalmente, recordó que de cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación. "Pero si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo; debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica", advirtió.
Llamó entonces a todos a dejarse guiar por el Espíritu Santo para descubrir la voluntad de Dios para la Iglesia, a no cansarse de rezar "siempre" y a dejar de vivir en conflicto.
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