Instinto o ciencia: el choque de estilos que mantienen Donald Trump y Joe Biden
WASHINGTON.– Donald Trump se bajó del avión presidencial, y caminó hacia el escenario aplaudiendo a su gente mientras sonaba la canción "Dios bendiga a Estados Unidos". Miles de personas lo recibieron con una ovación, agitando cárteles de campaña al aire. "¡Gracias! ¡Gracias!", los saludó Trump, después de ir y venir un rato alrededor del atril, mirando sonriente a la multitud. Era su primer acto bajo techo, en una fábrica en Henderson, Nevada, desde fines de junio, y muchísimas personas lo escucharon a cara descubierta, como si no existiera la pandemia.
"Estoy encantado de estar aquí con ustedes en Henderson. ¡Miles de grandes patriotas estadounidenses leales y trabajadores! Y en 51 días, vamos a ganar Nevada, y vamos a ganar cuatro años más en la Casa Blanca. Y después de que ganemos cuatro años más, pediremos tal vez otros cuatro más", arrancó Trump.
Un día después, su rival demócrata, Joe Biden, dio un discurso sobre cambio climático y los incendios en California cerca de su casa en Wilmington, Delaware, al aire libre. No hubo música, carteles ni público, más allá de algunos integrantes de su equipo de campaña y de los periodistas que lo siguen, sentados lejos uno de otro para cumplir con la distancia social.
"Buenas tardes. Bienvenidos al Museo de Historia Natural", arrancó Biden. "Como nación, enfrentamos uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, en mi opinión. Cuatro crisis históricas al mismo tiempo", siguió el demócrata, y mencionó la pandemia, la "peor crisis económica desde la Gran Depresión", las protestas contra el racismo y el cambio climático.
La campaña presidencial de Estados Unidos ofrece un choque de estilos jamás visto. Uno sigue a su instinto; el otro, a la ciencia. Mientras Trump ignora la pandemia y busca encender a su base con un relato alejado de la realidad y una maratón de actos de campaña, Biden se aferra a las recomendaciones de los expertos y al perfil bajo, y participa de encuentros con muy poca gente o da discursos ante la prensa para hablar de los problemas del país con un tono y un estilo más cercano al de un presidente tradicional que al de un político en busca de votos.
Ambas campañas han puesto el estilo de sus candidatos –y de sus contrincantes– en primer plano. Biden busca mostrarse como un líder que brinda señales nítidas, sesudas y firmes, y ha defenestrado a Trump por sus mentiras, sus fallas al timón del país y sus guiños a supremacistas. Trump ha tildado a Biden de débil, senil, un títere de la izquierda radical incapaz de soportar el rigor de la presidencia. Lo bautizó "Soporífero", y ataca todo el tiempo su bajo perfil. Cada vez que puede, Trump lo acusa de esconderse en el sótano de su casa, donde Biden grabó entrevistas, discursos y se reunió virtualmente con votantes y políticos durante los meses de confinamiento. Y la campaña de Trump no se cansa de hablar de la "brecha de entusiasmo".
"Los demócratas están tratando de evitar que el presidente Trump hable con los votantes porque saben que el entusiasmo por su campaña no puede ser igualado por Joe Biden, un candidato históricamente débil controlado por la izquierda radical que podría armar un evento de campaña en un armario de escobas", lo atacó Tim Murtaugh, director de comunicaciones de la campaña de Trump, luego de las críticas al magnate por el multitudinario acto en Nevada, que le valió una multa a la fábrica de US$ 3000.
La pandemia es la madre de los contrastes. Biden promete escuchar a los expertos del gobierno. Trump los contradice en público. Biden usa barbijo, y ha dicho que si llega a la presidencia presionará para que sea obligatorio en todo el país. Trump solo se mostró una vez con un tapabocas, durante una visita a un hospital y sigue enviando mensajes contradictorios sobre su conveniencia –sus votantes reniegan de usarlo–, a pesar de que los expertos en salud y su propio gobierno han dicho que es la mejor defensa contra el virus.
"Hay personas que creen que las máscaras no son buenas", dijo Trump esta semana, durante un encuentro con votantes organizado por la cadena ABC. Cuando le preguntaron quiénes, Trump respondió: "Mozos". Al día siguiente, su vocera, Kayleigh McEnany, al responder preguntas en la Casa Blanca acerca de por qué Trump continuaba poniendo en duda el uso del barbijo, dijo que podían tener "consecuencias indeseadas".
Paradójicamente, demócratas y republicanos creen que el estilo de cada candidato es una de sus principales fortalezas, pero, también, que puede llegar a perjudicarlos.
Trump ha forjado un idilio con su coalición de votantes que descansa, sobre todo, en su estilo. Sus seguidores creen que Trump "dice las cosas como son" –pese a que miente o tuerce la realidad a diario–, es exitoso y frontal, y suelen elogiarle que haya roto con todos los manuales y protocolos de la presidencia y la política. Pero entre los republicanos muchos temen que esa personalidad, potenciada durante los últimos años por su exposición como presidente, y su apego a Twitter y al alto perfil, haya terminado de espantar por un buen rato a los republicanos más moderados y tradicionalistas.
Biden apuesta al hartazgo de buena parte de Estados Unidos con el perfil del presidente, y a mostrarse como la antítesis: un político tradicional, forjado en el establishment de Washington, capaz de tejer consensos y unir al país después de cuatro años de grieta profunda.
Pero entre los demócratas sobrevuela un temor: que ese perfil bajo y la falta de entusiasmo que despierta Biden entre jóvenes, hispanos y el rincón más progresista del partido le quite votos que necesita para vencer a Trump.
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