Inquietud en Brasil por la “bolsonarización” de las fuerzas policiales
Crece el temor de que miembros radicalizados de la policía, seguidores del presidente de ultraderecha, puedan impulsar algún tipo de ruptura o sublevación al orden
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RÍO DE JANEIRO.- “Necesitamos un tanque, no un carrito de helados”. El mensaje fue uno de los últimos que Aleksander Lacerda -coronel de la Policía Militar de San Pablo responsable de siete batallones y cinco mil agentes- compartió en redes sociales antes de que fuera apartado de su cargo.
Al igual que en otras publicaciones, el policía arengaba a sus amigos a manifestarse en las calles el 7 de septiembre, día pautado por los seguidores de Jair Bolsonaro. El coronel no ahorraba calificativos. Llamaba “cobarde” al presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, y también agredía al gobernador paulista, Joao Doria, adversario del presidente, calificado como “cepa india”.
Pero la suerte de Lacerda cambió cuando su militancia virtual fue revelada por el diario O estado de S. Paulo, provocando que el gobierno de San Pablo lo alejara del cargo. Las manifestaciones político-partidarias son prohibidas para miembros de la fuerza y el coronel fue separado el lunes por indisciplina.
“Créanlo, esto puede suceder en sus estados. La inteligencia de la policía civil indica claramente un crecimiento del movimiento autoritario”, le dijo un preocupado Doria a sus pares en una reunión de Gobernadores un día después de la decisión.
Las proclamas del coronel se convirtieron en el último episodio resonante de contaminación política en las policías brasileñas, un fenómeno en ascenso de acuerdo al diagnóstico de autoridades y especialistas en seguridad.
Mientras Brasil atraviesa una crisis institucional caracterizada por abiertos desafíos del presidente a otras instituciones y choques entre el Ejecutivo y otros poderes, analistas consultados por LA NACION manifestaron temor de que miembros radicalizados de las policías, seguidores de Bolsonaro, puedan impulsar algún tipo de ruptura o sublevación al orden.
La insubordinación de policías es motivo de preocupación entre gobernadores, que incluso ven en las policías un riesgo mayor que en elementos de las fuerzas armadas, donde el presidente también cuenta con una base importante de apoyo.
“Las policías brasileñas, principalmente las militares, son esencialmente bolsonaristas. El presidente no les dio muchas ventajas objetivas, pero hay una identificación ideológica. Creen en lo que piensa y representa Bolsonaro”, dijo Rafael Alcadipani, investigador del Fórum Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) y profesor de la Fundación Getulio Vargas.
El episodio del coronel paulista sucedió en la antesala de los actos que se desplegarán en las principales capitales de Brasil el 7 de septiembre, con el repudio al Congreso y al Supremo Tribunal Federal (STF) como consigna principal. En Brasilia, congresistas y miembros del STF pidieron refuerzos en la seguridad de los edificios para ese día por miedo a desbordes. Las autoridades en algunos estados monitorean la posible presencia de manifestantes armados.
Desbordes
Alcadipani dijo que los actos pueden ser una muestra relevante del comportamiento de las fuerzas en caso de que se presenten desbordes. De acuerdo con un reciente estudio del FBSP, la adhesión de policías militares al bolsonarismo es relevante entre miembros de bajo rango. Un 41% interactúa en páginas y grupos de redes oficialistas.
“Quiero que sea una fotografía para Brasil y el mundo de que el pueblo está apuntando en una dirección: quiere libertad de expresión. ¿Y cuál es el alma de la democracia? El voto”, dijo el presidente brasileño esta semana sobre los actos, garantizando su presencia en Brasilia y San Pablo.
En marzo, un policía militar de Bahía protagonizó un brote psicótico en Salvador, capital del estado, y comenzó a disparar en alto y a compañeros de su fuerza mientras gritaba palabras de orden. El soldado fue abatido a tiros luego de tres horas fuera de control. Tras el hecho, militantes bolsonaristas reivindicaron al policía muerto como un “héroe” que se estaba rebelando contra las medidas de aislamiento impuestas por el gobernador contra el Covid-19, una versión sin sustento.
El presidente brasileño, quien hizo actos de campaña en cuarteles policiales, había minimizado en febrero de 2020 un motín policial de 13 días en Ceará, nordeste del país, durante el cual fueron asesinadas más de 200 personas. El motín recibió elogios del presidente -quien llamó el proceso como una “huelga”- y de activistas bolsonaristas.
Melina Risso, directora de programas del Igarapé, un think thank brasileño especializado en la seguridad pública, aseguró que la politización en las policías, acompañado de falta de respuestas del estado para blindarlas de contaminación, precede a Bolsonaro. Risso explicó, sin embargo, que el proceso dio un salto cualitativo.
“Ahora, la autoridad máxima incentiva esa politización, se aprovecha de eso y llama al desorden, al mismo tiempo que debilita las instituciones”, aseguró Risso, quien opinó que la posibilidad de un “quiebre del orden” fue facilitada por medidas como el desmonte de las políticas de control de armas entre civiles.
El presidente Bolsonaro amenazó varias veces con la posibilidad de que no haya elecciones en 2022. Sin presentar pruebas, dijo que el sistema de votos electrónicos se presta al fraude y podría ser utilizado para favorecer el regreso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en las encuestas. La propuesta de Bolsonaro de reimplantar el voto impreso fue derrotada en el Congreso, clausurando la vía para que el sistema se modifique en la próxima elección.
Frente a la agitación desde el Palacio del Planalto de un clima de desconfianza sobre el proceso electoral, surge una pregunta inquietante. ¿Puede una parte radicalizada de las policías -responsable por fiscalizar los comicios y custodiar las urnas- responder a un llamado para no reconocer los resultados en 2022 y convulsionar el proceso si Bolsonaro es derrotado?
“La ruta (para el desorden) está trazada. Vimos lo que pasó con la invasión al Capitolio en Estados Unidos, donde se deslegitimó el proceso como una estrategia del gobierno. Las instituciones deben reaccionar porque en Brasil se está construyendo un escenario muy complicado”, dijo Risso.
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