Inquietos por el futuro, los lectores se vuelcan en masa a las distopías
Novelas clásicas como 1984 o El cuento de la criada experimentan un boom de ventas desde el triunfo de Trump; según los especialistas, la gente busca entender los cambios
NUEVA YORK.- La semana pasada, mientras cientos de miles de mujeres marchaban en Washington como protesta por la asunción de Donald Trump, la novelista Margaret Atwood empezó a recibir una seguidilla de notificaciones por Twitter y Facebook. Eran de personas que le enviaban imágenes de los manifestantes con carteles que hacían referencia a su novela distópica El cuento de la criada.
Su obra transcurre en un futuro cercano en Nueva Inglaterra, donde un régimen totalitario ha tomado el poder y ha despojado a las mujeres de todos sus derechos civiles. La novela fue publicada hace 32 años. Pero en los últimos meses Atwood ha recibido mensajes de lectores inquietos por los perturbadores paralelismos que advierten entre la opresiva sociedad que pinta su novela y los objetivos de la actual administración republicana. El libro ya va por su 52» reimpresión y en 2016 registró un aumento de ventas del 30%.
Es una de las varias distopías clásicas que parecen tener eco entre los lectores en momentos de profunda preocupación por el estado de la democracia norteamericana. También se ha registrado un drástico aumento de las ventas de Rebelión en la granja y 1984, de George Orwell. La semana pasada, 1984 se disparó al primer puesto de la lista de más vendidos de Amazon.
Otras novelas que los lectores tal vez no han vuelto a tocar desde la escuela secundaria y que también escalaron en la lista de esta semana son Un mundo feliz, la distopía futurista escrita por Aldous Huxley en 1932 ambientada en Inglaterra en el año 2540, y la novela de 1935 de Sinclair Lewis llamada Eso no puede pasar aquí, una sátira sobre un belicoso candidato presidencial en Estados Unidos que se presenta a elecciones con una plataforma de campaña populista y termina siendo un demagogo fascista. El viernes, la novela de Lewis estaba novena en la lista de Amazon y la de Huxley ocupaba el puesto número 15.
El súbito boom de las distopías clásicas, que empezó a cobrar impulso justo después de las elecciones, parece ser una respuesta orgánica de los lectores, alarmados por el sesgo autoritario de cierta retórica de Trump. El interés por 1984 se disparó la semana pasada como consecuencia de una serie de comentarios del secretario de prensa de Trump, Sean Spicer, y de su asesora Kellyanne Conway, que cuestionaron las cifras de asistentes a la asunción difundidas por los medios. Conway llegó a decir en TV que Spicer no había mentido sobre el tamaño de la multitud, sino que había ofrecido "hechos alternativos".
A muchos ese comentario les recordó la visión de Orwell de una sociedad totalitaria en la que el lenguaje deviene en arma política y la realidad misma pasa a ser definida por quienes ocupan el poder. Las palabras de Conway desencadenaron una catarata de referencias a 1984 por Twitter. Según un vocero de Twitter, durante la semana pasada la novela fue mencionada más de 290.000 veces. El libro empezó a trepar en la lista de más vendidos de Amazon, lo que a su vez atrajo a más lectores, en una suerte de algoritmo retroalimentado, un verdadero diluvio de publicidad gratis para una novela de 68 años de existencia.
Por supuesto que no es la primera vez que lectores y comentaristas invocan esa novela para criticar las acciones y las palabras de un gobierno. De hecho, se ha vuelto tan corriente que el nombre del autor ya se usa en forma de adjetivo: orwelliano. Y como son tantos los norteamericanos que se enfrentan con esa novela en la secundaria o la universidad, la mayoría de la gente conoce las premisas básicas de la historia sobre los riesgos del autoritarismo, y el apelativo "gran hermano" se usa para un sinnúmero de cosas.
Referencia
"Es un marco de referencia al que la gente puede recurrir en respuesta a los engaños del gobierno, la propaganda y las falacias discursivas, y ésas son cosas que pasan todo el tiempo", dice Alex Woloch, profesor de lengua inglesa de la Universidad de Stanford que ha escrito sobre las raíces del lenguaje político de Orwell. "Este gobierno ya ha hecho ciertas cosas que hicieron sonar las alarmas, y la gente está ávida de marcos de referencia que le permitan entender la nueva realidad."
La súbita estelaridad de estas novelas refleja el renovado interés del público por estas obras de ficción especulativa escritas hace muchas décadas que pueden servir como guías para comprender el actual momento político. Los lectores que de pronto se enfrentan con este abrupto cimbronazo en la política norteamericana, donde hechos fácilmente verificables son puestos en tela de juicio y hay una sensación generalizada de fragilidad de las libertades civiles y las normas democráticas, se vuelcan a las novelas distópicas en busca de orientación y esclarecimiento.
"Esos libros son cada vez más importantes para el lector norteamericano promedio que quiere saber cómo sigue la cosa, porque nunca vivimos un escenario parecido", dice el novelista Gary Shteyngart, autor de la novela distópica Una supertriste historia de amor verdadero.
También es posible que los lectores estén volviendo a la comodidad, por así llamarla, de las novelas distópicas porque son historias que ofrecen claridad moral en tiempos en que suele ser difícil seguirle el ritmo al convulsionado ciclo de la noticia diaria y hacer frente a la catarata de información y desinformación de las redes sociales. "Tal vez la gente sienta que la no-ficción le ha fallado, que el periodismo no ha estado a la altura de los hechos", dice Shtayngart.
Pero tal vez haya otra razón detrás del interés de los lectores por las distopías durante las épocas de incertidumbre: a veces es lindo saber que se puede estar mucho peor.
Traducción de Jaime Arrambide
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