Inés Arrimadas: la joven voz de la mayoría silenciosa
MADRID (LA NACION).- Le dijeron puta, ladrona, fascista. Intentaron echarla abajo con todos los recursos posibles. Pero con apenas 36 años y sólo siete de experiencia en política, Inés Arrimadas, la líder de Ciudadanos en Cataluña, fue la estrella indudable de la noche electoral.
Tuvo el más difícil de los trabajos para un político en la España de hoy: ser la voz de la oposición frente al independentismo catalán. Otros dos partidos estaban en esa misma posición de opositores a la ruptura unilateral.
Esto es, el Partido Popular (PP), que gobierna en España, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la principal oposición en el orden nacional. Ambos, con políticos "de toda la vida" como cabeza de bloque en Cataluña.
Pero fue la joven Arrimadas la que encarnó como ningún otro la voz de la razón contra la pasión separatista. Fue su discurso el más aplaudido -y luego, repetido- en aquella sesión de "independencia en suspenso", del 27 de octubre pasado.
Nacida en la andaluza ciudad de Jerez de la Frontera, encarna como nadie la "transversalidad" de su partido. Es hija de padres que emigraron en su momento a Barcelona, como tantos otros, en busca de mejores horizontes.
Ella, de algún modo, retuvo siempre el afecto por aquella ciudad. No fue el catalán su lengua original, pero lo aprendió y, sin darse cuenta, se empapó del aire liberal, progresista y emprendedor de la ciudad en la que sus padres residieron algunos años. "Nada que ver con el fanatismo del nacionalismo independentista que se vive ahora", dijo luego, en rechazo a la fractura social de estos días.
De todos los políticos del arco catalán es de las pocas que sabe ganarse el pan fuera de la política. Formada en derecho y en administración de empresas, se graduó con buen desempeño y obtuvo becas de formación en el extranjero. Se abocó, luego, al trabajo en la empresa privada con experiencia tanto en Barcelona como en Francia, donde residió durante algún tiempo.
Llegó a Ciudadanos, la formación nacida en Cataluña, un poco por casualidad. Para acompañar a una compañera de oficina a un mitin de partido. Le gustó lo que vio y regresó poco después.
Albert Rivera, el jefe de la formación, la conoció y dicen que se dio cuenta enseguida de que estaba frente a un auténtico cuadro político. No tardó en darle responsabilidades en Cataluña. Fue con ella a la cabeza que el partido tuvo su principal avance en escaños, de 9 a 25, hace dos años.
Ahora, el salto es todavía mayor, al consagrar a su fuerza como la revelación en la convulsa región donde nació, hace apenas 11 años, en 2006. Encarna, como nadie, la voz de esa "mayoría silenciosa" de la que tanto se habla en Cataluña. La prueba de que, ahora que tiene alguien que hable por ella, esa mayoría no sólo existe, sino que también vota y se hace valer.
Más leídas de El Mundo
Desregulación y ajuste. El abrupto giro a la derecha de Nueva Zelanda tras tener uno de los gobiernos más progresistas del mundo
Nueva fase. El juego político en las potencias mundiales que explica la última escalada en la guerra de Ucrania
Tensión en Ucrania. EE.UU. y países europeos cierran sus embajadas en Kiev ante el riesgo de un “ataque aéreo significativo” de Rusia