Incidentes y detenciones en masivas marchas contra la reforma previsional de Emmanuel Macron
Las cifras de manifestantes superaron ampliamente un día clásico de la Fiesta del Trabajo y fueron más violentas que lo usual con cientos de heridos
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PARIS.- El Día Internacional del Trabajo estuvo marcado hoy en Francia por una nueva y multitudinaria protesta en contra de la reforma de la jubilación, que no alcanzó, sin embargo, las cifras de movilizaciones anteriores. La jornada también registró un sensible aumento de la violencia, que dejó un saldo de 291 detenidos y 108 policías y gendarmes heridos.
Unos 782.000 manifestantes desfilaron hoy en toda Francia, 94.000 en París, según números oficiales y de institutos independientes. Una cifra significativa, pero lejos de los récords de movilización —1,28 millones el 7 de marzo— contra la reforma previsional ratificada por el presidente Emmanuel Macron, que hará pasar progresivamente la edad del retiro de 62 a 64 años en 2030. En todo caso, las cifras superaron ampliamente un día clásico de Fiesta del Trabajo, aun cuando “el tsunami” esperado por los sindicatos no se haya producido.
El año pasado, en efecto, 116.000 personas habían manifestado en todo el país, 24.000 en París. En 2021 fueron 106.000 y 164.000 en 2019, mientras que la pandemia de Covid-19 provocó la anulación del desfile de 2020.
Los sindicatos, por su parte, reivindican unos 2,3 millones de personas en las calles del país, mientras sus líderes califican la jornada de “éxito considerable”.
“Ha sido un gran 1° de mayo. Es la protesta del mundo del trabajo”, se felicitó el responsable de la central socialista CFDT, Laurent Berger. “Ha sido una de las jornadas más importantes del movimiento social”, exageró la secretaria general del sindicato comunista CGT, Sophie Binet.
Todas las centrales obreras miran ahora con esperanza dos futuras fechas: el 3 de mayo, cuando el Consejo Constitucional se pronuncie sobre un segundo pedido de referendo de iniciativa compartida (RIC), y el 8 de junio, cuando una propuesta de ley del grupo de diputados Liot para abrogar la reforma jubilatoria sea estudiada por la cámara de diputados.
Pero la jornada fue sobre todo escenario de violentísimos enfrentamientos entre bandas de agitadores y fuerzas del orden. Una violencia que parece aumentar a medida que se suceden las movilizaciones. Conscientes del peligro, las autoridades movilizaron 11.500 policías y gendarmes en todo el país.
En París, en Lyon, en Nantes, la importancia de los desfiles fue ocultada, apenas comenzados los recorridos, por una importante cohorte de black blocs, como siempre encapuchados y perfectamente organizados, decididos a dar batalla contra las fuerzas del orden. Cinco mil policías y gendarmes habían sido desplegados en la capital. En Nantes, punto neurálgico de una intensa agitación de extrema izquierda, innumerables piedrazos fueron lanzados contra los históricos edificios de la prefectura y el consejo regional, mientras las fuerzas de seguridad replicaron con salvas de gases lacrimógenos, granadas ensordecedoras y disparos de balas defensivas.
Cada enfrentamiento respeta la misma escenografía: una nube de paraguas se abre para permitir actuar a los vándalos. En París —donde el prefecto de policía, Laurent Nunez, había estimado el número de black blocs entre 3000 y 6000—, su paso se produjo a expensas de numerosas vitrinas devastadas y hasta la destrucción del kiosco del Partido Comunista Francés (PFC) con un cóctel Molotov. Su líder, Fabien Roussel, tuvo que ser exfiltrado acompañado por un concierto de eslóganes hostiles.
La llegada de los ultras a la Plaza de la Nación, punto final del recorrido, provocó nuevos y violentos enfrentamientos. Imágenes que llenaron de estupor al país, mostraron un policía víctima del estallido de un cóctel incendiario que le provocó gravísimas quemaduras.
Mismas escenas de desmanes se produjeron en las principales ciudades del país: en Lyon, Toulouse, Burdeos, Rennes y Marsella. Al término de la jornada, las cifras fueron elocuentes: 291 detenidos y 108 policías y gendarmes heridos.
La primera ministra Elisabeth Borne denunció “las escenas de violencia al margen de los cortejos” del 1° de mayo, juzgados “inaceptables”. Por su parte, el ministro del Interior, Gerald Darmanin, estimó que si bien “la gran mayoría de los manifestantes fueron pacíficos, en París, Nantes y Lyon “las fuerzas del orden tuvieron que hacer frente a elementos extremadamente violentos, llegados con un solo objetivo: matar policías y atacar los bienes de los ciudadanos”.
Al término de la jornada, la gran pregunta en boca de todos era “¿y ahora qué?”. Tanto la mayoría de los responsables políticos, como sindicales e incluso gran cantidad de manifestantes reconocen ser incapaces de ver cual será el fin de esta cólera popular, concentrada en una oposición frontal contra Emmanuel Macron.
Por el momento, los sindicatos se preguntan si vale la pena continuar con las movilizaciones, teniendo en cuenta que la asistencia se reduce debido a la pérdida de salario de los manifestantes. En apariencia imperturbable, el gobierno declara la reforma jubilatoria “un episodio superado” y anuncia su intención de seguir adelante con el resto de los proyectos prometidos por Macron durante su campaña presidencial. Los sindicatos de policía, por su parte, esperan con inquietud las próximas fechas de movilización, lúcidos ante esta nueva realidad que agita al país, donde la virulencia de ciertos agresores parece no tener límites.
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