Huracán Otis en Acapulco: la ciudad turística que se transformó en caos, con robos, saqueos y devastación
El poderoso ciclón de categoría 5 dejó 27 muertos y un halo de destrucción en toda la zona; reforzaron la seguridad ante crecientes hechos de violencia; hay turistas varados
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ACAPULCO.- En Acapulco, una ciudad sin agua, electricidad ni combustible, donde desde el paso del poderoso huracán Otis se ha permitido, e incluso animado, a la gente desesperada a llevarse artículos de primera necesidad de los comercios dañados, el policía estatal Raúl Gallardo vigilaba una montaña de excedentes.
Gallardo explicó la distinción que han hecho las autoridades -en algunos casos- para determinar qué se puede llevar y qué no.
La gente puede agarrar “lo que se puede consumir”, como agua, atún o mayonesa, pero no se permite sacar artículos caros, como electrodomésticos, afirmó girándose para señalar los frigoríficos que tenía detrás. “Lo que no está dentro de la canasta de productos básicos, no se puede llevar”.
A pesar de las promesas del gobierno de que la ayuda estaba en camino a lo grande, la gente no esperó.
Los desesperados residentes de Acapulco vaciaron las tiendas más grandes de la ciudad en tres días. No fue un fenómeno aislado en un vecindario concreto ni se realizó al amparo de la oscuridad, sino que fue algo generalizado y a la vista de las autoridades, que reconocieron que no tenían recursos ni, en la mayoría de los casos, la voluntad de intervenir.
Esto es, en parte, el resultado de una reacción gubernamental retrasada por el fortalecimiento históricamente rápido de un meteoro que nadie anticipó que pasaría de ser una tormenta tropical a un catastrófico huracán de categoría 5 en apenas 12 horas. También es la continuación de la estrategia de las autoridades federales de abordar los problemas -violencia del narcotráfico, desastres naturales- con personal, pero no necesariamente con las herramientas para resolver la situación.
Por toda la ciudad se podía ver a gente empujando carros llenos de productos. Había artículos de gran tamaño atados a los techos de los autos. Un hombre en una motocicleta tiraba de un trineo improvisado cargado de lo que parecía ser ropa de cama por una calle llena de lodo.
Al menos 27 personas fallecieron a causa de la tormenta, pero cientos más seguían buscando a sus seres queridos el viernes.
Según el diario El Universal, el Ejército y la Guardia Nacional tomaron el control de la seguridad en diversas zonas de la ciudad balnearia, principalmente sobre la Costera Miguel Alemán, la más emblemática del puerto, por el aumento de los robos y saqueos en medio de la devastación.
“La última etapa en este tipo de situaciones es que se puede matar por un pedazo de pan o un celular, esa es la que sigue si no se contiene ahorita todo”, advirtió un bombero, que pidió mayor apoyo de las autoridades.
“Vivo en las Cruces y todo Hogar Moderno, todas las calles están cerradas porque se están metiendo a saquear todas las casas. Todas las gasolinerías las están saqueando también”, dijo Miriam Zamudio, una vecina del lugar.
En Acapulco no había gasolina, no porque no hubiese combustible, sino porque no había electricidad para hacer funcionar los surtidores.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, reprendió suavamente a la población para que no se excediese.
La mayoría de las familias buscaban agua de forma ansiosa y algunas dijeron que estaban racionando su suministro. El suministro municipal estaba paralizado porque el sistema de bombeo no tenía electricidad.
A lo largo del paseo marítimo de la turística ciudad, los grandes almacenes y las tiendas de comestibles quedaron arrasadas, primero por el huracán y luego por los residentes. Y si la ayuda del gobierno, en forma de préstamos, no se materializa pronto, muchos negocios tendrán que cerrar.
López Obrador anunció el viernes que su gobierno está trabajando en una propuesta para apoyar financieramente al sector hotelero y comercial que sufrió daños en más del 80% de la infraestructura.
Asimismo, turistas varados claman ayuda a las autoridades para poder regresar a la Ciudad de México. Se quejan de la falta de apoyo y de que los hospedajes desaparecieron, por lo que algunos están en las calles.
Sin señal
Andrea Fernández, con ocho meses de embarazo, ansía desesperadamente comunicarle a su esposo, preso en una cárcel de otro estado, que se encuentra bien tras el paso del huracán Otis.
“No hay red. Van tres días que no me he podido comunicar”, dice la mujer, apostada en un puente de esa ciudad del estado de Guerrero. Allí, una veintena de personas levantan sus celulares o los direccionan en distintos ángulos con la esperanza de lograr una llamada repentina o enviar un mensaje tranquilizador. “Estoy desesperada”, dice entre lágrimas.
Desde la madrugada del miércoles, cuando llegó el ciclón, la electricidad y las telecomunicaciones están colapsadas en esta urbe costera de cerca de 780.000 habitantes.
Por momentos, los celulares captan señal en algunas partes del puerto, aunque suele ser inestable.
Son muchos los que buscan contactar a sus familias tan solo para avisarles que se encuentran con bien. Apenas logra la ansiada llamada, una mujer transmite rápidamente las novedades: “¡No hay forma de salir de aquí! Cuando pueda te vuelvo a hablar. Todo se perdió. Está horrible”.
Por momentos, quienes no logran comunicarse se sientan resignados en el suelo para intentarlo de nuevo más tarde, procurando preservar la vida de las baterías de sus teléfonos móviles.
Desde el puente donde Andrea intenta comunicarse con su esposo se puede apreciar el afamado hotel Princess y un campo de golf totalmente destruidos.
Agencias AFP, AP y diario El Universal (GDA)
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