Para Guillermo y Máxima, 2020 también fue para el olvido: sufrieron su annus horribilis
PARÍS – Sin ninguna duda, 2020 fue un mal año para la monarquía holandesa: en apenas nueve meses, el rey Guillermo de Orange y su mujer, la reina Máxima, vieron desmoronarse su popularidad como nunca antes. La culpa no fue del Covid-19, sino de la repetida imprudencia de los monarcas en plena pandemia.
En el mes de abril, 76% de los holandeses afirmaban su confianza en el monarca. En diciembre, esa opinión había caído a 47%, según una encuesta realizada por el instituto Ipsos. Por otra parte, el apoyo a la monarquía como institución, pasó de 74% a 60%.
El motivo de ese fenómeno reside en dos inoportunos viajes de descanso a Grecia, donde la pareja real tiene una residencia de vacaciones. En agosto, ambos fueron fotografiados ignorando la distanciación social junto al dueño de un restaurant de la isla de Mikonos. En octubre, durante el otoño europeo, decidieron regresar a disfrutar de unos días de reposo, sin tener en cuenta que Holanda, sumida en la crisis económica provocada por la pandemia, se hallaba además en vísperas de un confinamiento general.
Si bien el primer tropiezo fue solo motivo de críticas, apaciguadas cuando la pareja real emitió un comunicado de disculpas, el segundo episodio consiguió provocar la ira generalizada de la población. Tan profunda fue la indignación, que Guillermo y Máxima -que habían viajado con sus tres hijas en un avión Boeing 747 del gobierno- se vieron obligados a regresar 24 horas después en un vuelo regular de la empresa KLM. Esta vez, las disculpas fueron emitidas por televisión a toda la nación.
"Me dirijo a ustedes arrepentido de corazón. Nuestro viaje a Grecia provocó fuertes reacciones por parte de muchos holandeses. Nos duele haber traicionado la confianza que tienen en nosotros. Nuestro viaje se ajustaba a la regulación, pero aún así fue muy poco prudente no tener en cuenta el impacto de las nuevas restricciones en nuestra sociedad. Tomamos la decisión de regresar dándonos cuenta de que no deberíamos habernos ido", declararon.
El primer ministro holandés, Mark Rutte, se apresuró a asumir una parte de la responsabilidad de ese desacierto político. En una misiva enviada al Parlamento, explicó que "había realizado una mala apreciación" al no intervenir contra los planes reales de partir a Grecia.
"Me di cuenta demasiado tarde y asumo la total responsabilidad de ese error", anotó.
Pero el mal ya estaba hecho y los holandeses, particularmente sensibles a la buena conducta de sus responsables políticos, manifestaron su descontento en los primeros sondeos. El disgusto popular fue tan grande que, a juicio de los especialistas de la monarquía, el rey su esposa deberán esforzarse para recuperar la confianza perdida.
Sobre todo, porque los errores de este "annus horribilis" no son los primeros de la pareja. La primera decepción de los holandeses con Guillermo se produjo en 2008 cuando el y su esposa se hicieron construir una lujosa mansión en las playas de Mozambique, viéndose después obligados a abandonar el proyecto. La misma reacción se produjo cuando la pareja decidió comprar una residencia en la Argentina y poco después otra en Grecia.
Si bien todos esos episodios no eran demasiado importantes, la reacción popular terminó por plantear otros interrogantes sobre las finanzas de la familia de Orange, que condujeron a una profunda reforma de las partidas oficiales de dinero que recibían sus miembros: el Parlamento decidió una disminución del 33% de esas partidas y la supresión de las excepciones reales en materia impositiva, que se elevaban a cerca de 40%.
Actualmente, la casa real recibe del Estado 46 millones de euros anuales en concepto de salarios, eventos, mantenimiento de residencias, viajes, etc. La fortuna privada de la familia de Orange, por su parte, es mantenida en riguroso secreto.
Insatisfacción
Esa situación, entre otras, podría explicar la creciente insatisfacción de los holandeses y en particular de los jóvenes, cada vez más desapegados a la monarquía como institución.
Ese fenómeno, que ya se verificaba en los últimos años, emerge con claridad de los recientes sondeos: la gente joven aprecia mucho menos la monarquía que los mayores. Entre los holandeses de entre 18 y 34 años, solo 55% quiere preservar la monarquía (en 2013 eran 73%), contra el 75% de aquellos que tienen 55 años y más.
En todo caso, los resultados de las recientes encuestas demuestran una modificación radical de la relación entre los soberanos y su pueblo. La monarquía holandesa ha sido una de las más populares del siglo XX, en parte gracias a la madre del actual soberano, la reina Beatriz, quien, en más de tres décadas, consiguió dar la imagen de una "reina madre" preocupada por su gente y sus necesidades. Ella, y a través de ella la monarquía, fueron un auténtico símbolo de estabilidad para su país.
En las actuales condiciones, los especialistas holandeses consideran que el trabajo de la reina Máxima, el miembro más popular de la casa de Orange, será fundamental para reconquistar el corazón de los holandeses.
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