Holanda autorizó la boda de Máxima
El Parlamento aprobó su casamiento con Guillermo Alejandro por mayoría; sólo 15 votos en contra
LA HAYA (De una enviada especial).– La última traba en el camino al altar del príncipe heredero Guillermo Alejandro con la argentina Máxima Zorreguieta desapareció ayer gracias a la masiva aprobación de su boda por el Parlamento holandés.
El visto bueno surgió de una sesión especial de la Cámara baja (Tweede Kamer) y de la Cámara alta (Eerste Kamer) que terminó en una votación en la que de un total de 275 parlamentarios, sólo 15 se pronunciaron en contra y 7 se abstuvieron.
En forma paralela, la oficina del primer ministro, Wim Kok, confirmó ayer algunos datos adelantados ya por La Nación sobre la cita nupcial del 2 de febrero próximo. La ceremonia religiosa se realizará en la catedral Nieuwe Kerk, de Amsterdam, elegida por la pareja por ser más espaciosa que la de Westerkerk, donde contrajeron matrimonio la reina Beatriz y el príncipe Claus.
Pero lo curioso es que la boda civil tendrá lugar en el antiguo edificio de la Bolsa (Beurs van Berlage), ubicado en el centro histórico de una ciudad portuaria con profundas raíces mercantiles. El lugar habría sido elegido no sólo porque cuenta con el hall más grande de Amsterdam, sino también por seguridad. Los dos edificios se encuentran a escasas cuadras de distancia, lo que abreviará el trayecto en carruaje de la pareja.
El presidente del Partido Social Demócrata, Ad Melkert, abrió la sesión en el imponente Hall de los Caballeros, que con sus vitrales, tapices de terciopelo rojo y asientos de madera ha servido de cuna de la democracia en los Países Bajos desde el siglo XIII.
El recinto ayer se asemejó a una iglesia en la cual cada líder de bancada se subió al púlpito par darle el sí a Máxima Zorreguieta, la novia con la cual decidieron “contraer matrimonio” en nombre del pueblo holandés. Melkert rememoró “las emociones que surgieron frente a la historia argentina”, en alusión al pasado del padre de Máxima, Jorge Zorreguieta, como secretario de Agricultura de Rafael Videla. “Pero los hijos no deben pagar por los errores de los padres”, alegó.
Jaap de Hoop Scheffer, jefe de la Democracia Cristiana, destacó cómo “ella tomó en forma muy convincente distancia del régimen de Videla” y descartó toda posibilidad de que “la casa de Orange vaya a ser contaminada por las vinculaciones del padre de Máxima” con la dictadura militar.
Pasó las pruebas
La única nota de disenso la dio el republicano líder del Partido Verde, Paul Rosenmóller. Mientras un grupo de holandeses casados con extranjeros a quienes se les ha negado la residencia protestaba con pancartas frente a la puerta del Parlamento, Rosenmóller censuró la rapidez con la que se concretó la naturalización de Máxima. “Ese fue un excelente ejemplo que tendría que extenderse a todos”, señaló con ironía.
Al hablar de la novia argentina, sin embargo, toda crítica se evaporó de sus labios. “Antes del anuncio de su compromiso, preocupados por el affaire Zorreguieta, demandamos dos requisitos: que diera prueba de tener principios democráticos y de rechazar la historia de la que participó su padre. Máxima sorteó muy bien ambas.”
El premier Wim Kok respondió brevemente a todas las inquietudes para luego aclarar una cuestión de tono nobiliario. “Máxima no será princesa de Orange porque ése es un título temporal en Holanda otorgado exclusivamente al heredero del trono”, señaló Kok. La joven recibirá, en cambio, los títulos de princesa de Holanda, princesa de Orange-Nassau y dama de Amsberg.
“Este no es el momento de discutir si será reina o no. Ese es un tema para ser decidido por el gobierno del momento en que se concrete la coronación”, dijo Kok antes de agradecer “desde lo más profundo del corazón” a las dos cámaras por la cooperación recibida en este delicado asunto.
“Estoy convencido de que la pareja ha conquistado un lugar muy especial en nuestra sociedad. Tenemos todas las razones para felicitarlos y desearles lo mejor”, destacó el premier, poniendo así fin al debate.
La frase fue un adelanto del brindis propuesto a la pareja en ese mismo recinto tres horas más tarde. Máxima había llegado allí del brazo de su prometido, vestida con un pantalón rosa y una chaqueta roja ante el vitoreo de un puñado de admiradores.
La misma atmósfera de júbilo animó el resto de una velada donde lograr sentarse a la misma mesa de Máxima se transformó en la victoria más anhelada por los políticos.
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