Hezbollah en América Latina: qué se sabe de la presencia del grupo terrorista en la región y sus zonas de influencia
La organización radical chiita con sede en el Líbano y patrocinada por Irán es apuntada como la ejecutora de los ataques en Buenos Aires contra la comunidad judía; su expansión en la región se vincula al crimen organizado y a la política de Teherán
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El 8 de noviembre pasado, 32 días después del asalto del grupo terrorista palestino Hamas contra Israel que derivó en la guerra en la Franja de Gaza, la Policía Federal de Brasil anunció que había desactivado junto a agentes del Mossad israelí un complot de presuntos agentes de la organización radical chiita Hezbollah para atacar objetivos judíos en el país.
El operativo se llamó Operación Trapiche y confirmó que América Latina no quedaba excluida del temor global por una posible ola de atentados fuera de Medio Oriente como consecuencia de la guerra en Gaza.
El fin de semana pasado, cuando recrudecieron las tensiones entre Israel e Irán, algunas voces alertaron sobre la posibilidad de que esa escalada saliera de Medio Oriente a través de las fuerzas proxy (o delegadas) de Irán, como Hezbollah, el grupo terrorista libanés que tiene un brazo internacional que se extiende hasta América Latina, como quedó demostrado con sus dos ataques en Buenos Aires –contra la embajada de Israel, en 1992, y contra la AMIA, en 1994-, que en total dejaron más de 100 muertos. Este mes, la Cámara Federal de Casación Penal confirmó que Irán estuvo detrás de los atentados y que Hezbollah se encargó de la ejecución.
El ataque con drones y misiles de Irán a Israel llevó al gobierno del presidente Javier Milei –de estrecho vínculo con Tel Aviv- a anticipar su regreso al país de una gira europea y a elevar por unos días el nivel de alerta en la Argentina. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, habló sobre la presencia de Hezbollah en América Latina, y nombró países puntuales, lo que provocó incluso tensiones con otros gobiernos. Además de su histórica base en la Triple Frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay, Bullrich marcó la preocupación en el Gobierno por los vínculos entre Bolivia e Irán y también mencionó a Chile y Perú como posibles focos de alerta.
En las tres décadas que pasaron desde los atentados en Buenos Aires, Hezbollah siguió dando muestras de su expansión en América Latina, especialmente vinculadas con el negocio del crimen organizado, según especialistas consultados por LA NACION, que remarcan las dificultades de confirmar los movimientos de un grupo que se mueve sigilosamente en la clandestinidad.
Los analistas consideran prudente mantener la vigilancia enfocada en el grupo liderado por Hassan Nasrallah, aunque realizan distintas evaluaciones sobre el nivel de exposición de América Latina.
“Hezbollah no es Estado Islámico o la red Al-Qaeda; Hezbollah no hace atentados porque sí. Usa el terrorismo como una herramienta; ataca si quiere enviar un mensaje. En el caso de la Argentina, era muy preciso lo que querían hacer: tenía que ver con Irán y con castigar a Argentina por el acuerdo nuclear [del que salió en 1991]”, dice a LA NACION Jospeh Humire, director ejecutivo del think tank de temas militares Center for a Secure Free Society.
Said Chaya, coordinador del Núcleo de Estudios de Medio Oriente de la Universidad Austral, también considera pertinente estar alertas porque “después del caso argentino, uno no puede descartar del todo” la amenaza terrorista, aunque destaca que un atentado en la región no sería consistente con la política exterior iraní reciente.
Por su parte, Matthew Levitt, especialista en terrorismo del Washington Institute, menciona la preocupación desde Estados Unidos de que “el propio Irán o a través de sus fuerzas delegadas, como Hezbollah, puedan tomar represalias contra Israel, u objetivos judíos o Estados Unidos o cualquier otro país, porque sería mucho menos directo que lanzar un misil desde una base iraní”.
En ese sentido, considera que una representación diplomática de Israel o Estados Unidos podría ser un blanco, especialmente porque el presunto ataque de Israel a un consulado iraní en Siria desató esta nueva escalada.
Desde Brasil, Isabelle Somma de Castro, académica de la Universidad de San Pablo que estudia la Triple Frontera, minimiza el lugar de la región en la agenda del grupo chiita. “Actualmente, tiene más sentido imaginar que Hezbollah tiene todas sus fuerzas y recursos enfocados en Israel y no en objetivos en América Latina”, opina.
“Los atentados ocurridos en Buenos Aires, hay casi un consenso, estuvieron más vinculados a dinámicas locales (la cancelación de la venta de armas por parte de Carlos Menem) que cualquier evento en Medio Oriente. Por eso ocurrieron dos veces en la Argentina y no en ningún otro lugar de América Latina”, señala, en línea con Humire.
Hezbollah en América Latina
Hezbollah (que significa “Partido de Dios”), creado en 1982 tras la invasión israelí del Líbano e inspirado ideológicamente en la revolución iraní, ha llevado a cabo ataques afuera en otras regiones a través de su Organización de Seguridad Externa, o “Unidad 910″, contra objetivos judíos o vinculados a Israel o Estados Unidos, como los de Buenos Aires o como el de Bulgaria de 2012 contra un ómnibus que transportaba israelíes.
Hezbollah fue designado organización terrorista por Estados Unidos en 1997, algo que países europeos imitaron más recientemente. En 2019, la Argentina fue el primer país en hacer lo propio en América Latina, y le siguieron Colombia, Guatemala, Honduras y Paraguay.
Pese a que su presencia en la región es difícil de rastrear, sus miembros fueron acusados por su actividad en la región. El año pasado, de hecho, el colombiano-libanés Salman El Reda fue acusado en ausencia por terrorismo en Nueva York, entre otras causas, por su participación en los ataques en Buenos Aires -por la que está prófugo-, y en complots en Panamá y Perú; y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a una red de siete personas y empresas del Líbano y América del Sur acusadas de financiar a Hezbollah.
La actividad central del grupo chiita en la región, coinciden los expertos, es la financiera, al facilitar mecanismos para lavar dinero a organizaciones de narcotráfico y crimen organizado, principalmente para sostener sus operaciones en Medio Oriente. Según distintas investigaciones, los vínculos de Hezbollah en la región incluyen a importantes bandas como Primeiro Comando Capital (PCC), en Brasil, y los carteles Los Zetas y Sinaloa, en México.
Chris Dalby, director del think tank World of Crime, remarca que, a pesar de los antecedentes, no hay una confirmación de que “Hezbollah esté activamente involucrado en América Latina, que esté planificando activamente ataques o que tenga muchos miembros basados permanentemente en la región”, sino que más bien funciona a través de “nexos” que colaboran con organizaciones criminales en la zona.
En este sentido, Levitt considera que la Operación Trapiche –que involucró a ciudadanos brasileños como parte de la presunta trama terrorista- también mostró un modus operandi preocupante: que a partir de los lazos económicos con Hezbollah, miembros de esas bandas locales terminen radicalizándose.
El brazo militar de Irán
Respecto de la presencia de la Unidad 910 en la región, Humire señala que desde el atentado a la AMIA “ha evolucionado de grupo terrorista a un grupo de crimen organizado e, incluso, político”, al buscar expandir “el eje de resistencia de Irán en la región”.
La expansión de Hezbollah en la región no puede disociarse de los intereses de Irán, principal fuente de financiamiento, entrenamiento y armas del grupo libanés, según el Departamento de Estado norteamericano, que apuntó que la organización cuenta con “decenas de miles de partidarios y miembros en todo el mundo”.
Irán expandió su presencia diplomática en la región especialmente durante la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013), con su recordada gira por Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador, la firma de acuerdos comerciales y militares con esos países y el cuestionado memorándum de entendimiento con el gobierno de Cristina Kirchner.
A mediados del año pasado, el actual presidente, Ebrahim Raisi, también visitó la región, con paradas en Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde también se firmaron convenios que cubren distintas áreas.
“Siempre hay motivos de preocupación cuando Irán tiene una relación particularmente fuerte con un país. En este momento, Hezbollah funciona como una rama del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria”, el ejército ideológico del régimen teocrático, advierte Levitt.
Estos contactos entre Irán y la región es lo que más preocupa en el gobierno de Milei, con el foco puesto sobre el acuerdo firmado el año pasado entre Bolivia e Irán, del que se sabe muy poco. “Ese pacto permitió la presencia de miembros iraníes de las fuerzas Quds [el brazo paramilitar de la Guardia Revolucionaria] en el territorio. Estamos investigando si hay personas que no hablan español y que tienen pasaporte boliviano”, denunció Bullrich en una entrevista con LN+.
Dónde están
En estas tres décadas también hubo un cambio en las zonas que acogen la actividad de Hezbollah, en sus orígenes asociado con la Triple Frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay, con epicentro en Ciudad del Este. Ahora, apuntan los especialistas, el principal foco es la costa de Venezuela.
Para Humire, la operación de Hezbollah se trasladó entre “triples fronteras”. Desde la de la Argentina, Brasil y Paraguay a la andina, vinculada al financiamiento, entre Chile, Perú y Bolivia; al “epicentro” actual, la triple frontera marítima entre Punto Fijo (Venezuela), Maicao (Colombia) y Colón (Panamá). “Entre Punto Fijo e Isla Margarita, Hezbollah opera muy fuerte. Allí nadie los vigila”, advierte el experto, quien ha estudiado el aceitado y difuso vínculo entre el régimen de Nicolás Maduro y el grupo chiita a través “redes de apoyo”, como los clanes Nassereddine y Rada.
En 2008, se desmanteló una red de narcotráfico y lavado de dinero que operaba entre Colombia y Venezuela en la llamada Operación Titán, que terminó con más de cien detenidos, entre ellos, tres acusados de enviar dinero a Hezbollah. Uno de los facilitadores era Ayman Saied Joumaa, con doble nacionalidad colombiana y libanesa, acusado en Estados Unidos de traficar cocaína hasta México y quien, según el Departamento del Tesoro norteamericano, dirigía una extensa red de transporte marítimo vinculada al grupo terrorista libanés.
Esta semana, en tanto, el medio francés Le Point señaló que una mezquita de Bogotá podría estar funcionando como centro de reclutamiento para Hezbollah en Colombia, con posibles vínculos con el narcotráfico.
Somma de Castro apunta que la Triple Frontera nunca fue un refugio seguro para Hezbollah y que del lado brasileño existe un control reforzado desde 2005. “Creo que estas acusaciones generalmente surgen cuando hay conflictos en el Medio Oriente y a Estados Unidos e Israel les interesa presionar a la comunidad árabe fronteriza”, desestima.
En esa zona, puntualmente en Foz de Iguazú, fue detenido en 2018 el empresario libanés-paraguayo Assad Ahmad Barakat, acusado por el gobierno estadounidense de ser el jefe financiero de Hezbollah, extraditado primero a Paraguay y, luego, a Brasil.
En Paraguay, los vínculos entre el grupo libanés y la política quedaron expuestos con las sanciones de Estados Unidos al expresidente Horacio Cartés por sus nexos con la red financiera del grupo terrorista, acusaciones que él niega.
También hubo sospechas sobre la posible participación de Hezbollah en el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci en Barú, Colombia, el 10 de mayo de 2022. Pecci había trabajado junto a la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) en una investigación sobre lavado de activos y narcotráfico vinculado al grupo libanés.
Sobre la triple frontera andina, Chile ha estado en el centro de la conversación en los últimos días. “Estamos muy preocupados por las operaciones de Hezbollah en Chile especialmente, y en toda la región”, dijo recientemente Mark Wells, subsecretario adjunto para América Latina y el Caribe en el Departamento de Estado de Estados Unidos.
En una línea más crítica, el senador republicano Marco Rubio tildó al presidente chileno, Gabriel Boric, de “anti-Israel/pro-Hamas”, y afirmó que “empresas de Hezbollah operan en sus zonas de libre comercio de Chile”. La referencia de Patricia Bullrich a una preocupación similar provocó una fricción bilateral esta semana.
#Chile is a great country but sadly it currently has an Anti-#Israel/Pro-Hamas President and Hezbollah shell companies operating in their free trade zones pic.twitter.com/dWkcuX7vXy
— Marco Rubio (@marcorubio) April 18, 2024
La zona franca de Iquique, en el norte de Chile, es la zona bajo la lupa por una posible actividad de Hezbollah. “Hay una conexión fuerte entre la Triple Frontera e Iquique. Básicamente lo que se pudo pesquisar fue lo financiero, la recaudación de fondos para este tipo de grupos radicales. En cuanto a las células activas o durmientes, hay alertas de Estados Unidos de campamentos de entrenamiento, pero nunca se pudo comprobar”, explica a LA NACION Gilberto Aranda, especialista en Medio Oriente de la Universidad de Chile.
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