“Hay un hartazgo de la gente”: cómo vive la crisis en Cuba un misionero argentino
El sacerdote argentino Carlos Peteira desarrolla su misión pastoral en Yaguajay, a 90 kilómetros de Santa Clara; dijo que “los cubanos tienen un master en paciencia y en desenvolverse en condiciones de muchas limitaciones”
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El clima en Yaguajay, a 90 kilómetros de Santa Clara, es menos convulsionado, pero igual llegan las ondas expansivas de una violencia desenfrenada. Como la imagen de una ejecución contra un manifestante en plena calle, a la vista de todos, en una de las principales ciudades de Cuba. “La situación es de mucha tensión y lo más lamentable, más allá de la escasez, es el enfrentamiento entre cubanos, promovido desde el mismo presidente” Miguel Díaz-Canel, advierte el sacerdote argentino Carlos Peteira, que desarrolla su misión pastoral en la franja norte de la isla.
El padre Peteira, de 57 años, pertenece a la diócesis de San Rafael, que abarca los tres departamentos del sur de Mendoza y hace siete años llegó a Cuba, enviado por su obispo, Eduardo Taussig, como parte de una misión pastoral.
Desde 2014 tiene a su cargo la parroquia San José, de Yaguajai, y comparte la reciente declaración de los obispos cubanos, que llamaron a “no cerrar los ojos” y afirmaron que “el pueblo tiene derecho a manifestar sus necesidades, anhelos y esperanzas y, a su vez, a expresar públicamente cómo algunas medidas le están afectando seriamente”.
En un diálogo telefónico con LA NACION, el padre Carlos cuestionó la arenga de Díaz-Canel, en la que llamó “al pueblo a enfrentar al pueblo” y reavivó enfrentamientos. Describió que la gente está mostrando su hartazgo y que “los cubanos tienen un master en paciencia y en desenvolverse en condiciones de muchas limitaciones”. La saturación, agregó, refleja “una frustración por la falta de proyectos y de sueños”.
-¿Cómo está hoy la situación en Cuba?
-Nosotros estamos a 350 kilómetros de La Habana y a 500 kilómetros de Santiago de Cuba, los lugares más tumultuosos y tormentosos. Pero en la diócesis de Santa Clara la reacción fue fuerte. Yo estoy hace siete años y percibo un hartazgo de la gente. Los cubanos tienen un master en paciencia, en soportar y en desenvolverse aún en condiciones muy difíciles y de muchas limitaciones. Cuba tiene todo para ser un país rico y es un país pobre.
-¿El hartazgo es por la crisis social y económica o por la falta de libertades?
-La gota que rebalsó el vaso fue la falta de medicamentos. La gente no aguantó más. La escasez se nota. En el ánimo se ve la frustración de los sueños. Es una terrible crisis de esperanza, de proyectos. Nada tiene sentido, no vale la pena el esfuerzo, no vale la pena estudiar, no vale la pena trabajar... el único anhelo de los cubanos es irse del país.
-¿Por qué las reacciones surgen ahora?
-En enero pasado, el gobierno planteó un plan de reordenamiento económico y fue un fracaso. Quintuplicó los sueldos, pero fue una mejora ficticia, porque los productos aumentaron 20 veces. La presión de la olla explotó. Son reacciones populares que en algún momento iban a darse.
-¿El gobierno muestra voluntad de llegar a acuerdos?
-Hasta acá, no. La única reacción del gobierno fue la declaración del presidente Díaz-Canel, invitando a la confrontación de revolucionarios contra no revolucionarios, de comunistas contra el pueblo…Lo último que Cuba necesita es un enfrentamiento y un enfrentamiento sangriento.
-¿La tensión se mantiene con el correr de los días?
-Se mantiene, a pesar de que los cubanos son pacíficos. La gente tiene mucho miedo.
-Los obispos cubanos advirtieron que les preocupa “el inmovilismo”. ¿Es un llamado a salir a la calle, a la resistencia?
-Cuando hablan de inmovilismo le reclaman al gobierno que tome medidas. En una carta pública, los obispos pidieron evitar la confrontación de cubanos contra cubanos. Hay que evitar acrecentar las llagas y las heridas.
-¿Surgen reclamos por el ejercicio de la libertad y el acceso a la economía de mercado?
-Se ve en los carteles y en el ánimo de la gente. El pedido de los obispos es libertad y justicia, que en definitiva es lo que todos queremos. En eso el gobierno tiene deudas muy grandes. Hubo actos de apoyo al gobierno para contrarrestar estas manifestaciones y fueron muy pequeños, con gente que fue obligada, con amenazas de pérdida de empleo o descuentos de sueldos.
-¿Había expectativas de mayor apertura tras la salida de Raúl Castro y su reemplazo por Díaz-Canel?
-Sí y el propio Díaz-Canel afirmaba que era una nueva etapa, siempre dentro de una continuidad. Era la expectativa de todos los cubanos. Además, el endurecimiento de Estados Unidos hacia Cuba produjo un gran desaliento y eso el gobierno lo remarca siempre.
-¿Cómo es el manejo de la pandemia en Cuba?
-Hasta hace un mes se controlaba bastante, pero en las últimas semanas despertó con fuerza el Covid-19. Gran parte de la vida de Cuba depende del turismo y en este momento el turismo está paralizado. Las familias están desesperadas por la falta de recursos.
-¿Hay muchos contagios?
-Se venía controlando con unos 1000 contagios diarios y cerca de 10 muertos por día, si bien cada vida vale. Hoy los casos llegan a 6500 cada 24 horas y hubo jornadas con 40 muertos. Es una alarma grande.
-¿La pandemia impacta en las escuelas?
-Sí, es un lamento total. Los chicos están muy controlados y no pueden salir de sus casas, están encerrados. Internet es muy pobre y han hecho intentos de clases por televisión, pero con resultados limitados.
-¿Tienen acceso a vacunas?
-La información oficial es que el número de inoculados es alto, con Soberana y Abdala, las dos vacunas en experimentación. Acá no entraron vacunas de otro lado.
-¿Cómo se desarrolla en este contexto la tarea de la Iglesia?
-No tenemos problemas graves, más que pedir permisos para una procesión, por ejemplo. Los obispos han sido siempre una voz valiente. Pero no tenemos una radio, una escuela, un canal de televisión para hacernos escuchar. Hacemos nuestro trabajo de misión, casa por casa, boca a boca. La visita de Juan Pablo II en 1998 fue un antes y un después, de la noche a la mañana. Su presencia, su palabra y su fortaleza mostraron que la Iglesia en Cuba no estaba muerta y sepultada.
-¿Se mantienen restricciones para la libertad de enseñanza?
-Eso no existe.
Activa presencia de la Iglesia argentina en Cuba
El padre Peteira es porteño y creció en la parroquia San José de Flores, la misma en la que encontró su vocación sacerdotal el papa Francisco. Se formó luego en el seminario de la diócesis mendocina de San Rafael, donde fue ordenado sacerdote y en 2014 se sumó a la misión diocesana enviada por el obispo Taussig a Cuba, parade destinarlo a una parroquia en Cuba le permitió desarrollar su espíritu misionero.
Taussig creó la misión en la diócesis cubana de Santa Clara en 2013, por pedido del obispo local, que pidió sacerdotes para responder a la fuerte devoción que despertaba la Virgen de la Caridad del Cobre, a 400 años de su aparición.
El padre Carlos se siente motivado y agradecido por la experiencia pastoral en la parroquia de Yaguajay y hoy comparte la misión diocesana con el sacerdote Jorge Herrera, enviado también por el obispo de San Rafael.
La presencia de la Iglesia argentina en Cuba se consolidó en los últimos 28 años. Fue precursora la diócesis de San Isidro, cuando monseñor Jorge Casaretto envió cuatro sacerdotes a Holguín en 1993, por un pedido del obispo local ante la escasez de vocaciones. Se trata de la tercera ciudad más importante de la isla caribeña. Con más de un millón de habitantes, apenas tenía 11 sacerdotes. Hoy son 36 curas en la diócesis, que en septiembre de 2015 recibió al papa Francisco.
Hasta la visita de Juan Pablo II a Cuba, en enero de 1998, el trabajo pastoral de los sacerdotes era complicado. Salían en bicicleta y encontraban la resistencia de los agentes del Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Aquel viaje histórico del papa polaco quedó marcado por el encuentro con Fidel Castro, que pudo celebrarse luego de que el régimen cubano suavizara las restricciones, al permitir misas al aire libre, autorizar la entrada de religiosos y declarar feriado el día de Navidad de 1997.
Enviado por Casaretto, en el año 2000 llegó a la parroquia San José de Holguín el padre Marcos Pirán, que se sumó a la misión argentina para servir a los más pobres. Permaneció más de 20 años y, en febrero pasado, Francisco lo nombró obispo auxiliar de la diócesis, lo que redobló sus responsabilidades y desafíos.
El obispo Oscar Ojea, sucesor de Casaretto en San Isidro, continuó el envío de sacerdotes. Entre los que misionaron en Cuba figuran Martín Fassi y Marcelo Mazzitelli, que hoy son obispos de San Martín y auxiliar de Mendoza, respectivamente. También la diócesis de Reconquista mandó entre 2000 y 2004 al padre Dante Braida, hoy obispo de La Rioja, la sede de Enrique Angelelli.
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