¿Hay internas? No como en la política, pero tampoco hay uniformidad de pareceres
La renuncia de Benedicto XVI causó una gran sorpresa en todo el mundo. Elegido en 2005, hoy, a los 85 años, anunció: "Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino".
A su vez, dijo: para "anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado".
Antecedentes semejantes los encontramos sólo si nos remontamos varios siglos, y es uno de los motivos por los cuales llama la atención esta decisión del Papa. Pero también es cierto que en las últimas décadas el avance de la ciencia hace que se prolonguen las expectativas de vida, lo cual no significa que a los 85 una persona tenga la misma capacidad de despliegue físico y anímico que a los 60 o 70.
En octubre pasado me tocó participar en Roma del Sínodo, junto con cerca de 250 obispos de todo el mundo. Durante las tres semanas en que se desarrollaron las sesiones, el Papa participó casi todas las mañanas de 9 a 12. 30 escuchando y tomando apuntes. Se lo notaba lúcido y de muy buen ánimo. Su voz era firme y pausada. Caminaba con paso lento y le costaba subir escaleras.
¿Y ahora? La designación del sucesor le tocará al "cónclave", que significa "con llave", indicando que estarán encerrados hasta elegir al próximo Santo Padre. Del aquél participarán casi 120 cardenales de todo el mundo, quienes, en un clima de oración y discernimiento, verán quién es el más indicado para servir a la Iglesia como papa en este tiempo de la historia. En el Sínodo se plantearon los grandes desafíos que hoy se presentan a la misión de la Iglesia.
¿Hay internas? Así formulan la pregunta en estas horas en algunos reportajes y comentarios. Si lo comparamos con lo que es habitual en organizaciones políticas o sociales, debo decir que no, lo cual no significa uniformidad de pareceres, ya que hay miradas diversas acerca de los desafíos y las respuestas adecuadas a ellos. En esto influyen la propia experiencia de fe y la cultura en que uno vive, el marco teológico de la formación. Por eso hay votaciones, y lleva un proceso de varios días la elección de un nuevo papa.
Después de varios siglos de papas italianos hemos tenido uno polaco y otro alemán. Desconocemos la nacionalidad del próximo, que podrá ser de cualquier continente. Tampoco sabemos si elegirá llamarse Benedicto XVII, Juan Pablo III, Pablo VII o algún otro nombre posible.
Para los católicos, los obispos somos sucesores de los apóstoles, y el papa lo es del apóstol San Pedro. En el Evangelio de San Mateo, Jesús le dice: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt. 16, 18). Tiene la misión de sostener la unidad de la Iglesia y alentarnos en la Misión que el mismo Jesús nos encomienda.
Es apresurado para mí en este día hacer balances del servicio de Benedicto XVI a la Iglesia, y seguramente habrá quienes valoren aspectos diversos. Quisiera no obstante recoger tres elementos importantes: su impulso a la misión dejándonos conducir con libertad por el Espíritu Santo, cuidándonos del gris pragmatismo que deteriora la fe; sus claras normativas a seguir en casos de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes, y su incansable predicación a favor del cuidado del ambiente, casa común de la familia humana llamada a vivir en paz.
Recemos por él y por quien será su sucesor. Necesitamos quien nos conduzca con el estilo de Jesús, Buen Pastor.
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