Fue asesinado en un bombardeo israelí Beirut, luego de varios ataque aéreos que comenzaron el 21 de septiembre; jugó un papel fundamental en la entrada de la organización terrorista a la política libanesa
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El último mensaje del clérigo chiita Hassan Nasrallah, líder del grupo terrorista Hezbollah, se produjo a fines de septiembre, después de que miles de aparatos de comunicación (beepers) usados por miembros de la organización islamista libanesa explotaran y dejaran decenas de muertos y miles de heridos.
“Esto es puro terrorismo. (…) Son crímenes de guerra o, al menos, una declaración de guerra”, afirmó en un discurso televisado en el que culpó a Israel. Su alocución, como solía suceder, fue emitida desde un lugar secreto, ya que el líder vivía oculto por temor a un ataque israelí.
Fueron sus últimas palabras antes de que se confirmara la noticia emitida por las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) de que había sido eliminado en los últimos ataques aéreos sobre Beirut. “Hassan Nasrallah ya no seguirá aterrorizando el mundo”, informaron las FDI en su cuenta de la red social X. Horas después, Hezbollah reconoció que su líder estaba muerto.
Los ataques aéreos israelíes contra objetivos de Hezbollah en el sur del Líbano e, incluso, sobre Beirut, comenzaron el 21 de septiembre. Pero en las últimas horas se produjo un ataque de las FDI contra el cuartel general de la milicia libanesa en Beirut donde, según las fuerzas israelíes, se encontraba el clérigo chiita.
Hezbollah, grupo islamista libanés que cuenta con un poderoso brazo militar respaldado por Irán, se estaba enfrentando con las fuerzas israelíes en la frontera líbano-israelí desde el ataque de Hamas a Israel el pasado 7 de octubre.
Un rol clave para ganar poder
Hezbollah estaba dirigida por Hassan Nasrallah desde febrero de 1992. Popular tanto en Líbano como en otros países árabes, este clérigo chiita era conocido por haber desempeñado un papel fundamental en el giro histórico que dio el grupo terrorista para entrar en la política y ganar poder en la estructura del gobierno libanés.
Hezbollah, actualmente considerado como una de las fuerzas políticas más importantes de Líbano, cuenta con combatientes propios que son aliadas del Ejército de la nación árabe. Hassan Nasrallah era su secretario general y tenía una relación especial tanto con la República Islámica de Irán como con su líder, el ayatollah Alí Khamenei.
A pesar de que Hezbollah fue incluido en la lista de organizaciones terroristas por Estados Unidos, ni los líderes iraníes ni Nasrallah ocultaron su estrecha relación. Al ser un personaje con muchos seguidores pero también enemigos, desde hace años evitaba hacer apariciones públicas por miedo a ser asesinado por Israel.
Sin embargo, el hecho de que viviera escondido no privaba a sus numerosos seguidores de sus discursos, que era distribuidos casi semanalmente y le servían ejercer su poder; en ellos hablaba sobre diversos temas que afectaban a Líbano y al mundo, y trataba de presionar a sus enemigos.
Infancia y adolescencia
Hassan Nasrallah nació en agosto de 1960 en uno de los barrios pobres del este de Beirut, la capital libanesa. Su padre era dueño de una pequeña tienda de comida. Era el mayor de nueve hermanos y tenía 5 años cuando comenzó la guerra civil libanesa, un conflicto devastador que azotó a este pequeño país durante 15 años.
En ella, los libaneses demarcaron fronteras y lucharon entre sí en función de su religión y etnia. La guerra empujó al padre de Hassan Nasrallah a abandonar Beirut y a regresar a su natal Bazourieh, un pueblo en el sur de Líbano con una población mayoritariamente chiita.
Durante su educación primaria y secundaria, pasó varios años formativos en el sur de su país, entre chiitas que recordaban la discriminación y desigualdad que ellos sintieron durante los períodos coloniales del Imperio Otomano y Francia.
Este sentimiento continuó durante el período de independencia, cuando las élites cristianas y sunitas se hicieron con el poder. Durante esta época, se acusó a los grupos de milicias cristianas y sunitas de recibir ayuda extranjera para lograr éxitos militares.
Al mismo tiempo, la población chiita -que es mayoritaria en el sur de Líbano además de en el valle de la Becá,
este del país, junto con un pequeño grupo de cristianos maronitas y ortodoxos-, fue la primera línea en las guerras con Israel.
En ese contexto, Hassan Nasrallah se aferró a su identidad chiita y a sus raíces étnicas, y a la edad de 15 años se convirtió en miembro de la organización político-militar chiita libanesa más importante de aquel momento: el Movimiento Amal, un influyente grupo fundado por un clérigo iraní llamado Musa al Sadr.
Regreso a Líbano y lucha armada
Nasrallah emigró a Nayaf, Irak, cuando tenía 16 años. Irak era entonces un país inestable que había pasado por dos décadas de revoluciones consecutivas y sangrientos golpes de Estado. Durante este período, aunque Hasan al Bakr todavía estaba oficialmente en el poder, Saddam Hussein, entonces vicepresidente de Irak, ya había adquirido una influencia significativa.
Solo dos años después de la llegada de Hassan Nasrallah a Nayaf, los líderes del Partido Baaz Árabe Socialista y especialmente Hussein llegaron a la conclusión de que debían tomar medidas para debilitar a los chiitas.
Una de sus decisiones fue expulsar a todos los estudiantes chiitas libaneses de los seminarios iraquíes. Aunque Nasrallah solo estudió en Nayaf dos años, tras los cuales tuvo que abandonar Irak, su presencia ese país tuvo un profundo impacto en su vida, pues allí conoció a otro clérigo llamado Abbas Mousavi, quien era ocho años mayor y rápidamente asumió el papel de maestro y mentor. Después de regresar a Líbano, ambos se unieron a la lucha en la guerra civil.
Esta vez, sin embargo, Nasrallah fue a la ciudad natal de Abbas Mousavi en el valle de la Becá, donde estudió en un seminario.
La revolución iraní y la creación de Hezbollah
Un año después del regreso de Hassan Nasrallah a Líbano, comenzó una revolución en Irán, en la que Ruhollah Jomeini, que se había ganado la admiración de clérigos como Abbas Mousavi y Hassan Nasrallah, tomó el poder. Este acontecimiento cambió profundamente la relación entre los chiitas de Líbano e Irán.
La vida política y la lucha armada de los chiitas libaneses estuvieron significativamente influenciadas por los acontecimientos en Irán. En 1981, Nasrallah se reunió con el entonces líder de la República Islámica de Irán en Teherán, quien lo nombró su representante en Líbano para “cuidar de los asuntos de la Hisbah (encargada de la defensa de la ‘moral comunitaria’) y obtener fondos islámicos”.
Posteriormente, comenzó a realizar viajes ocasionales a Irán, entablando relaciones con los más altos cargos de ese gobierno.
El sentimiento antioccidental fue una piedra angular del islamismo chiita en Irán, propagado por Jomeini. Al mismo tiempo creció el sentimiento antiisraelí y la llamada causa palestina se convirtió en una de las principales prioridades de la política exterior del Irán revolucionario.
Durante este período, Líbano, ya asediado por la guerra civil y los disturbios, fue una base importante para los combatientes palestinos, quienes tenían una fuerte presencia en el sur del país, además de en Beirut.
Ante la creciente inestabilidad, Israel atacó a Líbano en junio de 1982, ocupando rápidamente zonas importantes. Justificó su ataque como una respuesta a la agresión palestina.
Poco después de la incursión de Israel, los comandantes militares del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en Irán (CGRI), experimentados en guerras convencionales debido al ataque de Irak a Irán, decidieron establecer un grupo de milicias en Líbano. Eligieron como nombre el apodo con el que eran conocidos en Irán: “Hezbollah” (el partido de Dios).
En 1985, se anunció oficialmente su creación. Hassan Nasrallah y Abbas Mousavi, junto con algunos otros miembros del movimiento Amal, se unieron a este grupo recién creado bajo el liderazgo de Subhi al Tufayli. Hezbollah dejó rápidamente su huella en la política regional al llevar a cabo acciones armadas contra las fuerzas estadounidenses en Líbano.
Camino a la cima
Cuando Nasrallah se unió a Hezbollah, tenía solo 22 años y era considerado un novato. A mediados de los 80, mientras la relación de Nasrallah con Irán se profundizaba, decidió trasladarse a la ciudad de Qom, Irán, para continuar sus estudios religiosos.
Durante su estancia en un seminario de la ciudad, aprendió persa y forjó estrechas amistades con las élites político-militares iraníes. Cuando regresó a Líbano surgió un desacuerdo importante entre él y Abbas Mousavi.
En ese momento, Mousavi apoyaba la creciente influencia siria en Líbano bajo el liderazgo de Hafiz al Assad, padre de Bashar al Assad. Pero Nasrallah insitía en que el grupo se centrara en ataques contra soldados estadounidenses e israelíes.
Poco después, fue nombrado “representante de Hezbollah en Irán”. Esta posición lo llevó de regreso a Irán y al mismo tiempo lo distanció. Superficialmente, parecía que la influencia de Irán sobre el grupo libanés estaba menguando y, a pesar del amplio apoyo de Teherán, influir en las decisiones del grupo resultaba un desafío.
La tensión escaló hasta el punto de que, en 1991, Subhi al Tufayli fue destituido del cargo de secretario general de Hezbollah debido a su oposición a la afiliación del grupo con Irán, y en su lugar se nombró a Abbas Mousavi.
Después de la destitución de Al Tufayli, Nasrallah, cuyas opiniones sobre el papel de Siria en Líbano aparentemente habían cambiado, regresó a su país y se convirtió en el segundo al mando del grupo.
Líder de Hezbollah
Abbas Mousavi fue asesinado por agentes israelíes menos de un año después de ser elegido secretario general de Hezbollah. Ese mismo año (1992) la dirección del grupo cayó en manos de Hassan Nasrallah. En aquel momento tenía 32 años y muchos consideraban que su ascenso estaba relacionado con su estrecha conexión con Irán.
Desde la perspectiva de muchos clérigos chiitas, carecía de suficiente educación religiosa y, por esta razón, reanudó sus estudios simultáneamente. Una iniciativa importante en ese momento fue el nombramiento de algunos afiliados y miembros de Hezbollah en las elecciones libanesas.
A un año del fin de la guerra civil libanesa, Nasrallah decidió trabajar para que la rama política de Hezbollah se convirtiera en un actor serio en el país, junto con su rama militar. Como resultado de esta estrategia, el grupo logró ganar ocho escaños en el Parlamento libanés. Pero seguía siendo acusado de planificar y ejecutar operaciones terroristas.
Durante este período ocurrieron el bombardeo al Centro Judío AMIA en Argentina y el ataque a la embajada de Israel en ese mismo país. La base del Acuerdo de Taif que puso fin a la guerra civil libanesa le permitió a Hezbollah conservar sus armas.
Entonces Israel ocupó el sur de Líbano y Hezbollah, como organización que luchaba contra la fuerza ocupante, seguía armada. En la práctica, estas armas se volvieron legítimas y legales.
El apoyo financiero de Irán a Hezbollah también permitió a Nasrallah brindar bienestar y servicios sociales a muchos chiitas libaneses mediante la formación de una compleja red de escuelas, hospitales y asociaciones benéficas.
Esta política, que continúa hasta el día de hoy, se convirtió en uno de los aspectos importantes del movimiento político-social de los chiitas en Líbano.
Retirada israelí y aumento de popularidad
En 2000, Israel anunció que se retiraría completamente de Líbano, poniendo fin a su ocupación de las regiones del sur del país. El grupo celebró este acontecimiento como una gran victoria, cuyo mérito se le atribuyó a Nasrallah.
Esta era la primera vez que Israel abandonaba unilateralmente el territorio de un país árabe sin un acuerdo de paz, y muchos ciudadanos árabes de la región lo consideraron un logro importante. La retirada justificó la legitimidad de que Hezbollah siguiera armado, lo que llevó tanto a grupos políticos rivales como a potencias extranjeras a solicitar el desarme del grupo, petición a la que Nasrallah nunca accedió.
Posteriormente, llegó a un acuerdo para un intercambio de prisioneros tras negociaciones con Israel, lo que resultó en la liberación de más de 400 prisioneros palestinos, libaneses y ciudadanos de otros países árabes.
En ese momento, Nasrallah parecía más poderoso e influyente que nunca, y sus rivales en la política libanesa enfrentaban un serio desafío al enfrentarlo e impedir la expansión de su influencia y poder.
En 2008, a pesar de una reducción de los escaños de Hezbollah en el Parlamento libanés, Nasrallah logró conservar el derecho de veto. Ese mismo año, el gabinete libanés aprobó que se permitiera a Hezbollah conservar sus armas.
A partir de ahí, Nasrallah se convirtió en una figura que ninguna de las élites libanesas logró sacar del campo político o incluso disminuir su poder. Ni la renuncia de los primeros ministros que se opusieron a él, ni siquiera una intervención sin precedentes de Mohamed bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudita, pudieron hacerlo retroceder.
Con el apoyo de Irán, Nasrallah y Hezbollah pudieron sortear crisis como la Primavera Árabe, la guerra civil siria y la larga crisis financiera que azota a Líbano desde 2019. Ahora, Hezbollah se enfrenta al desafío de sobrevivir a la muerte de su líder histórico a los 64 años.
*Por Kayvan Hosseini
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