Hace veinte años, el secuestro de Aldo Moro conmovía a Italia
El 16 de marzo de 1978 fue raptado por las Brigadas Rojas; muchos misterios
En no más de tres minutos, el 16 de marzo de 1978, hoy hace exactamente veinte años, una operación tipo comando sumía a Italia en estado de shock.
Eran las nueve de la mañana, cuando en la esquina de via Fani y via Stresa, en Roma, diez hombres vestidos con uniforme de Alitalia bloqueaban el vehículo del líder de la democracia cristiana (DC), Aldo Moro, y el de sus guardaespaldas. En medio del estruendo de armas automáticas, en pocos segundos asesinaban a cinco personas -dos carabineros y tres escoltas- y secuestraban a una figura clave.
Con ese baño de sangre comenzaba uno de los capítulos más crueles y más nebulosos de la historia reciente de Italia. También, la agonía de un estadista: el 9 de mayo, 55 días después, Aldo Moro era asesinado.
Ese mismo 16 de marzo, las Brigadas Rojas (BR), grupo terrorista de extrema izquierda, reivindicaron el secuestro del cinco veces primer ministro italiano, a través de un llamado a la agencia de noticias ANSA.
Al conocerse la información, el país se estremeció. La acción significaba un ataque al corazón del Estado y a las instituciones democráticas que Moro representaba, y el apogeo de la estrategia del terror brigadista.
En el momento de la emboscada, Moro se dirigía al Parlamento para participar en el debate que otorgaría un voto de confianza al cuarto gobierno de Giulio Andreotti (DC), en base a una coalición demócrata cristiana-comunista.
Ese voto coronaba la estrategia del "compromiso histórico" -el acercamiento de las masas católicas democráticas representadas por la DC y los comunistas, para un gobierno de unidad nacional-, gestada por el secretario del Partido Comunista Italiano (PCI), Enrico Berlinguer, y a la que Moro, presidente de la DC en ese momento, adhería.
El 18 de marzo, después de los funerales de los guardaespaldas del secuestrado, las BR hicieron público su comunicado Nº 1, que contenía una foto de Moro y anunciaba el inicio de su "proceso".
Así, las BR comenzaron a mantener al país en vilo, no sólo a través de sus mensajes, sino también enviando cartas de Moro a las máximas autoridades, en las que se proclamaba favorable a una tratativa.
El gobierno puso en marcha un operativo de búsqueda, redadas policiales y operativos antiterroristas, y optó por no negociar.
El 15 de abril, haciendo oídos sordos a sucesivos llamados de Pablo VI y del secretario de la UN, Kurt Waldheim, las BR anunciaron el fin del "proceso popular" y la condena a muerte de Aldo Moro. Era el comunicado N¡ 7.
El 24 de abril, el comunicado N¡ 8 pidió a cambio del líder de la DC la liberación de 13 brigadistas detenidos, entre ellos, Renato Curcio, el jefe del grupo terrorista. "El intercambio es la única salida", escribió dos días después Moro, en una carta en la que exhortaba a su partido a la negociación y lamentaba su "intransigencia".
El 5 de mayo, el jefe del gobierno, Giulio Andreotti, reiteró su negativa a negociar. Una hora más tarde, apareció el comunicado N¡ 9, el último: "Vamos a terminar la batalla comenzada el 16 de marzo, llevando a cabo la sentencia a la que Aldo Moro ha sido condenado".
La autopsia reveló que Aldo Moro, de 61 años, fue asesinado en la mañana del 9 de mayo. Su cadáver, acribillado por once balas, fue hallado ese mismo día en el baúl de un Renault 4 rojo, en pleno centro de Roma. El lugar era simbólico: a igual distancia de la sede de la DC y de la del PC.
La conspiración
En octubre de 1993, Mario Moretti, un jefe "histórico" de las BR, dijo haber sido el autor material del asesinato, pero a veinte años del secuestro el caso Moro sigue siendo un misterio.
Nunca quedó claro el papel que desempeñó la dirigencia política: para muchos, no hizo todo lo posible para salvar a Moro, y para algunos sectores de la izquierda radicalizada fue "cómplice del asesinato".
Hace veinte años, en Italia, pese al desorden y a la inseguridad, los vientos de la historia no soplaban hacia la derecha, sino todo lo contrario. Moro lo sabía y por eso era uno de los pocos hombres de la DC que apostaba al "compromiso histórico", a un gobierno que incluyera a los comunistas.
Quienes sostienen la teoría de la conspiración dicen que no sólo las BR -que consideraban inconcebible el ablandamiento de posiciones del PCI- se beneficiaban con la desaparición de Moro, sino también aquellos sectores políticos anticomunistas acérrimos, locales y extranjeros.
La comisión parlamentaria que investigó el caso encontró puntos oscuros en el desarrollo de la pesquisa.
Como recuerda Graziano Galassi, uno de los 12 miembros del comité de seguridad, 8 eran hombres de la P-2, de Licio Gelli, así como casi toda la cadena de mando de los servicios secretos. Además, en el comité participó un experto de la CIA que se empeñó en demostrar que Moro no era imprescindible para el gobierno y la nación.
Además, siempre generó interrogantes cómo las BR organizaron en el centro de Roma y en pleno día el secuestro, y los 55 días de cautiverio del líder de la DC, transcurridos sin molestia alguna. Como también, el hecho de que durante ese tiempo no hubo arrestos, y que el Ministerio del Interior difundió fotos de terroristas buscados... que ya estaban en prisión.
Por otra parte, se descubrió que la impresora de los comunicados de las BR provenía de las oficinas de los servicios secretos que entrenaban a los miembros de la Gladio, la fuerza paramilitar adiestrada y equipada por la NATO y los EE.UU. para prevenir un posible golpe comunista en Italia.
Ese mismo año, en un departamento de Milán, fueron halladas cartas inéditas de Moro. Los manuscritos conmovieron a Italia y causaron revuelo en la DC. Sobre todo, por una frase dirigida a sus compañeros Andreotti y Cossiga, en la que Moro, desde su calvario, incriminó: "Podrían haber hecho algo más".
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