"Hace mucho que imaginé esto", afirmó Bradbury
Por supuesto que sabía que el día llegaría. Quién más si no el incansable Ray Bradbury podía jugar con la idea del hombre común disfrutando sus vacaciones en el espacio.
"Hace mucho tiempo que imaginé todo esto", confirmó el escritor a La Nación cuando se le preguntó sobre el novedoso viaje de Dennis Tito, el excéntrico norteamericano que pagó 20 millones de dólares para flotar ingrávido en la cápsula Soyuz.
"Calcule que empecé a escribir hace más de 60 años, por lo que vislumbré todo tipo de sucesos, la mayoría mucho más aventurados que éste", aseguró desde su casa en Los Angeles, y añadió: "Aún nos falta visitar como turistas la Luna, Marte..., tantos lugares". De hecho, a mediados del siglo XX Bradbury imaginó a los hombres conquistando un planeta Marte de arenas rojas y ríos multicolores. En "Crónicas marcianas", el primer viaje tripulado a ese submundo fantasmagórico, ocurría en 1999. Por eso, este adelantado y visionario de 80 años, que sigue sosteniendo que el hombre pisará Marte antes del 2020, no puede más que reírse de las acaloradas discusiones que se han suscitado en torno del viaje de Tito, que con su odisea espera haber abierto un camino a las estrellas para "gente normal".
"El hombre sólo estuvo unas horas en el espacio y ya se está hablando de contaminación turística en el cosmos", se queja, incrédulo, el hombre que tiene miedo a los aviones, que no usa computadora ni tiene timbre en su casa y que prefiere observar el universo tendido en su hamaca.
Y, en cuanto al revuelo que el empresario californiano generó al desembolsar tantos billetes para concretar su sueño de la infancia - algunos sectores temen que la investigación espacial degenere en un negocio para las agencias que controlan el espacio-, el autor de "Farenheit 451" advierte: "Es su plata y puede gastarla como quiera. Deberíamos dejarlo en paz".
Un consejo que Tito, quien en estos días se convirtió en el primer chef de la estación Alfa, escuchó más de 20 horas de ópera con sus auriculares, fotografió la Tierra a más de 350 kilómetros de distancia y durmió como un lirón, parece seguir al pie de la letra.