Gustavo Petro advierte que podría no reconocer el resultado del ballotage en Colombia: “Si decimos que hay fraude es porque lo vimos”
El candidato de la izquierda aspira a superar el domingo a Rodolfo Hernández, en una disputa que en las encuestas se muestra en empate técnico
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BOGOTÁ.- Gustavo Petro (Ciénaga de Oro, 1960) está al teléfono con unos empresarios. Sus dos principales asesores, cada uno a un lado de la mesa, asienten y gesticulan silenciosos para no interrumpir la conversación. Su hija Sofía pasa por detrás, camino de la cocina, para prepararse el desayuno. Su casa de Bogotá se ha convertido en la sede de la campaña. Petro dedica la mañana al asunto al que le ha puesto más energías durante este proceso electoral: combatir la petrofobia.
El domingo, cuando se cierren las urnas, se sabrá si existe una mayoría de colombianos que ha decidido por primera vez dejar el país en manos de un político de izquierda. La otra opción es Rodolfo Hernández, un empresario de la construcción de 77 años con el que nadie contaba a estas alturas. Las encuestas arrojan un empate técnico entre dos candidatos que genera ansiedad a sus críticos. Con llamadas a los más poderosos de este país, como los que escuchan al otro lado del teléfono, Petro quiere representar el cambio sereno. “Hay que cambiar el clima de odio y sectarismo que hay en Colombia”, sostiene.
—Si gana la presidencia llega con un mensaje de cambio, ha hecho muchas promesas. ¿Teme decepcionar a sus votantes?
—Para nada. Los cambios son realizables en cuatro años. Se puede empezar la transición a las energías limpias, a construir una economía productiva y a reformar el sistema educativo colombiano para lograr que la juventud pueda acceder a él. Las reformas que impliquen proyectos de ley y que necesiten debate parlamentario se construirán en la medida que construyamos escenarios de concertación. No serán reformas impuestas, sino debatidas.
—¿Da tiempo en cuatro años a llevar a cabo tareas tan ambiciosas como la descarbonización de la economía?
—Tenemos una década para ese objetivo. Son tres gobiernos sucesivos los que tienen que ir hacia la descarbonización de la economía. Es difícil, nuestra economía tiene una fuerte dependencia del petróleo y el carbón.
—¿Valora la posibilidad de someterse a una reelección?
—No.
—¿Cómo ha impactado en la campaña la revelación de los videos de sus reuniones privadas con sus asesores?
—Estamos ante un Watergate. Son 11 meses continuos de comunicaciones interferidas y grabadas. No existe un archivo de grabaciones políticas igual en Colombia Humana. Estas grabaciones están hechas desde fuera, y para eso se necesita una capacidad tecnológica importante. Espero que no esté el actual gobierno en esa operación porque sería terrible. Ahora ese material está en manos de la prensa. Hay algo curioso: en todas esas horas de grabación no digo que vaya a expropiar a nadie, ni que vaya a convertir Colombia en Venezuela. Demuestra que eran campañas construidas por nuestros rivales para darle miedo al electorado.
—Más allá de que no haya nada ilegal, sí se habla de estrategias contra los opositores. ¿La política siempre es así?
—Los contradictores van a hacer fuerza de las debilidades y tú tienes que dar un extra donde tienes ventajas. Eso es una estrategia, que es lo que aplica ahora Rodolfo Hernández para no debatir conmigo. Sus estrategas saben que yo tendría ventaja. No dar un debate ante la sociedad tiene un peso ético porque debatir es una de las esencias de la democracia. Por otra parte, se puede criticar, pero no mentir. Desde el otro lado construyeron la estrategia, por ejemplo, de que le voy a quitar las pensiones a la gente. En realidad, es una reforma que defiende lo contrario, que tres millones de personas de la tercera edad sin ingresos los tengan. Esa es una estrategia construida sobre la base de la mentira. Yo tengo una máxima: no atacar a rivales con mentiras o con su vida privada.
—¿Aceptará los resultados si pierde?
—Tenemos controles sobre la Registraduría [el órgano encargado de dirigir y organizar las elecciones], que tiene movimientos muy sospechosos. No hay neutralidad en la cúpula de la Registraduría. Tiene una afinidad clara con el otro candidato. En las primarias detectamos alteraciones en el software. A nosotros no nos permitieron hacer la auditoría técnica y el registrador incumplió el fallo judicial porque el software no es del Estado, sino alquilado a una empresa privada que ha demostrado que puede ser permeado en unas elecciones. ¿Eso qué significa? Que hay un inmenso peligro, debemos tener nuestros propios controles. Quizá contar voto a voto, de tan apretados como están los números. Si un resultado transparente me es adverso, lo aceptaré. Igual si gano, pero tiene que ser transparente.
—¿La misma noche electoral sabrá si existe ese grado de transparencia?
—Lo detectamos por controles exclusivamente nuestros. En las elecciones parlamentarias de marzo descubrimos que habían desaparecido unos 700.000 votos nuestros en el preconteo. Se pudieron restituir, pero nos tocó avisarlo.
—¿Cuál sería el escenario si sus controles detectasen anomalías?
—El escrutinio tiene unos mecanismos judiciales que incluyen abrir mesas y contar de nuevo los votos, como en cualquier otro país. Es el mejor mecanismo si existe una aberración del software.
—¿Qué es lo que le hace pensar a usted que la Registraduría apoya a Rodolfo Hernández?
—Tenemos esa certeza de que no hay neutralidad en la cúpula de la Registraduría en estas elecciones. Yo estaba hablando con el registrador cuando la reunión se interrumpió abruptamente porque llegó el otro candidato. El registrador suspendió la conversación para irse a reunir con él. Sabemos de las reuniones que ha habido, de los comentarios que se hacen en esas citas de alto nivel.
—Si la noche del domingo denuncia fraude electoral. ¿No teme un estallido social?
—Si decimos que hay fraude es porque lo vimos, lo comprobamos. Y si lo comprobamos, hay unas acciones legales a seguir que deben evitar cualquier tipo de confrontación. Con tranquilidad se puede corregir el fraude. Obviamente son momentos tensionantes, como en cualquier elección de cualquier país. Espero que eso no pase. Siempre se lo he dicho a la cúpula de la Registraduría: piensen en Colombia, no nos la vayan a llevar a una situación de peligro haciendo fraude.
—¿Tiene dudas sobre la legalidad de la campaña de su oponente?
—Está acusado ante los jueces por un caso de corrupción con indicios muy fuertes. Y alguien imputado no puede financiar una campaña, ni siquiera la propia. Si pasa al sistema de juzgamiento del presidente, que en esa etapa es la Corte Suprema, la norma colombiana establece que de inmediato se le suspende. No podría ser presidente.
—Sus relaciones con una parte del Ejército son tensas. ¿Qué hará con el general Zapateiro (jefe del ejército colombiano) si llega a la presidencia?
—La cúpula se cambia. Tenemos que hacer una selección compleja, tengo que decirlo. Esa cúpula del Ejército y de la Policía tiene que garantizar un máximo respeto a la Constitución y mitigar los efectos de la corrupción, sobre todo en la policía. Hay que acabar con la política construida sobre el enemigo interno que ha llevado a unas violaciones tremendas de derechos humanos, como el asesinato de 6402 jóvenes para hacerlos pasar como bajas guerrilleras. Esta nueva cúpula debe abrir la carrera militar y policial a la base misma de la institución. Debe garantizar procesos educativos generalizados en toda la tropa y en la fuerza pública general, y debe garantizar un sistema de ascensos generales basado exclusivamente en el mérito y no en las relaciones políticas.
—¿Se equivocó de estrategia preocupándose solo de Fico Gutiérrez en la primera vuelta?
—En una de esas reuniones que nos grabaron (se ríe) se puede ver que teníamos dudas de que Fico fuera el rival a derrotar. Advertí que podía ser Rodolfo, y varios de mis asesores también. Aunque sí creo que se hizo demasiado énfasis en superar a Fico porque pensábamos que el apoyo del Gobierno y las clientelas políticas no lo iban a dejar derrotar. Al final todo eso pasó a apoyar a Hernández y se creyó que esa suma matemática iba a derrotarme. Hasta hoy los números indican que vamos delante en las encuestas, veamos si eso se vuelve realidad.
—¿Qué ven en Rodolfo Hernández quienes querían un cambio y votaron por él en lugar de a usted?
—Él trata de levantar las banderas de cambio y lucha contra la corrupción, que son las de mi campaña. Le va bien en sus formas comunicacionales. Pero el secreto consiste en que la gente no lo conoce. Alrededor de una persona desconocida se construye una gran burbuja electoral que derrota a Federico. El problema es que la gente empieza a conocerlo. Entonces la bandera anticorrupción resulta que está en manos de un hombre que está siendo juzgado por corrupción y con pruebas muy fuertes. Y la bandera del cambio está siendo manejada por una persona que es casi como un banquero, enriqueciéndose a partir de la usura, del dinero prestado a sus deudores. Ahí empiezan a teñirse un poco sus banderas y es lo que nos está permitiendo pasar a la delantera. Cuanto más se conoce, más cae en las tendencias.
—Hay un porcentaje de electores que votaría por cualquiera antes que por usted.
—La inercia es más poderosa que el cambio. Solo en momentos específicos de la historia de una sociedad se hace mayoritario el cambio porque lo que hay se vuelve insostenible. Creo que en Colombia llegamos a ese momento. Sin embargo, las fuerzas de la inercia, de mantener las cosas como están, se mantienen. Primero, por la gran marca uribista que tienen esas fuerzas que han dirigido el país durante todo este siglo. Y segundo, porque hemos vivido guerra, porque hay una violencia que lleva a que las diferencias políticas se tramiten a través de métodos violentos, de sectarismos y de odios. Por eso hay una masa de la población que está alrededor del antipetro, porque ve en Petro una serie de miedos: al comunismo, a Venezuela, a las transformaciones económicas. Pero mi opinión es que ese antipetrismo es ya minoritario, por eso podemos ganar.
—¿Reconoce algún error propio a lo largo de su carrera que haya generado ese rechazo?
—Errores hay muchos en la vida de un parlamentario. Pero el antipetrismo surge en los debates del descubrimiento de la parapolítica. El 35% del Senado fue a parar a la cárcel. Y allí, contrario a lo que yo pensaba, la sociedad de hace 20 años castigó al que había hecho los debates. Fue peor para mí que para los senadores que a la postre la justicia terminó condenando. Ahí se forjó ese núcleo.
—La demolición del centro, de la que se habla en los videos publicados, ¿no ha acabado perjudicándolo electoralmente?
—No entendí muy bien cómo pudieron autodestruirse. Ellos pudieron tener unos tres millones de votos, pero los fueron dejando ir. En su mayoría, yo creo que pasaron a nuestra fuerza, igual que muchos de sus dirigentes.
—¿Qué haría para superar la fractura de Colombia?
—Si gano las elecciones voy a convocar a un gran acuerdo nacional con una arquitectura basada en diálogos regionales vinculantes. E indudablemente toda esa dirigencia del centro, e incluso Álvaro Uribe o quienes designen, van a ser convocados al diálogo que el presidente citará buscando las reformas. Me parece clave cambiar el clima político de Colombia de odio y sectarismo que hay hasta hoy.
—Los más cercanos lo describen como terco, despistado y ensimismado. ¿Usted cómo se define?
—Tienen razón. Soy ensimismado. No soy muy parlanchín. Lo que pasa es que tengo una paradoja y es que en la plaza pública y en el debate soy buen orador, pero en la vida cotidiana tiendo a ser más reflexivo. Soy terco, ¿cómo se explica que a estas alturas esté aquí si no es por terquedad? Y en las cosas personales soy despistado. Por eso yo no conduzco un coche. La última vez que manejé un vehículo fue entre Bruselas y Barcelona y allá pues era fácil relativamente, pero cuando entré al centro de Bogotá fue dramático. Pensé que podía hacerle daño a alguien. No volví a coger un volante.
—Si el domingo no gana, ¿le habrá merecido la pena todo este sacrificio familiar y personal?
—Desde un punto de vista personal, puedo decir al cabo de 62 años que es una experiencia que más o menos va terminando una obra política. Desde el punto de vista de la sociedad, de la historia, sí está comenzando. Es otro tipo de ciclo, una fuerza que nunca había tenido el progresismo en Colombia. El cambio viene porque viene. Ahora, ¿quiénes lo harán? Ya lo veremos.
—Hace unos meses, en otra entrevista con EL PAÍS, dijo que si perdiese dejaría la política y se dedicaría a escribir. ¿Lo mantiene?
—Sí, pero mi idea es ganar.
—¿Qué sensación tiene a seis días del domingo?
—Estadísticamente estamos en un empate técnico. Rodolfo venía de la idea de la sumatoria matemática de Fico y Rodolfo, pero casi al instante comenzó una tendencia de declive, que se vio interrumpida por los vídeos, pero duró un día de la interrupción. Lo que hemos visto es que continúa la tendencia de ascenso del lado nuestro y descenso de Rodolfo Hernández. Vengo de estar en Santander, que es la región que más le apoya, y el ambiente que vivimos fue apasionante.
—¿Teme la posibilidad de un magnicidio?
—Todo el tiempo estuvo latente el problema. Las amenazas son diarias y no les hago caso, pero las informaciones nos mostraron diversos escenarios de atentado y eso nos llevó muchas veces a suspender giras o a blindarnos. Fue una mala decisión porque la imagen final de la primera vuelta, que era tan importante, fue la de un hombre prácticamente acorralado entre blindajes y separado de la multitud. Eso generó una imagen muy fría, muy de caudillo. Entonces cambiamos la estrategia hacia una más segura, que es el contacto personal. Dormir en casas de pescadores, de campesinos y de pequeños industriales. Fue muy bonito ver cómo duerme la gente excluida de Colombia.
—Le costó tomar la decisión de poner como fórmula a Francia Márquez.
—No fue muy difícil. Ha sido un símbolo muy importante de la campaña. Además de sus cualidades personales, representa la esencia de nuestro programa, que es la lucha contra la discriminación y la exclusión en todos los sentidos. Exclusión como mujer, exclusión como persona negra, exclusión por ser de territorios olvidados.
—Si pierde, ¿se irá o se quedará en Colombia?
—No me siento viviendo fuera de mi país, pero el peligro será inmenso. Imagínate un hombre con hasta 10 millones de votos que cuestiona el establecimiento. Se vuelve difícil la existencia y más con la tradición violenta que hay en el país. Será un tema a pensar. Espero más bien poderme alojar en el Palacio de Nariño para después volver a dormir en las casas del pueblo colombiano.
—A ese joven que se apodaba Aureliano, en el M-19, ¿alguna vez se le pasó por la cabeza que podría estar aquí en estas circunstancias?
—No pensaba en ser presidente, solo pensaba en cambiar el mundo.
Por Juan Diego Quesada e Inés Santaeulalia
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