Guerra Rusia-Ucrania. Vladimir Putin se acerca peligrosamente a un punto de no retorno
Su decisión de poner en alerta las fuerzas de disuasión marca una nueva escalada de la que le será difícil salir sin perder la cara; la dura reacción de Alemania, un factor clave
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PARÍS.– Era exactamente la decisión que temían los expertos de la OTAN que, en off, lo califican de “punto de no retorno”: al frente de la primera potencia nuclear militar del planeta, Vladimir Putin ordenó este domingo poner en estado de alerta de combate “sus fuerzas de disuasión”, que pueden incluir componentes atómicos.
“Ordeno al ministro de la Defensa y al jefe de estado mayor de las fuerzas armadas poner las fuerzas de disuasión en régimen especial de alerta de combate”, declaró ante la televisión en un breve mensaje junto a sus jefes militares, en el cuarto día de su invasión a Ucrania y cuando sus tropas no parecen avanzar con la rapidez que había previsto.
“Entendido”, asintió en forma lacónica el ministro de la Defensa y su mayor amigo, Sergueï Choïgou.
Putin justificó su decisión por “las declaraciones agresivas de varios responsables de la OTAN” en las últimas horas. También criticó las sanciones económicas tomadas por Occidente para castigar su invasión a Ucrania, calificándolas de “ilegítimas”.
Según el ministerio ruso de Defensa, las fuerzas de disuasión rusas son un conjunto de unidades cuyo objetivo es desalentar un ataque contra el país, “en caso de guerra, incluso implicando la utilización de armas nucleares”. Esas fuerzas están equipadas de misiles, bombarderos estratégicos, submarinos y navíos de superficie. En el plano defensivo comprenden un escudo antimisiles, sistemas de control espacial, de defensa antiaérea y anti-satélite.
Pero, si bien a nadie quedó claro el alcance concreto de su orden, su alusión a la amenaza nuclear no es la primera. La semana pasada, advirtió que cualquier país que se animara a interferir con su operación contra Ucrania, sufriría “consecuencias jamás vistas en la historia”. Al mismo tiempo, desplegó misiles tierra-aire y otros avanzados sistemas del mismo tipo en Bielorrusia y desplegó su flota en el mar Negro para disuadir cualquier intervención occidental.
“Es difícil decir que significó específicamente esa orden. Si bien no parece ser la preparación para un primer ataque, deja claro que convierte en posible una respuesta nuclear”, analiza Pavel Podvig, analista del proyecto Fuerzas Nucleares Rusas, organización basada en Ginebra.
No parece ser, en todo caso, el nivel más alto de alerta, que incluiría bombarderos cargados con armas listos para despegar: “Se trata más bien de una acción que permite al estado mayor reaccionar rápidamente en caso de necesidad”, agrega. “Pero es un nivel extremadamente alto”, resume.
Mientras las cancillerías occidentales se sumieron en una frenética actividad para tratar de coordinar una respuesta acorde, la Casa Blanca reaccionó acusando a Putin de “fabricar nuevas amenazas”, mientras su embajadora ante Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, calificó esas declaraciones de “inaceptables”.
“Esta guerra es responsabilidad de Vladimir Putin”, subrayó, a su vez, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien sostuvo que las nuevas declaraciones del jefe del Kremlin se suman a la “retórica agresiva” de las últimas semanas.
Para el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, se trató de una forma de “presionar” a la delegación ucraniana que se dirige a la frontera bielorrusa para negociar con Moscú en el cuarto día de invasión.
Pero los especialistas disienten. Porque los reproches del jefe del Kremlin estuvieron específicamente destinados a la OTAN y a Occidente, que decidió durísimas sanciones financieras que podrían asfixiar la economía rusa en poco tiempo. La primera de ellas, el bloqueo del Banco Central ruso, que no podrá así utilizar los 630.000 millones de dólares de reservas de cambio que había amasado para hacer frente a la situación, como tampoco sostener el rublo.
“No solo la dureza de las medidas y la determinación de los aliados lo sorprendió. También pareció enloquecerlo la revolución copernicana de Alemania, que pasó en 24 horas de ser el gran defensor del diálogo y la distensión a convertirse en la principal potencia militar de Europa, con un presupuesto para ese sector mucho mayor que el de la propia Rusia”, analiza el historiador ruso-francés Andrei Kasovoi.
En efecto, en un giro espectacular e inesperado, la coalición de gobierno alemana dirigida por el social-demócrata Olaf Scholz, anunció hoy ante el parlamento un presupuesto inmediato de 100.000 millones de euros para fortalecer las fuerzas armadas, así como un aumento del gasto de defensa en los próximos años. En 2020, Rusia destinó 54.740 millones de euros en ese rubro.
Scholz admitió que la crisis en Ucrania obligó a Alemania a tomar esa decisión: “Es evidente que debemos invertir mucho más en la seguridad de nuestro país, para proteger nuestra libertad y nuestra democracia”, dijo.
El cambio espectacular de doctrina había comenzado dos días antes, cuando Berlín también decidió autorizar por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el envío de armas y otro material militar a Ucrania, incluyendo misiles tierra-aire Stinger, combustible y armas anti-tanques. Alemania fue criticada durante mucho tiempo por sus aliados por su resistencia a aumentar su gasto militar que, del 1,5% de su PIB ahora superará el 2%. Una posición que responde a un fuerte sentimiento pacifista del electorado, ligado al pasado nazi del país.
Justamente, el envío de armas a Ucrania por parte de la mayoría de los países occidentales podría ser otra razón de la irritación de Vladimir Putin, incluido el despliegue de fuerzas defensivas suplementarias en los países del flanco este de la OTAN.
“Es probable que su error de cálculo haya sido que los occidentales reaccionaron en forma tan tibia cuando le hizo la guerra a Georgia, en 2008, y cuando anexó la península de Crimea en 2014, limitándose a imponer algunas sanciones que Rusia nunca tuvo problemas en eludir. Tal vez pensó que esta vez sería lo mismo”, analiza Andrei Kasovoi.
“El problema es que ahora que mostró los dientes públicamente, le resultará imposible perder la cara”, agrega.
En el único episodio semejante de la era moderna, la crisis de los misiles de Cuba en 1962, la pulseada entre Nikita Khruschev y John F. Kennedy se realizó con extrema discreción (sin apariciones públicas). Esto permitió la resolución de la crisis, aunque tiempo después el ya ex secretario general del Partido Comunista ruso fue sometido a la acusación de “traición” por parte de su politburó. Hoy, el presidente ruso es como un rey desnudo, cuya obsesión por convertirse en el hombre que “devolvió la dignidad” al gran imperio ruso, lo llevó a repetir hasta el cansancio públicamente sus objetivos militares y sus reproches.
En esas condiciones, el grave problema para Occidente es que ahora Vladimir Putin no podrá perder la cara.
Y Kasovio asiente: “Conociéndolo, solo le queda seguir escalando. Como si hubiese llegado al punto de no retorno”.
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