Guerra Rusia-Ucrania. Rusia-India-China: el nuevo frente estratégico al que apuesta Putin para desafiar a Occidente
Moscú explota la desconfianza hacia Washington y sus aliados para erosionar el consenso global sobre Ucrania y se esfuerza en obtener una alianza estratégica con Pekín y Nueva Delhi
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PARÍS.– Mientras europeos y estadounidenses hacen todo lo posible para evitar que la guerra en Ucrania se transforme en un enfrentamiento entre Rusia y Occidente, Moscú sueña con transformar su insensato gesto en el advenimiento de un nuevo orden mundial.
Más allá de los combates y los sufrimientos del pueblo ucraniano, para los responsables europeos y norteamericanos ese es el verdadero peligro planteado por la prolongación del conflicto desencadenado por Vladimir Putin el 24 de febrero. Moscú puede haber sido marginado en Naciones Unidas, como varias votaciones lo demostraron desde que comenzó la invasión. No obstante, el Kremlin persiste en presentar el enfrentamiento como una confrontación binaria entre Rusia y el mundo occidental.
A través de su poderosa maquinaria propagandística, Moscú difunde por las redes sociales mapas elocuentes que pretenden desmentir la realidad del aislamiento ruso: el acercamiento de Rusia, la India y China (RIC) —para el cual el autócrata ruso hace todos los esfuerzos posibles— es presentado como el punto central de un nuevo orden mundial, en detrimento de Washington y de sus aliados europeos, golpeados por el retorno de la guerra en un continente “declinante y dividido desde hace mucho tiempo”, según el Kremlin.
En el papel, si se tienen en cuenta las votaciones en Naciones Unidas de las últimas semanas, la marginación de Rusia de la comunidad internacional no plantea dudas: 141 países condenaron la guerra y pidieron un cese del fuego una semana después de la invasión de Ucrania. Solo cuatro (Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea) votaron en favor de Moscú. Pero otros 35 se abstuvieron, comenzando por China, la India y varios Estados africanos y del Golfo.
Poco después, la votación sobre la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas confirmó que ese consenso inicial era frágil: 93 Estados (sobre 193) votaron a favor, 24 en contra (incluida China esta vez), y 58 se abstuvieron, entre ellos, numerosos emergentes.
“Existen muchos países indiferentes a la guerra, que no quieren tomar partido en un conflicto entre grandes potencias y se inquietan de las consecuencias que tendrá en los precios de la energía y los productos alimentarios”, analiza Pascale Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas. “Rusia está aislada, es verdad. Pero muchos han decidido no ponerse de parte de Ucrania y de sus aliados occidentales”, agrega.
¿Cómo explicar tal situación cuando las atrocidades cometidas por los soldados rusos contra los civiles, los ataques contra estaciones de ferrocarril y hospitales o el sitio de Mariupol suscitan una inmensa indignación, al menos en el mundo occidental?
“Muchos países han decidido guardar sus distancias con un conflicto del cual temen sus efectos. Pero, sobre todo, porque la defensa de los grandes principios esgrimidos por los occidentales no siempre es juzgada creíble”, explica Boniface. “El sentimiento de esa parte del globo es que la emoción de Occidente es a geometría variable y que la erosión del derecho internacional comenzó durante la guerra de Kosovo, con la intervención de la OTAN contra Serbia en 1999, y sobre todo durante la guerra de Irak en 2003″, señala.
Nuevo frente
Rusia no deja de utilizar esos dos episodios como argumento para denunciar el intervencionismo de Estados Unidos y sus aliados desde el fin de la Guerra Fría y para intentar formar ese nuevo frente geoestratégico global que pondría de rodillas, de una vez por todas, la hegemonía occidental.
En todo caso, las razones que explican las diferentes posiciones son múltiples. En África, Rusia tejió desde hace mucho tiempo lazos con Libia, con República Democrática del Congo o con Malí, desplegando un discurso poscolonial, en la misma línea seguida por la antigua URSS.
“En América Latina, una forma de antiamericanismo casi primario incita a no criticar a Putin y a ponerse de su lado sin ninguna reflexión”, analiza Laurence Lardon, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
La abstención inicial de China, por su parte, podría ser interpretada como una forma de “engorro” frente a la actitud belicosa de su socio ruso, más allá de los gestos de acercamiento puestos en escena durante la inauguración de los Juegos Olímpicos a comienzos de febrero, 20 días antes del comienzo de las hostilidades. Y lo mismo podría decirse de la India.
En las capitales occidentales quieren creer que tanto Pekín como Nueva Delhi tienen interés en un rápido cese del fuego, a fin de no obstaculizar sus respectivos crecimientos económicos. Es verdad en cierto sentido. Pero, socia de Estados Unidos, la India también es una vieja aliada de Rusia, uno de sus principales proveedores de armamento frente a la todopoderosa potencia china en la región.
La diplomacia india del grand écart no tiene nada de nuevo. Anclada en el principio del no-alineamiento, el pragmatismo estratégico de Nueva Delhi le permite tratar con varios interlocutores en forma simultánea. Sus alianzas, con Moscú por una parte y con Europa por la otra, así como sus socios en la cuenca indo-pacífica la ayudan a mantener a distancia a sus dos grandes enemigos: China, su rival expansionista, que despliega peligrosamente sus soldados en la frontera del Himalaya, y Pakistán, su hermano enemigo, siempre irritado por la reivindicación de Cachemira, una de las regiones más militarizadas del mundo.
Posición intermedia
“La India necesita a Estados Unidos para hacer frente a los desafíos en el espacio marítimo. Y a Rusia para afrontar a aquellos en la meseta continental”, escribe Nandam Unnikrisshnan, de la Observer Research Foundation, un think tank basado en Nueva Delhi. Por temor a que Rusia se acerque aun más a China y a Pakistán, la India se retiene de criticar la guerra de Putin en Ucrania.
“Todos esos países se encuentran en una posición intermedia, lo que no los convierte en apoyos incondicionales de Rusia. Hay Estados, como la India, que se encuentran entre dos aguas: fundamentalmente, no apoyan la idea de un mundo imperial donde un poderoso vecino pueda imponer sus ideas. Pero tampoco se sienten cómodos con la aplicación de sanciones directas”, observa Boniface. En esas condiciones, los esfuerzos rusos para crear ese nuevo mundo anti-occidental podrían tomar su tiempo, aunque tampoco es imposible.
Para el investigador Richard Gowan, director del buró de Naciones Unidas de la ONG International Crisis Group en Nueva York, el mundo estaría sin embargo asistiendo al “renacimiento de un no-alineamiento como principio diplomático”.
“Mientras Ucrania y sus aliados fueron capaces de reunir un significativo apoyo, un creciente número de no-alineados decidirá abstenerse en las futuras votaciones sobre la guerra, si ella perdura”, previene. Y eso conviene a Moscú.
Esa “neutralidad” o “equidistancia” reivindicadas por dos tercios de la comunidad internacional provoca escalofríos en los dirigentes occidentales, que se esfuerzan en desmontar los argumentos rusos.
“Cada vez que Rusia evoca una guerra contra Occidente, nosotros decimos que se trata de una ruptura con los principios fundamentales de la comunidad internacional. En ningún caso debemos prestarnos a la interpretación rusa del conflicto”, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian a comienzos de abril. “Debemos por el contrario tratar de unir en torno a los principios de Naciones Unidas”, insistió.
Pero nada será fácil. En los próximos meses, las líneas de fractura reveladas por el conflicto en Ucrania complicarán sin duda los trabajos de todos los foros internacionales, comenzando por la cumbre del G-20, las 20 principales potencias económicas del planeta, prevista en octubre en Indonesia. Contra la opinión de China y del país anfitrión, Joe Biden sugirió excluir al presidente ruso. Y en caso de que asistiera, el jefe de la Casa Blanca exige que se invite al mandatario ucraniano, Volodimir Zelensky.
Hasta entonces, Moscú seguirá intentando obtener cada vez más apoyos, poniendo un esfuerzo particular en obtener una sólida alianza estratégica con China y la India. Como en una endemoniada partida de ajedrez, los occidentales, por su parte, están haciendo todo lo posible para lograr un jaque mate que eche por tierra ese proyecto.
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