Guerra Rusia-Ucrania. Qué es exactamente un oligarca ruso, una de las patas que sustenta el poder de Vladimir Putin
Con la invasión a Ucrania comenzó a tomar relevancia la elite del poder económico, que recibió sanciones de Occidente; la mayoría se beneficio con el desguace de sectores estratégicos tras la implosión de la Unión Soviética
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WASHINGTON.- Oligarca, una palabra que refiere a las élites ricas, gente que no solo tiene poder y dinero, sino el control de suficientes recursos para influir significativamente en la política y el gobierno.
Una palabra también fuertemente asociada a los ricos y poderosos de Rusia, sobre todo a los que amasaron sus fortunas en la era postsoviética, incluidos algunos que siguen fuertemente vinculados al Kremlin.
La oligarquía es el gobierno de unos pocos. Y además, el Diccionario Oxford, en inglés, define “oligarca” como “una persona extremadamente rica y poderosa, especialmente los rusos que se enriquecieron en los negocios tras el final de la Unión Soviética”.
Más allá de ese matiz rusófobo, la palabra oligarca es de raíz griega, y se deriva de oligoi (“pocos”) y arkhein (“gobernar”). Aristóteles usa la palabra oligarquía para describir el ejercicio despótico del poder de unos pocos con fines corruptos: la forma degradada de la aristocracia, “el gobierno de los mejores”.
“Oligarquía es cuando hombres de riqueza tienen en sus manos el gobierno”, escribió Aristóteles.
Pero la palabra cobra nueva relevancia desde la invasión rusa a Ucrania, y tras las sanciones impuestas por las naciones occidentales contra Rusia y los titanes de la industria que orbitan al presidente Vladimir Putin.
Esas élites y sus activos premium -yates de varios pisos y pisos enteros en Nueva York y Londres- han sido escrachados por internet y son blancos de sanciones de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea. Entre ellos están ni más ni menos que Roman Abramovich, propietario del Chelsea Football Club, el magnate de la megaminería Alisher Usmanov, y el industrial del carbón y los fertilizantes Andrey Melnichenko. A principios de este mes Italia informó la incautación del superyate que Melnichenko tenía amarrado en sus costas y que se jacta de tener una cama king size giratoria y grifería de 40.000 dólares en la bañadera.
Pero algunos expertos dicen que en el siglo XXI los oligarcas rusos no tienen el arrastre que alguna vez tuvieron. En Rusia hay dos generaciones de oligarcas: la vieja guardia y los nuevitos.
El origen de los oligarcas rusos
La primera generación de oligarcas rusos surgió del colapso de la Unión Soviética de 1991, cuando la perestroika de Gorbachov empezó a relajar el control estatal sobre la economía.
Boris Yeltsin, sucesor de Gorbachov, aceleró las privatizaciones para tratar de transformar a Rusia, con su tesoro de activos públicos, en una economía de libre mercado. Yeltsin y los otros arquitectos de la Rusia postsoviética liberaron rápidamente el control de precios y propiedades, según David Hoffman, autor de Los oligarcas y columnista de The Washington Post.
El gobierno desguazó y vendió pedazos de las empresas estatales -desde pequeños restaurantes hasta gigantes petroleras- en subastas arregladas o a través de bonos de privatizaciones. A continuación, los peces gordos se disputaron los despojos.
Con poca ley, pocas instituciones y pocos precedentes, la privatización descontrolada fue conduciendo a lo que Hoffmann llama “protocapitalismo torcido”.
Los primeros magnates de la nueva Rusia, algunos por sus buenos contactos y otros por su falta de escrúpulos a la hora de correr riesgos, amasaron fortunas incalculables.
Esos primeros oligarcas no fueron emprendedores que se hicieron desde abajo. Por el contrario, le compraban baratos sus activos al Estado -refinerías, minas y empresas- y las revendían al poco tiempo con pingües ganancias.
Abramovich, por ejemplo, compró la petrolera estatal Sibneft por 250 millones de dólares en una subasta arreglada en 1995, y diez años más tarde se la vendió de vuelta al gobierno por 13.000 millones, según informes de la BBC.
Putin presidente
Pero en 2000, cuando Putin se convirtió en presidente, la era de la vieja guardia llegó mayormente a su fin. El nuevo líder de Rusia no abrazó el espíritu de la perestroika ni aprobó el surgimiento de nuevos magnates capitalistas.
Por el contrario, avanzó para controlar el poder de los financieros rusos y consolidar el suyo propio. Y al hacerlo, terminó creando su propia élite influyente: los nuevos oligarcas.
En contraste con la generación anterior, esta nueva clase está más arraigada en Rusia y menos interesada en congraciarse con Occidente, dice Timothy Frye, profesor de política exterior postsoviética de la Universidad de Columbia.
Y según el académico, puede dividirse a los nuevos oligarcas en tres categorías generales.
Para empezar están los de vínculos de larga data con Putin, hombres que en gran medida edificaron sus empresas sobre inmensos contratos estatales muy rentables que se asignaban sin competencia. En 2018, por ejemplo, Putin inauguró un puente de 4000 millones de dólares que conecta Rusia con Crimea. Fue construido por el multimillonario magnate de la construcción Arkady Rotenberg, amigo de la infancia de Putin y su excompañero de práctica de judo.
En segundo lugar están los ejecutivos “que se formaron en Rusia en la era de Putin”, dice Frye, y fueron designados por el presidente para dirigir las principales empresas estatales. En ese grupo hay hombres como Igor Sechin, un estrecho aliado de Putin que fue nombrado presidente de Rosneft, la petrolera estatal rusa. Francia incautó este mes el Amore Vero, el yate de 85 metros de Sechin. Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea: todos han descargado sanciones contra Sechin en las últimas semanas.
En tercer lugar, están los halcones de la seguridad nacional: la élite de seguridad y el ala dura militar, algunos de los cuales conocen a Putin desde sus años como agente de la KGB. Si bien no son oligarcas tradicionales, algunos de ellos “hicieron rendir” sus conexiones en los servicios de seguridad, dice Frye.
No todos los rusos ricos tienen vinculaciones con el Kremlin, “pero en Rusia, cualquiera que alcance cierto nivel de riqueza capta la atención del Estado”, dice Frye. “En Rusia es difícil sobrevivir sin tener buenas relaciones con personas poderosas.”
La palabra oligarca, sin embargo, no suele usarse para describir a los multimillonarios estadounidenses o europeos que tienen yates e influyen en la política.
Según Frye, en Estados Unidos lo más cercano a un oligarca ruso serían los “barones ladrones” de la Edad Dorada, que mantuvieron relaciones estrechas con el Estado y utilizaron prácticas poco éticas para cimentar sus fortunas.
Para otros, sin embargo, la definición es más amplia. “Deberían llamarlos oligarcas en todos lados”, dice Brooke Harrington, profesora de sociología en Dartmouth College, y agrega que hay oligarcas en muchos países, incluido Estados Unidos.
El tema ya surgió durante el proceso penal de 2018 contra el exjefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort, que finalmente fue condenado por fraude fiscal y bancario. Durante el juicio, el juez T.S. Ellis instruyó a los abogados de ambos lados para que dejaran de usar la palabra “oligarca” para referirse a los patrocinadores de Manafort en Ucrania.
El juez dijo que de aplicarse el mismo estándar, los donantes políticos estadounidenses, “el señor Soros” y “el señor Koch”, también serían oligarcas.
“Pero no los llamamos oligarcas”, dijo y recriminó el uso de un término que consideró demasiado “peyorativo”.
“En Estados Unidos suceden muchas cosas que también suceden en otros países, pero no les ponemos la etiqueta tan rápido”, dijo Harrington, y agrega que esa es una peculiaridad “del excepcionalismo estadounidense”.
En 2017, Harrington escribió que “la riqueza colectiva del equipo de Trump eclipsa la de cualquier otro gobierno en la historia”.
“No hay ninguna ley que impida que un presidente y su gabinete de superricos usen su poder para beneficiar a su propia clase”, escribió Harrington entonces. “No hay nada que los obligue a mirar más allá de su privilegio para atender las necesidades de la ciudadanía”.
Sammy Westfall
(Traducción de Jaime Arrambide)
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