Cambio de atmósfera: por qué la guerra en Ucrania es un punto de inflexión en la historia
El canciller Scholz rompió décadas de pacifismo constitucional alemán con su multimillonaria ayuda al Ejército ucraniano y en todo Occidente hay un cambio de atmósfera notable
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HAMBURGO.- Hace cinco semanas, el canciller alemán, Olaf Scholz, pronunció un discurso trascendental en reacción a la invasión rusa de Ucrania. La decisión de su gobierno de inyectarle más de 100.000 millones de dólares al Ejército ucraniano para dotar a Kiev de mayor poder de fuego letal, entre otras cosas, marcó un cambio radical de política que se aleja de las décadas de pacifismo constitucional que había mantenido a Alemania al margen de los principales conflictos.
En palabras de Scholz y sus aliados, fue un Zeitenwende: un punto de inflexión, un momento decisivo en la historia, una expresión que en alemán llega al paroxismo, por la tendencia de ese idioma a los sustantivos extensos y declarativos.
La semana pasada, en su visita a Washington, la ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, dijo que su país “no puede mirar para otro lado ni mantenerse al margen” y que “a este Zeitenwende no se llega gratuitamente”.
Tras aferrarse a la visión europea de una paz perpetua, el cauteloso establishment político de Alemania se sacudió por la guerra en el corazón del continente y entró en acción.
Para muchos a ambos lados del Atlántico, las batallas en Ucrania incluso pueden ser señal de algo más duro: un Zeitenbruch, como lo acuñó el exministro de Relaciones Exteriores alemán Joschka Fischer, que es una ruptura en la historia, el cierre de una era y la entrada en otra marcada por una incertidumbre todavía más profunda y una competencia más descarnada por el poder.
En Washington, y ni hablar en las capitales de Europa Occidental, hay un cambio de atmósfera palpable. El heroísmo de los defensores de Ucrania y las atrocidades que al parecer han perpetrado las fuerzas rusas obligaron a pensar a la clase política norteamericana, que después de años de atolladero y estancamiento en Medio Oriente ahora tiene un conflicto moralmente mucho más claro y potencialmente ganable que respaldar.
En mi barrio de izquierda, en Washington, es raro ver flamear banderas estadounidenses, pero durante el paseo dominguero noté un sinfín de franjas azules y amarillas de la bandera de Ucrania colgadas en las cercas y las puertas.
En la ciudad, los diplomáticos europeos hablan de la solidaridad sin precedente entre los aliados de la OTAN y elogian el liderazgo de la administración Biden para reunir apoyo para Ucrania y aplicar sanciones generalizadas contra Rusia.
Occidente, como entidad geopolítica, pocas veces estuvo más unido como bloque y fue más coherente en su proyecto político.
Para algunos comentaristas estadounidenses, Ucrania no solo es la “zona cero” de una confrontación con el Kremlin, sino también el campo de batalla por el futuro del liberalismo.
“Si Putin tiene éxito en su objetivo de socavar la independencia y la democracia de Ucrania, el mundo volverá a una era de nacionalismo agresivo e intolerante que recuerda a los comienzos del siglo XX”, advirtió el teórico político Francis Fukuyama. “Estados Unidos no será inmune a esta tendencia, ya que los populistas como Donald Trump aspiran a replicar las formas autoritarias de Putin”.
Anne Applebaum, en The Atlantic, sitúa en Ucrania la plataforma de lanzamiento de una guerra ideológica en constante expansión contra la autocracia iliberal.
“Muchos políticos estadounidenses preferirían centrarse en la competencia a largo plazo con China, y es comprensible”, escribió. “Pero mientras la gobierne Putin, Rusia también está en guerra con Estados Unidos. Del mismo modo que Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela, Irán, Nicaragua, Hungría, y potencialmente muchos otros”.
Fuera de Occidente, sin embargo, muchos creen que el momento es menos un punto de inflexión que un recordatorio del pasado. Los críticos señalan la larga tradición que tiene la doble moral de Occidente en el escenario del mundo.
La invasión rusa provocó una respuesta occidental que fue rápida y abarcadora: mientras se recibía a los refugiados ucranianos con los brazos abiertos, a Rusia los gobiernos le impusieron sanciones paralizantes por su violación del derecho internacional.
¿Dónde hubo una acción similar en otros contextos, cuestionan esas voces, incluidos esos lugares donde Estados Unidos y sus aliados fueron cómplices de guerras y ocupaciones devastadoras?
“En menos de siete días hemos visto desplegados todos los recursos que durante más de 70 años nos dijeron que no se podían activar”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores palestino, Riad Malki, en una conferencia de seguridad que se llevó a cabo en Turquía en marzo. “Es una hipocresía increíble”.
En Occidente, la lucha por Ucrania se ve con una claridad casi churchilliana. En otros lugares, en particular en los países que tienen motivos para dudar de Winston Churchill y del moralismo occidental, la sospecha y la desconfianza subsisten.
“Nunca se sabe cuándo Estados Unidos te va a dar una sorpresa desagradable y va a empezar a mirarte con malos ojos, que es algo de lo que el único país del mundo con mayoría hindú se tiene que preocupar”, dijo el periodista indio de derecha Raghavan Jagannathan. “Tienen un pasado abrahámico, un fuerte binarismo entre tener razón o estar equivocado, ‘o estás conmigo o estás en contra de mí’”.
Resistencia
A más de un mes del discurso de Scholz, ni siquiera en Alemania está claro qué tan transformador pueda ser este Zeitenwende. La guerra en Ucrania puede empantanarse y convertirse en una guerra de desgaste, que vaya escalando a medida que se alarga. Tal vez Scholz haya iniciado un cambio radical en la política de defensa alemana, pero hasta ahora viene resistiéndose al reclamo de que suspenda toda importación de gas natural y petróleo rusos, que llenan las arcas del Kremlin pero también permiten funcionar a gran parte de la economía alemana.
“El discurso del Zeitenwende rompió algunos tabúes de la política exterior de Alemania, pero hasta ahora solo alcanzan para tranquilizar la conciencia de los alemanes”, escribió Oxana Schmies, analista radicado en Berlín. “El oportunismo económico tampoco ha sido superado todavía. El pensamiento estratégico aún tiene que establecerse en el cuerpo político”.
“El problema es que nadie sabe cuánto va a durar realmente el Zeitenwende, porque ahora viene la parte difícil”, dice Rachel Rizzo, miembro de Consejo Atlántico. “Si la guerra comienza a aplacarse, me preocupa que haya un deseo verdadero de que las cosas vuelvan a ser como antes, porque eso es lisa y llanamente imposible”.
Por Ishan Tharoor
Traducción de Jaime Arrambide
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