Guerra Rusia-Ucrania. La guerra de Putin abre la puerta a una crisis interna en Rusia: económica y de identidad
El aislamiento internacional ya está provocando inflación y el rublo colapsó a su nivel más bajo frente al dólar en medio de la invasión al país europeo
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MOSCÚ.- El presidente Vladimir Putin ha abierto la puerta para una crisis en su propio país, una crisis económica y de identidad. El Kremlin le esconde a su propio pueblo la realidad del ataque de Rusia contra Ucrania y hasta censura a los medios de noticias que se atreven a usar la palabra “guerra”.
Pero la carnicería económica y la agitación social que ha desatado la invasión de Putin es cada vez más difícil de tapar.
Para empezar, las aerolíneas cancelaron los ubicuos vuelos a Europa que funcionaban hasta hace pocos días, y el Banco Central ruso tuvo problemas para cumplir con sus pagos en rublos, porque los retiros de efectivo se multiplicaron astronómicamente. Los economistas empezaron a advertir de una disparada de la inflación, mayor fuga de capitales y freno del crecimiento, y la agencia de calificación crediticia S&P rebajó a Rusia a la categoría de “basura”.
El énfasis en ocultar el verdadero alcance de la guerra era señal de que el Kremlin temía que los rusos desaprobaran una invasión violenta y de gran escala a Ucrania, un país donde millones de rusos tienen familia y amigos.
Así y todo, varias figuras públicas vinculadas al Estado se manifestaron en contra de la guerra, incluido uno de los legisladores de esa escribanía que es la Duma, el Parlamento ruso. Y los empresarios empezaron a hacer cálculos sobre las consecuencias de una crisis económica que parece haber comenzado incluso antes de que las sanciones hayan entrado plenamente en vigor.
Frente al mayor desafío a su impresionante capacidad para distorsionar la realidad, por el momento la maquinaria de propaganda del Kremlin parecía haber evitado una oposición generalizada a la guerra. No había señales de que una guerra pondría en riesgo el poder de Putin, y los analistas decían que en caso de lograr una victoria relámpago, el líder ruso incluso podía salir fortalecido.
Pero los enormes riesgos de una guerra, sumados a la presión económica a la que se vio sometido repentinamente el país han creado un escenario nuevo y muy traicionero para el Kremlin y los 145 millones de habitantes de Rusia.
Los rusos están pasmados por la rapidez con que se sintió el impacto económico de la guerra. El rublo colapsó a su nivel más bajo frente al dólar y provocó un inmediato aumento del precio de las importaciones. Las sanciones a los bancos más grandes de Rusia, por su parte, causaron estragos en los mercados financieros, y las nuevas limitaciones para exportar alterarán las cadenas de suministro.
“Los que gritaban que Putin es genial ya no son tantos ni gritan tan fuerte”, dice Lalya Sadykova, propietaria de una cadena de peluquerías en San Petersburgo. “Están consternados por lo que está pasando, por la velocidad con la que aumentan los precios y la repentina escasez de insumos”.
Dmitri Alekseyev, CEO de DNS, una de las cadenas de venta de electrodomésticos más grandes de Rusia, admitió el jueves que la crisis de suministros los había obligado a incrementar en un 30% sus precios. Días antes, Alekseyev había posteado en Facebook: “Les juro que no logro entender por qué Rusia tendría que ir a la guerra”.
“Comprendo la frustración que genera el aumento de los precios”, escribió Alekseyev. “Pero la realidad es ésta”.
La segunda mayor aerolínea de Rusia, S7, suspendió todos sus vuelos a Europa debido al cierre del espacio aéreo europeo para las compañías rusas, una señal temprana de que los viajes baratos y fáciles a Occidente, a los que tanto se habían acostumbrado los rusos de clase media, tal vez sean cosa del pasado. Y en las redes sociales se viralizaron las fotos de los comerciantes remarcando desesperadamente sus precios.
“La gente está en ascuas y prefiere esperar”, dice Anastasia Baranova para explicar la ola de cancelaciones en el hotel que administra en San Petersburgo. “Es como si el país estuviera en pausa”.
El Kremlin salió de inmediato a reforzar su relato y fue la señal de una nueva fase, más brutal, de represión de la disidencia. El ente regulador de las comunicaciones ralentizó el acceso a Facebook y advirtió a 10 medios de comunicación rusos que sus sitios web podrían ser bloqueados. El delito atribuido a esos medios fue la publicación de artículos “en los que se denomina ataque, invasión o declaración de guerra a la operación que se realiza actualmente”.
El mismo sábado por la mañana, mientras en Kiev se desarrollaba una feroz batalla, el comunicado del Ministerio de Defensa de Rusia sobre la situación en Ucrania no hacía mención a Kiev ni a las bajas de soldados rusos. Y el canal de noticias estatal mostró imágenes de un día pacífico en la capital ucraniana, para tratar de contrarrestar los videos de violencia que se estaban viralizando en la red social Telegram.
“Como pueden ver, la situación en las ciudades es tranquila”, dijo el presentador. “No hay explosiones ni bombardeos, contrariamente a lo que están diciendo algunos por Telegram”.
Un atisbo de oposición interna se produjo el sábado, cuando Mikhail Matveyev, un legislador comunista que votó a favor del reconocimiento de los territorios separatistas, dijo por Twitter que se sentía engañado.
“Yo voté por la paz, no por la guerra ni por el bombardeo de Kiev”, tuiteó Matveyev.
El factor determinante de ahora en más, por supuesto, será lo que suceda en el campo de batalla de Ucrania: cuanto más dure la guerra y mayor sea la devastación y la pérdida de vidas, más difícil será para el Kremlin sostener que esta guerra es una “operación limitada” no dirigida contra el pueblo ucraniano.
Anton Troianovski y Ivan Nechepurenko
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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