Guerra Rusia-Ucrania: la extraña desaparición de militares y oligarcas rusos que revelan el alcance de la purga de Vladimir Putin
Omnipresentes en los medios de Estado rusos antes de la invasión a Ucrania, todos parecen haberse evaporado desde hace semanas; cuáles son los casos más emblemáticos
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PARÍS.- La extraña desaparición de numerosos militares, oligarcas rusos, incluso de Vladislav Surkov, considerado la “eminencia gris” de Vladimir Putin, demuestra las dimensiones que está alcanzando la purga stalinista lanzada por el zar del Kremlin para sancionar a disidentes, “traidores” y sospechosos.
Omnipresentes en los medios de Estado rusos antes de la invasión a Ucrania, todos parecen haberse evaporado desde hace semanas. Sin contar con decenas de muertes misteriosas entre los oligarcas más poderosos del país y sus familias.
“No hay duda de que Putin está realizando purgas internas entre los generales y el personal de los servicios de inteligencia (…) ya sea por haber hecho estimaciones imprecisas, por venganza por informaciones equivocadas o críticas contra su decisión de lanzarse a una guerra”, observaba a mediados de marzo el Instituto de la Guerra (ISW), un think-tank estadounidense.
El caso más emblemático de la actual situación es sin duda el de Vladislav Surkov. Apodado “el Rasputín de Putin”, consejero del presidente ruso para Ucrania, el hombre que durante 20 años contribuyó a la edificación de la propaganda “putinista” desarrollando en concepto de “democracia soberana”, acaba de ser puesto bajo arresto domiciliario en Moscú, sin que se conozcan los motivos.
Esa purga fue evocada a media voz por el mismo autócrata ruso en una alocución televisada junto a sus ministros, el 16 de marzo. Un discurso de una violencia sideral, donde Putin llamó a la “autopurificación”: “El pueblo sabrá distinguir los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores, y escupir a estos últimos como a una mosca que entró en la boca”, dijo.
El método parece eficaz. Solo un puñado de oligarcas afectados por las sanciones occidentales osaron emitir algunas dudas sobre la invasión. Muchos de ellos salieron del país. La mayoría fue blanco en las últimas semanas de misteriosos “suicidios”, todos curiosamente similares.
Alexander Tyulyakov, 61 años, director adjunto de la tesorería de Gazprom, la todopoderosa empresa de energía estatal, fue hallado ahorcado en el garaje de su departamento el 25 de febrero, cerca de San Petersburgo. El diario independiente Novaya Gazeta informó que los médicos-legistas ya trabajan en el caso cuando los servicios de seguridad de Gazprom llegaron y echaron a todo el mundo.
Tres días después, Mikhail Watford, 66 años, magnate ruso del petróleo y del gas de origen ucraniano fue hallado colgado en el garaje de su domicilio del sudoeste de Londres. El 24 de marzo, el millonario Vasily Melnikov apareció apuñalado junto a su mujer y sus dos hijos en su departamento de Moscú. Para los investigadores, la situación financiera del dirigente de la firma farmacéutica MedStom, víctima de las sanciones económicas de los occidentales, habría desencadenado el asesinato de los miembros de su familia y su propio suicidio.
Acribillados
Vladislav Avaev también murió en Moscú, junto su mujer y a su hija de 13 años. Todos acribillados de balas. Avaev era el exvicepresidente de Gazprombank, la rama financiera de Gazprom. Avaev no habría soportado las infidelidades de su mujer, Yelena (47 años) acusada de esperar un hijo de uno de sus choferes.
Sergei Protosenya, exdirector general del gigante gasífero ruso Novatek, también murió ahorcado en una lujosa casa de Lloret del Mar, en España. Los cuerpos de su mujer y de su hija yacían en la residencia, brutalmente apuñalados. La muerte de Leonid Shulman, 60 años, es algo particular, pues el director general de Gazprom de 60 años fue hallado muerto en el baño de su casa el 30 de enero, un mes antes de la invasión a Ucrania.
En las filas de los servicios de inteligencia y de las fuerzas armadas, la situación no parece mejor. Aun “bunkerizado”, Vladimir Putin no se engaña: nada en la “desnazificación” de la “pequeña Rusia” -como llaman a Ucrania la mayoría de los rusos- sucede como estaba previsto. ¿Eso explica la extraña desaparición de muchos de los responsables militares? El ministro de Defensa y amigo personal del jefe del Kremlin, Sergei Shoigu, reapareció recientemente, vestido de civil, después que los medios occidentales especularon extensamente sobre su ausencia. Para Moscú, tanto Shoigu como su jefe de estado mayor, el general Valery Guerassimov -volatilizado desde el 11 de marzo- estarían “extremadamente ocupados”.
A pesar de su puesto central, Guerassimov, de 66 años, no ha hecho declaraciones públicas desde el 12 de marzo. Responsables norteamericanos dicen haberle hablado por teléfono el 18 de ese mes. Pero el general se habría “negado a responder” a una nueva llamada, seis días más tarde.
Al frente del poderoso FSB (exKGB) desde hace 14 años, Alexander Bortnikov imprimió su huella en el espionaje interior a golpes. El exgeneral de 70 años odia a los opositores. Estados Unidos lo sospecha de estar directamente implicado en la tentativa de envenenamiento del disidente Alexei Navalny. En dos videos diferentes, difundidos el viernes 11 y el 24 de marzo, Bortnikov no dice una palabra, está vestido exactamente igual y está parado delante del mismo fondo. Hasta hace poco, los especialistas lo consideraban un eventual sucesor de Putin. Después de la guerra, hubo quien afirmó que podría ser el líder de una revolución de palacio.
Audacia
Exguardaespaldas de Putin, nombrado al frente de la Guardia Nacional en recompensa por su fidelidad, Viktor Zolotov, 68 años, habría tenido la audacia de reconocer públicamente que la invasión se producía “más lentamente de lo previsto”. Desde entonces nunca se lo volvió a ver.
Según los servicios de inteligencia británicos, unos 150 agentes de los servicios de inteligencia rusos han sido relevados o encarcelados, como su director, el teniente coronel Serguey Beseda. Todos ellos trabajaban para una división conocida como Quinto Servicio, creada por Putin para mantener a las exrepúblicas soviéticas en la órbita rusa.
“Desde hace un mes, Beseda duerme en la siniestra prisión de Lefortovo por ‘otorgar falsa información al Kremlin sobre la verdadera situación en Ucrania antes de la invasión’”, según el grupo de investigación Bellingcat.
La limpieza desatada por el Kremlin recuerda otras. Lefortovo, prisión administrada por el FSB, posee un campo de tiro subterráneo con impactos de balas dejados durante las purgas de Stalin, cuando la sala era utilizada para las ejecuciones de masa.
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