Guerra Rusia-Ucrania. Kiev pidió a Turquía de garante: qué rol juega el gobierno de Erdogan en el conflicto
Hace meses que, en un ejercicio de auténtico equilibrismo, el presidente turco se presenta como el “único” capaz de sentar en una misma mesa a Putin y a Zelensky
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PARÍS.– Ucrania solicitó a Turquía ser “uno de los garantes” de un eventual acuerdo de alto el fuego con Rusia. Propuesta que, según el ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlüt Cavusoglu, no habría sido objeto de objeción por parte de Moscú. Pero, ¿cuál es el peso real que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tiene tanto para Moscú como para Kiev? Él, en todo caso, se presenta como el “único” capaz de lograr la paz.
“Ucrania hizo una propuesta sobre el acuerdo de seguridad colectiva: el P5 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas), más Turquía y Alemania”, precisó Cavusoglu. “Durante los contactos que mantuve este miércoles en Moscú, vi que Rusia no veía ningún inconveniente y podía aceptar la propuesta”, agregó el ministro, que se había reunido en la capital rusa con su homólogo, Serguei Lavrov.
“Las esperanzas de un cese del fuego han aumentado”, concluyó Cavusoglu con satisfacción.
Teniendo en cuenta los intentos fallidos de negociación y el permanente aumento de tono del Kremlin, el anuncio fue recibido con extrema circunspección en las cancillerías europeas, aunque se afirme al mismo tiempo que, en la actual situación, todo intento es bienvenido.
Hace meses que, en un ejercicio de auténtico equilibrismo, el presidente turco se presenta como el “único” capaz de sentar en una misma mesa a Vladimir Putin y a su homólogo ucraniano, Volodimir Zelensky, congratulándose de mantener las mejores relaciones tanto con Moscú como con Kiev.
Y es verdad que, en los últimos años, estableció estrechas relaciones con Putin: rivales en los teatros sirio y libio, pero cómplices en la compra y el aprovisionamiento de un sistema de armas antiaéreo ruso para el ejército turco. En cuanto a Ucrania, Ankara no solo se convirtió en un estrecho socioeconómico, sino también en un apoyo político de primer orden.
En Kiev, Erdogan firmó importantes acuerdos bilaterales en el terreno de la defensa y el comercio bilateral. Provocando la ira rusa, Turquía entregó a las fuerzas armadas ucranianas decenas de drones militares Bayraktar TB2, que fueron primero desplegados contra los separatistas rusófonos del Donbass, pero ahora provocan serios daños a las fuerzas de invasión en Ucrania. Vendidos a Azerbaiyán, esos drones fueron un instrumento fundamental para derrotar al ejército armenio en el Alto Karabaj en 2020.
Antes del ataque contra Ucrania, la sociedad turca Baykar Makina -dirigida por el yerno de Erdogan, Selçuk Bayraktar- firmó un acuerdo con Kiev para producir la próxima generación de drones en territorio ucraniano. Por otra parte, el constructor ucraniano de motores de avión Motor Sich, debía producir el motor a propulsión de esos aparatos y cooperar con Turquía para una futura aeronave de transporte militar.
Además de esos ambiciosos proyectos, Erdogan aportó siempre su firme apoyo político a su homólogo ucraniano, afirmando que Kiev debía adherir a la OTAN -organización de la cual Turquía también es miembro-, y denunciando la anexión de Crimea en 2014, sobre todo porque unos 250.000 tártaros turcófonos, otrora colocados bajo la protección del imperio otomano, viven en esa península.
Esos fueron los dos primeros pañuelos rojos agitados ante los ojos de Putin. Después vinieron otros dos: la condena de Ankara por la invasión, alineándose así de inmediato con sus socios de la OTAN, y la decisión de cerrar los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos para impedir el paso de los navíos de guerra rusos destinados a bombardear las costas ucranianas del mar Negro.
Turquía sabía, en todo caso, que Rusia había tomado sus precauciones y había sacado, antes de la invasión, numerosos buques de la zona.
Para Ankara, ese acercamiento con Ucrania es precioso porque le permite obstaculizar el apetito de Moscú en el mar Negro, donde el descubrimiento, en agosto de 2020, de un importante yacimiento de gas, atiza todos los apetitos.
“Putin toma el mar Negro por un lago ruso, y los turcos no lo pueden aceptar”, señala el analista turco Yoruk Isik.
Pero, a pesar de condenar la invasión, Ankara se abstuvo de votar a favor de la suspensión de su vecino del norte del Consejo de Europa el 25 de febrero.
“No queremos cortar el diálogo”, dijo entonces Cavusoglu.
Miembro rebelde de la Alianza Atlántica, autócrata a su vez y poco preocupado por el respeto de los derechos humanos, las tensiones que su comportamiento provoca con sus aliados occidentales incitaron a Erdogan en los últimos años a reorientar su política extranjera hacia el este. Fue así que Ankara se acercó a Moscú. Una cooperación que aumentó con el tiempo, tanto en el terreno económico como militar.
Hoy, consciente de las serias consecuencias de esta guerra para su país, el presidente turco ha multiplicado sus intentos de mediación entre ambos beligerantes.
“Este conflicto acentuará la presión sobre la economía turca”, afirmaba hace pocos días un representante de la agencia de notación Standard & Poor’s.
La prensa turca se alarma, en efecto, de esas eventuales consecuencias. Turquía -como muchos países europeos- recibe de Rusia el 40% de su aprovisionamiento de gas, pero también recibe cereales. Sin contar con el turismo ruso -dos millones de personas en 2021-, uno de los principales contingentes que visitan el país. A esto hay se agrega la compra de misiles rusos S-400, que le permitieron eludir las restricciones norteamericanas, y la construcción de la primera central nuclear turca por parte de la empresa rusa Rosatom.
Por fin, si Ankara mantiene una total prudencia frente a Moscú, es sobre todo porque pretende preservar la cooperación bilateral en Siria. Ambos países, que apoyan campos opuestos -Moscú a Damasco y Ankara a la oposición-, están ligados por los acuerdos de Sochi, que les confiere la repartición tácita del control de una parte del norte de Siria, en la frontera con Turquía.
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