Guerra Rusia-Ucrania: el pasado común en la KGB de Putin y Kirill, el patriarca ortodoxo ruso que apoya la “guerra justa”
Los dos líderes trabajaron para la agencia de inteligencia soviética, y ahora comparten una misma visión en la invasión de Ucrania
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El patriarca Kirill, jefe de la Iglesia Ortodoxa rusa, tiene mucho en común con el presidente Vladimir Putin, más allá de la defensa de valores como la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, su concepción de unidad del mundo ruso (russky mir) integrado básicamente por Rusia, Bielorrusia y Ucrania, y ahora el apoyo a la guerra en territorio ucraniano para combatir a “las fuerzas del mal” que amenazan al russky mir.
Los dos hombres nacidos en San Petersburgo, entonces Leningrado, con seis años de diferencia -Kirill en 1946 y Putin en 1952- colaboraron de diferentes maneras con la agencia de inteligencia soviética, la KGB. Putin como agente y Kirill como informante.
Las relaciones entre la jerarquía de la Iglesia ortodoxa y los comunistas ateos fueron conflictivas solo en las primeras décadas de la Revolución bolchevique. Pero ya en tiempos de su alianza con Occidente para derrotar al nazismo, el dictador Stalin permitió en 1943 a los jerarcas del clero celebrar la primera elección de un patriarca en 20 años. A cambio de su lealtad y apoyo a las autoridades, Stalin dejó en paz a la Iglesia ortodoxa mientras mantuviera su actividad puertas adentro de los templos.
No solo eso, sino que abundan los testimonios de la estrecha colaboración de los patriarcas y de miembros destacados de la iglesia con el régimen comunista.
El “agente Mikhailov”
En un documento interno de la KGB del 15 de abril de 1989, el entonces presidente de la agencia de inteligencia, Vladimir Kryuchkov, respondió a una pregunta de funcionarios del Partido Comunista sobre cómo se había producido la vinculación del entonces joven Kirill, que era arzobispo de Smolensk, con la KGB.
“Las primeras referencias datan de febrero de 1972, cuando era un joven sacerdote de 25 años (...). Su primera mención en los archivos de la KGB surgen a partir de un viaje realizado a Oceanía”, dijo Kryuchkov. Agregó que la tarea del entonces sacerdote, conocido en la KGB como “agente Mikhailov” era “participar en organizaciones religiosas internacionales, incluyendo el Consejo Mundial de Iglesias, y en la Conferencia de Iglesias Europeas, y proveer información a la Unión Soviética”.
En forma paralela, por aquellas épocas, Putin cursaba los últimos años de la carrera de Derecho en Leningrado. Luego ingresaría directamente a la KGB en 1975, el mismo año de su graduación. Su carrera siguió en Alemania Oriental entre 1985 y 1990, desde donde regresó a su San Petersburgo natal para dedicarse a la política.
En cuanto a Kirill, nunca negó su relación con la KGB.
Pero en 1992, en una asamblea de estudiantes de la Universidad Estatal de Moscú, aseguró que sus encuentros con la KGB era “moralmente neutrales”, una afirmación difícil de creer bajo un régimen autoritario y represivo.
Tras la caída de la Unión Soviética, tanto Putin como exagente y Kirill como exinformante, siguieron haciendo carrera, el primero en el mundo de la política y el segundo en la jerarquía eclesiástica.
Cuando Putin fue elegido presidente de Rusia en 2000, la iglesia era gobernada por otro exinformante de la KGB, Alexis II, jerarca muy cercano al Kremlin, que en 2007 tuvo un logro histórico con el Acta de Comunión Canónica donde se firmó la vuelta a la unidad de todos los miembros de la iglesia ortodoxa rusa del extranjero con la jerarquía que se habían quedado en Rusia, y que siempre fue considerada traidora y colaboradora de los soviéticos.
Tras la elección de Kirill en 2009 para suceder a Alexis, la afinidad entre el líder religioso y Putin fue evidente desde el primer momento, cuando el flamante patriarca consideró que la llegada del presidente al poder en 2000 había sido, textualmente, “un milagro de Dios”.
Afinidad
Hay tres cuestiones en las que Kirill tiene fuerte afinidad con Putin: en la defensa de los valores sociales conservadores y su oposición al feminismo y a la extensión de derechos LBGTQ, en la necesidad de revitalizar el russky mir, que incluye un amplio abanico de países, y en no descartar la guerra como un medio dado por Dios “para llevar a Jesucristo” a todo el mundo.
Cuando en 2012 tres integrantes del grupo de rock Pussy Riot se filmaron cantando canciones obscenas en la Catedral de Cristo Salvador, Kirill apoyó el fuerte castigo de dos años de prisión para ellas por “estar haciendo el trabajo de Satanás”.
En cuanto al russky mir, los límites de ese mundo ruso son tan amplios para Kirill, que en 2012 repudió el pronunciamiento de Letonia en un referéndum en el que la ciudadanía votó masivamente en contra de reconocer el ruso como segundo idioma oficial, y años más tarde dijo que Bulgaria debería estar agradecida con Rusia por haber sido liberada del imperio otomano en 1878.
En respaldo a la intervención de Moscú en la guerra civil siria, Kirill envió en 2015 una carta a las tropas de su país en el frente, en la que afirmaba que debían entregar amor y paz con la esperanza de que Jesucristo descienda a Siria, y consideró que esa guerra “de naturaleza defensiva”, era “justa”.
Finalmente, en todos estos años desde que en 2014 se declaró el conflicto en Crimea y Donbass, en el este de Ucrania, Kirill se alineó sistemáticamente con el gobierno de Putin. Es más, para él “el conflicto en Ucrania tiene un fundamento religioso inequívoco”, en el que es necesario defender la presencia de la Iglesia Ortodoxa rusa en esa zona, contra los “cismáticos” ucranianos. Kirill considera que rusos, bielorrusos y ucranianos deben enseñar a sus hijos a amar a su “patria histórica” Rusia y a criarlos como rusófonos.
Esta misma semana, luego que se conoció la masacre de civiles en Bucha, cerca de Kiev, Kirill, que jamás expresó dolor por la muerte de ucranianos, en la Catedral Principal de las Fuerzas Armadas en Moscú, dijo a las tropas rusas que “en tiempos de guerra el servicio en las Fuerzas Armadas es una verdadera hazaña, y este es exactamente el momento que estamos viviendo ahora”. Terminó definiendo a Rusia como “un país amante de la paz”.
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