Guerra Rusia-Ucrania: el espionaje de Estados Unidos y Gran Bretaña predijo la invasión, pero en Europa lo minimizaron
Mientras Washington y Londres anticiparon la invasión, los servicios de sus aliados en el continente europeo no la estimaban probable; hubo escasos y tardíos intercambios de datos
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PARÍS.– La historia de la humanidad suele confirmarlo: en vísperas de un conflicto armado, lo más importante es el espionaje político y militar. Pero esa historia demuestra que la colaboración entre aliados rara vez conduce a una posición común. La invasión de Ucrania no fue la excepción: los servicios de inteligencia occidentales hicieron una lectura diferente de las informaciones compartidas sobre la amenaza rusa.
Durante meses, las gesticulaciones rusas sobre Ucrania fueron objeto de estudio, análisis e intercambio de información entre cinco países occidentales: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. Sin embargo, esa mutualización de datos no logró conducir a la adopción de una estrategia común. Todo lo contrario.
Dos posiciones sensiblemente diferentes se formaron: la de los anglosajones, convencidos de que Vladimir Putin estaba decidido a lanzar una invasión, y la de los europeos continentales, que estimaban que aún había oportunidades para la negociación.
Según una fuente de la diplomacia francesa, ya en octubre de 2021, los servicios de inteligencia británicos y norteamericanos advirtieron a sus aliados sobre la probabilidad de ese ataque masivo, sin compartir, no obstante, la totalidad de los elementos que les habían permitido llegar a esa conclusión.
“Hubo que esperar la decisión política que llegó de la Casa Blanca, para lanzar un auténtico proceso de colaboración, a mediados de noviembre”, reconoce una fuente francesa, que ironiza: “Parece un caso de escuela salido de los manuales de la Guerra Fría”.
El “grupo de los cinco” —versión ad hoc del célebre grupo de los Five Eyes, creado en 1943 e integrado por Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y Canadá para intercambiar información— se reunió numerosas veces, aun cuando la información circulaba generalmente en forma bilateral. En torno de esa mesa estaban: Sir Simon Gass, jefe del comité conjunto de inteligencia, que supervisa la actividad de los servicios secretos británicos; Avril Haines, directora de la inteligencia nacional de Estados Unidos (DNI); Elisabetta Belloni, responsable del departamento de Información para la Seguridad, encargada de coordinar los servicios secretos italianos; el francés Laurent Nunez, coordinador nacional de lucha contra el terrorismo (CNRTL) y Johaness Geismann, secretario de Estado de la cancillería alemana, encargado de los servicios de inteligencia, y remplazado tras la partida de Angela Merkel.
En diciembre, Avril Haines comunicó a sus homólogos su convicción de que las declaraciones conciliadoras de Putin eran solo un “señuelo” que le permitía ganar tiempo. Según ella, el objetivo del autócrata ruso era invadir Ucrania. La opinión fue compartida por Gran Bretaña, principal aliado histórico de Washington, a pesar de la frecuente rivalidad entre los servicios secretos de ambos países.
“Si el Reino Unido y Estados Unidos predijeron con exactitud los planes de Putin es porque rápidamente se acercaron a los ucranianos”, explicó al diario Le Monde Dominic Grieve, entonces presidente del comité parlamentario británico encargado de controlar los servicios de inteligencia de ese país (ISC). Bajo su dirección, el comité publicó un informe sobre la agresividad de los servicios de espionaje rusos, que solo fue develado en el verano boreal de 2020.
Ese informe señalaba la peligrosidad de los servicios rusos para los países occidentales, pero también para la seguridad de Europa, así como los riesgos de golpes de Estado. Movidas por esa alerta, las fuerzas británicas organizaron maniobras militares con los ucranianos en 2021. Durante ese año se lanzaron misiones de formación de soldados, y tanto Washington como Londres enviaron equipamiento militar y medios técnicos que fueron extremadamente útiles después, durante la primera semana de guerra.
Contrariamente a sus vecinos continentales, Gran Bretaña también parece haber desplegado un esfuerzo de poderoso espionaje técnico regional, que se sumó a la inteligencia humana en Ucrania y en Rusia.
“Ese trabajo fue completado con los satélites franceses de la dirección de la Inteligencia Militar (DRM) y las capacidades técnicas de la dirección de la Seguridad Exterior (DGSE) en materia de intercepción de datos internet y comunicaciones internacionales”, explica el experto Alain Bauer.
Si bien los servicios anglosajones cambiaron con frecuencia la fecha prevista para el ataque ruso, nunca modificaron su análisis, llevando a sus responsables políticos a denunciar públicamente las intenciones del jefe del Kremlin. El objetivo fue tratar de disuadirlo, pero también el de contrariar sus proyectos de intoxicación y de propaganda a fin de justificar la invasión.
“Se equivocaron, sin embargo, en un aspecto: nunca creyeron que la crisis que se avecinaba pudiera reforzar la unidad europea y occidental, contrariamente a lo que sucedió. También subestimaron la resistencia ucraniana y la reacción de una parte importante de la sociedad civil rusa”, analiza el especialista en geopolítica Frédéric Encel.
Aun con los mismos informes de inteligencia, franceses y alemanes estimaron por el contrario que era necesario optar por el camino de la negociación con Putin. Esas posiciones nunca cambiaron. Hasta el día de la invasión, Francia pensó que Rusia intentaba mostrar los músculos para crear una mejor relación de fuerzas. Los italianos, por su parte, se mantuvieron en la retaguardia, casi sin intervenir.
“Era más o menos lógico. Si se tiene en cuenta la dependencia italiana del gas ruso y sus relaciones con Moscú en torno del caso libio, Roma se inquietaba de las eventuales sanciones del Kremlin. Pero, al igual que los alemanes, terminaron por privilegiar la unidad europea”, analiza Encel.
En el terreno, y hasta ahora, la guerra también sigue jugándose en torno a la inteligencia política y militar: en plena guerra se activaron en Ucrania los agentes rusos de los servicios de seguridad del FSB (la antigua KGB), desplegados para preparar la próxima organización institucional del espacio conquistado. Trabajan mano a mano con el GRU, la dirección del espionaje militar, especializado en la infiltración. Enfrente están las agencias ucranianas, con sus propios espías, cooperando con sus homólogos occidentales que, nadie lo duda un segundo, se mueven en las mismas sombras, como en los oscuros tiempos de la Guerra Fría.
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