Guerra Rusia-Ucrania. Dudas y pases de facturas en el Kremlin por un plan de guerra catastrófico
Las pérdidas se acumulan, los avances se demoran, y los rusos que apoyan la guerra empiezan a apuntar el dedo en busca de un culpable
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NUEVA YORK.- En enero, el líder de un grupo de militares rusos activos y retirados declaró que invadir Ucrania sería “un sinsentido sumamente peligroso”. Morirían miles de personas, dijo el oficial, convertiría a rusos y ucranianos en enemigos de por vida, causaría riesgo de guerra con la OTAN y amenazaría “la existencia misma de Rusia como Estado”.
A muchos rusos les pareció un escenario muy rebuscado, porque en Rusia casi nadie imaginaba que la invasión a Ucrania podía realmente ocurrir. Dos meses después, sin embargo, y con las fuerzas rusas empantanadas en Ucrania, la sombra de esa profecía finalmente alcanzó a muchos rusos. Entrevistado telefónicamente esta semana, el general retirado que hizo aquellas declaraciones, Leonid Ivashov, dijo que sostiene sus dichos, aunque aclaró que no puede hablar libremente debido a la censura por tiempos de guerra que rige en Rusia: “No me desdigo de mis palabras”.
En Rusia, la lenta marcha y el alto precio de la guerra en Ucrania está despertando una oleada de dudas sobre la capacidad de planificación del Ejército de Putin, sobre la confianza que el presidente deposita en sus principales espías y en su leal ministro de Defensa, y sobre la calidad y veracidad de la inteligencia que le llega al mandatario. La fallida guerra también expone las fallas del gobierno verticalista de Putin, donde los funcionarios y oficiales militares tienen poco margen para tomar sus propias decisiones y adaptarse al desarrollo de los acontecimientos en tiempo real.
Nada ejemplifica mejor el fracaso de la campaña de Putin que la sorprendente cantidad de comandantes militares de alto rango que según se cree han muerto en los combates. Ucrania se atribuye la muerte de al menos seis generales rusos, mientras que Rusia reconoce una sola, junto con la del comandante adjunto de su flota del Mar Negro. Los funcionarios de Estados Unidos no pueden confirmar la cantidad de soldados rusos muertos, pero señalan que el plan de invasión de Rusia se complicó por malos datos de inteligencia.
Busquen al culpable
La falta de avances es tan evidente que algunos rusos partidarios de la guerra ya empezaron a apuntar el dedo en busca de un culpable, por más que la propaganda rusa insista en que la lentitud de la campaña se debe al cuidado de los militares rusos para evitar herir a los civiles. El lunes, en una entrevista en video publicada en las redes, el excoronel de la agencia de inteligencia rusa FSB y “exministro de Defensa” de los separatistas respaldados por Rusia en el este de Ucrania, Igor Girkin, dijo que Rusia había hecho una evaluación “catastróficamente incorrecta” de las fuerzas de Ucrania. “El enemigo fue subestimado en todos los aspectos”, dice Girkin en la entrevista.
El lamentable desempeño de las fuerzas rusas también sorprendió a los analistas, que al comienzo de la guerra predecían que las inmensas Fuerzas Armadas de Rusia, tecnológicamente de avanzada, terminarían su trabajo en Ucrania en unos pocos días. El propio Putin parece haber dado por descontado que sus tropas tomarían rápidamente las principales ciudades, incluida Kiev, donde decapitarían al gobierno e instalarían un régimen títere manejado desde Kremlin.
“Tomen el poder en sus propias manos”, fue el llamado de Putin a los soldados ucranianos en el segundo día de la invasión, una insinuación para que depusieran las armas, con la esperanza de que Ucrania cayera sin luchar. Por el contrario, Ucrania se defendió. Ha pasado casi un mes y las tropas rusas parecen atascadas frente al incesante hostigamiento de un Ejército ucraniano, mucho más débil, pero también mucho más maniobrable.
“Probablemente no se esperaban una resistencia tan feroz”, dice Yevgeny Buzhinsky, un teniente general retirado y comentarista habitual de la televisión estatal rusa. “Creyeron que serían más razonables”. Como si respondiera a esas críticas, en sus comentarios públicos sobre la guerra Putin ha dicho repetidamente que todo va “según el plan”.
“Se puede decir rotundamente que nada va según el plan”, le responde Pavel Luzin, un analista militar ruso. “Hace décadas que los Ejércitos soviético o ruso no sufrían pérdidas tan grandes en tan poco tiempo”.
Fisuras
La última vez que Rusia anunció sus pérdidas en combate fue hace tres semanas: 498 muertes al 2 de marzo. Los funcionarios estadounidenses ahora dicen que una estimación conservadora sitúa las bajas rusas en 7000 militares muertos en combate. Rusia dice haber perdido un total de 11.000 miembros del servicio en casi una década de guerra en Chechenia.
Y la acumulación de fracasos en Ucrania comienza a crear fisuras en el interior del liderazgo ruso. Según Andrei Soldatov, experto en los servicios militares y de seguridad de Rusia, el principal funcionario de inteligencia ruso a cargo de supervisar el reclutamiento de espías y las operaciones de distracción en Ucrania se encuentra bajo arresto domiciliario junto con su principal subordinado. Incluso el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, que hasta comparte vacaciones con Putin y que ha sido mencionado como su posible sucesor, ha perdido poder, según las fuentes de Soldatov. “Todo el mundo está muy nervioso”, señaló.
Las afirmaciones de Soldatov no pueden ser verificadas y algunos expertos independientes las cuestionan. Pero a Shoigu no se lo ha visto reunido con Putin en persona desde el 27 de febrero, cuando él y su principal comandante militar, el general Valery Gerasimov, se sentaron al final de una mesa larga mientras Putin, en el extremo opuesto, les ordenaba subir el estado de alerta de las fuerzas nucleares del país. “La guerra ha demostrado que en combate el Ejército ruso es malo”, dice Luzin, el analista militar ruso. “Y el responsable es el ministro de Defensa”.
Las muertes de altos comandantes rusos en el campo de batalla tampoco quedan bien en la planilla de guerra del Kremlin. El capitán Andrei Paliy, subcomandante de la flota rusa del Mar Negro, murió en combate sobre la ciudad portuaria de Mariupol, informaron el domingo los funcionarios rusos.
Tras la muerte del general de división Andrei Sukhovetsky, subcomandante del 41º Ejército de Armas Combinadas, apenas cuatro días después de iniciada la guerra, la ciudad de Novorossiysk, donde estaba destinado anteriormente, emitió un comunicado recordándolo como “un camarada fiel, un valiente guerrero, un comandante sabio y un abnegado defensor de la Patria”. “A los terroristas no los protegen las charreteras”, dijo el servicio de inteligencia militar de Ucrania en su anuncio de la muerte de Sukhovetsky.
Para los generales rusos, parte del problema radica en que muchos de ellos han pasado las últimas décadas luchando en un tipo diferente de guerra. A principios de la década de 2000, en Chechenia, Rusia logró aplastar un levantamiento separatista en un pequeño territorio, y recurriendo a la aniquilación de ciudades enteras y la táctica de tierra arrasada.
Más recientemente, en Siria, las operaciones de Rusia se limitaron a ataques aéreos contra una población que carece de armas sofisticadas y ni siquiera cuenta con un Ejército regular.
Ucrania, aunque militarmente mucho más débil, está en guerra desde hace ocho años contra las fuerzas separatistas respaldadas por Rusia en el este del país, una guerra similar, en miniatura, a la que se libra ahora, y de la que fue aprendiendo. Ucrania tiene una fuerza aérea propia, que sigue prácticamente intacta, y modernos sistemas antiaéreos. Cuando los convoyes de blindados rusos avanzaban pesadamente por las rutas de Ucrania, las fuerzas de Kiev desplegaron drones y unidades de infantería altamente maniobrables que causaron devastación entre los vehículos rusos.
Ahora las fuerzas de Rusia están básicamente estancadas en toda Ucrania. Pero los analistas advierten que ningún revés militar disuadirá a Putin, que les ha dicho a los rusos que esta es una guerra de Rusia por su supervivencia, y que cada vez les da más señales de que deberían prepararse para una lucha larga.
Anton Troianovski y Martin Schwirtz
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