Guerra Rusia-Ucrania. Cómo es cubrir el conflicto: vivir bajo tierra, geolocalización desactivada y un riesgo latente
La enviada especial de LA NACION relata las dificultades de la cobertura periodística, en medio del toque de queda en Kiev y los combates entre ambos bandos
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KIEV.- La situación degenera con el pasar de las horas, no solo a nivel militar, en cuanto a combates, sino en cuanto a las condiciones de trabajo de los enviados especiales y corresponsales de guerra.
Vista la inseguridad total que reina en esta capital sitiada por todos lados por fuerzas rusas -más allá de la resistencia de las milicias ucranias y de voluntarios-, muchas cadenas importantes, como por ejemplo la alemana Deutsche Welle, decidieron evacuar a sus enviados. Y la cobertura de este conflicto -que podría también degenerar en una gran guerra continental si las fuerzas de la OTAN finalmente intervinieran en el terreno- se hace cada vez más difícil.
Los fixers -como se llaman los colaboradores locales que suelen ayudar a los corresponsales no solo haciendo de traductores, sino también aconsejando historias, personajes y eventos que cubrir- se han vuelto inhallables. Pese que algunos se habían comprometido de antemano -incluso cobrando precios muy altos-, al desatarse esta invasión total que nadie realmente se esperaba, de consecuencias impredecibles, se han esfumado. “Tengo un hijo de 11 años, no puedo”, es la respuesta, totalmente comprensible, que dan.
También la movilidad es imposible, ya que taxistas y choferes también desaparecieron: muchos se escaparon junto a sus familias a otras zonas del país o incluso al exterior, a Polonia y Rumania. Lo única opción es salir a pie, sin poder ir demasiado lejos, vistas las alertas de bombardeos intermitentes que obligan a bajar a los refugios.
Otra vez sirenas que anuncian más bombardeos rusos en #Kiev Los chicos que hay en el refugio de mi hotel, juegan armando Lego… #UkraineUnderAttack pic.twitter.com/G8rR67EiTA
— Elisabetta Piqué (@bettapique) February 26, 2022
Toque de queda
Aún más difícil se ha vuelto contar qué pasa en esta ciudad bajo fuego, fantasma porque todos están ocultos bajo tierra, después del nuevo toque de queda decretado hoy por el alcalde de Kiev, a partir de las 17 (hora local) de hoy hasta las 8 del lunes. El chat de WhatsApp “Seguridad Kiev” que formamos varios periodistas hispanohablantes desplegados en distintos hoteles de Kiev para intercambiar información y asegurarnos, cada tanto, de que estamos todos bien, estaba en llamas después de la noticia del nuevo toque de queda.
Primero porque no estaba claro si el nuevo toque de queda era desde las 17 hasta las 8 de la mañana del domingo, o del lunes. Y después porque la gran pregunta era entonces si esa prohibición también regía, o no, para los reporteros. “Sí, si tienes chalecos antibalas donde estás identificado claramente como ‘Press’ y un casco, puedes moverte”, era una versión. Algo de todos modos complicado porque no todos tienen esa protección.
Luego alguien dijo que hacía falta una acreditación especial para salir a la calle, que tampoco nadie sabía cómo conseguir. Y más tarde apareció un comunicado del Ministerio del Interior -aportado por un colega turco- que advertía a los “representatives of Western media”, a quien agradecía su labor en semejante momento, que no había que salir de ningún modo durante el toque de queda. ¿Por qué? Debido a la presencia de “grupos enemigos de sabotaje operando en la ciudad” y porque aún no habían podido establecer el principio de quién es amigo y quién enemigo. Es decir, se está dando la clásica y peligrosísima confusión de cuando, más allá de los uniformados de los dos bandos, hay fuerzas paramilitares, comandos especiales, voluntarios y demás, que significan una enorme amenaza de episodios de “fuego amigo”.
El mismo mensaje, sin embargo, también tenía una excelente noticia: adelantaba que estaban organizando para mañana domingo “viajes para grupos de periodistas, a pedido, en ómnibus y bajo protección policial”. Algo que entusiasmó a todos, ya que significaba que finalmente se podía salir a cubrir la situación con cierta seguridad. ¿Cómo era la forma de sumarse o pedir estar en uno de esos tours?, comenzaron todos a preguntarse. Pero esta novedad horas más tardes se frustró. “¡Hola! Desafortunadamente, no pueden trabajar durante el toque de queda que empezó hoy sábado a las 17 y termina el lunes 28 a las 8″, indicó el Ayuntamiento, al responder una pregunta en ese sentido. Frustración total.
Como si todo esto no alcanzara, en los hoteles tampoco es fácil trabajar. Prácticamente se vive bajo tierra, en el refugio y no en la normal habitación, porque los ataques se han hecho casi constantes, sobre todo cuando es de noche. Y bajo tierra las conexiones funcionan mal, por lo que las transmisiones televisivas, llamados telefónicos y demás, son difíciles y a veces, imposibles, cuando hay ataques fuertes.
Aunque lo bueno es que hasta ahora no hubo cortes de luz, que sí significarían un desastre. Además, en los momentos en los que uno no está bajo tierra, en el búnker, la consigna es mantener las luces totalmente apagadas, o, en todo caso, las cortinas de la habitación herméticamente cerradas. Hay que mantenerse alejado de ventanas o ventanales del lobby. Y no es tanto por el peligro de que una explosión fuerte haga estallar los vidrios, sino porque las autoridades les advirtieron a los managers de los hoteles algo muy puntual: “Los rusos no deben saber que hay gente en los edificios”. Con ese mismo objetivo y para que los rusos tampoco se enteren cuánta gente hay en el subsuelo, hace unas horas en la radio el pedido fue desactivar la geolocalización de los teléfonos celulares.
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