Guerra Rusia-Ucrania. A pesar de la brutalidad de la invasión, igual Putin parece contenerse: ¿por qué?
Rusia podría atacar más agresivamente el tendido ferroviario, las rutas y los puentes, y podría haber bombardeado más infraestructura en los alrededores de Kiev; la aparente moderación sobre el terreno contrasta con la grandilocuencia de la televisión estatal rusa
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NUEVA YORK.- La guerra de Rusia contra Ucrania ha arrasado ciudades, matado a decenas de miles de personas y obligado a millones de abandonar sus hogares. Pero en privado, algunos analistas militares y funcionarios occidentales se preguntan por qué la carnicería no ha sido todavía peor.
Rusia podría, por ejemplo, atacar más agresivamente el tendido ferroviario, las rutas y los puentes, para intentar frenar el flujo de armas de Occidente hacia el frente de batalla. También podría haber bombardeado más infraestructura en los alrededores de Kiev para dificultar la visita de los líderes occidentales al presidente Volodimir Zelensky, para dar muestras de unidad y determinación. Y hasta podría tomar otras medidas para infligirle más perjuicios a Occidente, ya sea con ciberataques, sabotajes o un recorte más drástico de las exportaciones de energía rusa a Europa.
En parte parece ser por pura incompetencia: las primeras semanas de la guerra demostraron a las claras que el ejército de Rusia era mucho menos potente y capaz de lo que se creía antes de la invasión. Pero los funcionarios estadounidenses y europeos también dicen que las tácticas del presidente Vladimir Putin en las últimas semanas son notablemente cautelosas y estuvieron marcadas por una ofensiva lenta en el este de Ucrania, un enfoque moderado que parece tendiente a eliminar la infraestructura ucraniana evitando acciones que podrían escalar en un conflicto directo con la OTAN.
La aparente moderación sobre el terreno contrasta con la grandilocuencia de la televisión estatal rusa, donde se declama que el gobierno de Moscú está abocado de lleno a una lucha por su supervivencia contra Occidente y donde se habla abiertamente del uso de armas nucleares. La gran pregunta es si con el avance del conflicto, Putin cambiará de rumbo e intensificará sus ataques.
Esa pregunta cobra especial importancia en vísperas del feriado del Día de la Victoria, que en Rusia se celebra el próximo lunes, cuando Putin tradicionalmente preside un grandioso desfile para conmemorar el triunfo soviético sobre la Alemania nazi, y suele dar un discurso abiertamente militarista. Ben Wallace, el secretario de Defensa británico, predijo la semana pasada que Putin usaría el discurso para hacer una declaración oficial de guerra y movilizar en masa al pueblo ruso.
Los funcionarios estadounidenses y europeos dicen no haber detectado ningún movimiento en el terreno que permita predecir un mayor avance con tropas adicionales a partir del 9 de mayo. Esos funcionarios esperan una campaña lenta y agotadora en el interior de Ucrania. Pero no descartan que Putin pueda usar su discurso para declarar una guerra más amplia y un esfuerzo nacional más a fondo para librarla.
Por el momento, el presidente ruso parece seguir un patrón de “contención militar”, permitiendo que las fuerzas de Ucrania se reagrupen y abastezcan del armamento enviado por Occidente. El lunes, un alto funcionario del Pentágono calificó la última ofensiva de Rusia en el este de Ucrania como “muy cautelosa y tibia”. En Rusia, muchos se quejan diciendo que sus militares están luchando con una mano atada a la espalda, y que la opinión pública rusa no entiende la estrategia ni los objetivos.
Límites estrictos
“Es un tipo de guerra extraño, especial”, dice Dimitri Trenin, hasta hace poco director del grupo de expertos Centro Carnegie de Moscú. “Rusia se ha puesto límites bastante estrictos, y como es algo que no tiene explicación alguna, obliga a plantearse muchas preguntas, para empezar, entre los propios ciudadanos rusos”.
Trenin es uno de los pocos analistas de su grupo de expertos -que fue cerrado el mes pasado por el gobierno ruso-, que optó por quedarse en Rusia después de que comenzara la guerra. Y dice que le cuesta entender por qué el Kremlin está luchando “a menos de la mitad de su potencia”.
¿Por qué Rusia no está bombardeando más puentes y vías férreas, y permiten que el ejército de Ucrania reciba entregas de armas cada vez más letales de Occidente cada día que pasa? ¿Por qué los líderes occidentales todavía pueden visitar Kiev sin correr riesgos, como lo hizo el domingo la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi?
“Es todo muy raro y no le encuentro explicación”, dice Trenin en comunicación telefónica desde las afueras de Moscú.
Por supuesto que los misiles rusos han hecho blanco en la infraestructura en toda Ucrania, incluida la destrucción de un importante puente en el suroeste del país, este lunes, y la pista del aeropuerto de Odessa el sábado. Pero del otro lado del Atlántico, los funcionarios y analistas se hacen las mismas preguntas que Trenin.
Hace semanas que los funcionarios de Washington debaten por qué los intentos del Ejército ruso por destruir las líneas de suministro por las que llegan las armas occidentales no han sido más agresivos. Según los funcionarios, se debe en parte a que la defensa aérea ucraniana sigue amenazando a los aviones rusos, y cuanto más incursionan los aviones rusos en territorio de Ucrania, mayores son sus chances de ser derribados.
Rusia también ha tenido problemas con sus municiones de precisión: los misiles o cohetes guiados. Muchas de esas armas no funcionaron correctamente, y los suministros de armas que tiene Rusia son limitados. Para ser efectivos, los ataques a las líneas férreas o convoyes en movimiento deben ser sumamente precisos.
Otros funcionarios argumentan que Moscú está decidido a evitar destruir por completo la infraestructura de Ucrania, con la esperanza, tal vez infundada, de tener todavía alguna chance de tomar el control del país. En esa eventualidad, si se hiciera cargo de las ciudades devastadas por sus propios bombardeos, Rusia quedaría atrapada en un descomunal trabajo de reconstrucción.
Un alto funcionario de defensa de Estados Unidos dice que posiblemente Putin haya evitado destruir la red ferroviaria de Ucrania porque no quiere limitar su propia capacidad para trasladar equipos y tropas por todo el país. Los rusos parecen más enfocados en destruir las áreas de almacenamiento de armas que la red ferroviaria.
Además está la cuestión de por qué Rusia no ha reaccionado con más dureza contra Occidente. El relato del Kremlin es que está librando en suelo ucraniano una guerra por su subsistencia contra la OTAN, pero la que sufre pérdidas militares es Rusia, mientras que Occidente se mantiene una distancia segura y sigue mandando armas que acaban con la vida de los soldados rusos.
¿Efecto rebote?
“En Washington muchos se preguntan por qué Rusia todavía no han tomado represalias”, dice Samuel Charap, exfuncionario del Departamento de Estado norteamericano y analista de temas rusos en la RAND Corporation. “Parece poco probable que Estados Unidos y sus aliados no vayan a experimentar ninguna pérdida o efecto rebote por haber mandado a la tumba a tantos soldados rusos.”
Rusia tiene las herramientas y la capacidad para causarle daños generalizados a Occidente. La escasez de gas causada por el ciberataque contra el Colonial Pipeline, el año pasado, dejó demostrada la capacidad disruptiva de la piratería rusa contra la infraestructura estadounidense. Berlín ha advertido que un corte del gas ruso podría empujar a la recesión a la economía alemana.
Y después está el arsenal nuclear de Moscú, único en el mundo, con un estimado de 5977 ojivas nucleares, una descomunal capacidad de destrucción que es estridentemente promocionada por los medios de comunicación rusos.
“¿Pensaron que podían destruirnos a través de terceros y observar tranquilamente desde distancia segura?” dijo el sábado en el Parlamento ruso Sergei Mironov, uno de los halcones del Kremlin, y afirmó que el nuevo misil balístico intercontinental de su país podría destruir Gran Bretaña de un solo golpe. “No les va a funcionar, señores, ¡y van a tener que pagar el precio completo!” añadió.
Putin también ha advertido sobre posibles represalias, pero sobre todo parece valorar la ambigüedad. El año pasado, dijo que quienes cruzaran la “línea roja” enfrentarían una respuesta “asimétrica, rápida y drástica”, señal de que el golpe llegaría cuándo y dónde Moscú lo decida.
“Nadie sabe realmente dónde está esa línea roja”, dice Charap, el analista en temas rusos. “Creo que ni siquiera los rusos lo saben: estamos en terreno desconocido”.
Los funcionarios estadounidenses y sus aliados se preguntan por qué Putin no ha lanzado ciberataques generalizados, o más dañinos. Algunos dicen que las medidas disuasorias han hecho efecto en Putin. El ejército ruso, que no logra una sola victoria concreta en Ucrania, no podría manejar una guerra más amplia con la OTAN, y por lo tanto no quiere darle a la alianza atlántica ninguna excusa para entrar en un conflicto directo.
Otros argumentan que un ataque cibernético masivo contra un país de la OTAN es una de las pocas cartas que a Putin le queda por jugar, y que tal vez esté esperando una etapa posterior de su campaña militar para ejecutarlo.
Si bien Putin no ha tenido empacho en endurecer su discurso, sus acciones concretas desmienten que quiera provocar una guerra más amplia.
“La sensación general es que Putin necesita arrebatarle algún tipo de victoria a esta debacle que él mismo generó”, dice el funcionario de defensa estadounidense, y señala que a Putin “le alcanza con los problemas que ya tiene”.
Antes de la invasión del 24 de febrero, Trenin, del Centro Carnegie, predijo que la resistencia del ejército ucraniano sería feroz y que Putin se desayunaría con la total falta de apoyo político en Ucrania. En eso, Trenin acertó.
En lo que se equivocó, admite Trenin, fue en la información que los ayudantes y comandantes de Putin le proporcionarían sobre la capacidad militar de Rusia, que resultó ser errónea.
Trenin dice que sigue viendo a Putin como un hombre básicamente racional, y no alguien dispuesto a lanzarse a una guerra nuclear “con una determinación maníaca de destruir a la humanidad.
“Eso no sería un error, sino un alejamiento total de la racionalidad”, dijo Trenin. “Y espero no equivocarme en esto.”
Anton Troianovski y Julian E. Barnes
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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