Qué es la cultura de la cancelación que agita y preocupa a EE.UU.
WASHINGTON.- Estados Unidos ya estaba fracturado por la grieta. Ahora, en un ambiente caldeado por la pandemia, el último estallido social contra el racismo y una reñida campaña presidencial que marcará el futuro, el país quedó envuelto en un torbellino de peleas –algunas de alto perfil, otras no tanto– en una nueva oleada de la llamada "cultura de la cancelación", que agitó el debate sobre la tolerancia y la libertad de expresión.
La discusión encontró un terreno fértil en las redes sociales, y Donald Trump le dio un lugar excluyente en la campaña, al hacer una mención directa en su discurso en el monte Rushmore, el último 4 de julio, día de la independencia, al definirla como un "arma política" de sus rivales que encarnaba al totalitarismo.
El blanco primordial fueron las estatuas –vandalizadas, derrumbadas o removidas– de líderes de la Confederación que defendieron a los estados del sur en la Guerra Civil, o de Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes. Pero no fue el único. Nascar prohibió la bandera confederada en sus carreras.
Tras resistir presiones durante años, el equipo de fútbol americano de Washington, los Pieles Rojas, anunció que abandonará el nombre que usó durante 83 años. HBO decidió incluir una advertencia sobre el racismo en Lo que el viento se llevó. El uso del barbijo, en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, cayó preso de la puja.
La "cultura de la cancelación" –que, para sus detractores, es un método para frenar reclamos– acompañó también al movimiento #MeToo, que dejó una larga lista de figuras que pasaron a la clandestinidad tras ser acusadas de abuso o acoso sexual.
Los últimos protagonistas fueron una popular marca de porotos, Goya, y Bari Weiss, la editora que renunció a The New York Times con críticas al periódico.
A principios de julio, Weiss firmó una carta en la revista Harper’s que advirtió sobre un deterioro en la tolerancia y el debate público a raíz de "actitudes morales y compromisos políticos" que se intensificaron con la ola de protestas contra el racismo desatadas por el asesinato de George Floyd en Minneapolis.
"El libre intercambio de información e ideas, el alma de una sociedad liberal, se está volviendo cada vez más restringido", advierte la carta. "Si bien hemos llegado a esperar esto de la derecha radical, la censura también se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura: una intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda de avergonzamiento público y ostracismo, y una tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una certeza moral cegadora", continúa.
Fue una defensa de la libertad de expresión y una crítica a la "cultura de la cancelación", o, si se quiere, una advertencia sobre la intolerancia del pensamiento único. La carta, que provocó elogios y críticas, fue firmada por intelectuales, activistas, escritores, periodistas o historiadores como Noam Chomsky, Steven Pinker, Salman Rushdie, J.K. Rowling, Malcolm Gladwell, Margaret Atwood, Gloria Steinem, Enrique Krauze y la propia Weiss, entre más de 150 figuras.
Weiss renunció una semana después de la publicación con otra denuncia, plasmada en otra carta, esta vez, dirigida a The New York Times. Weiss fustiga al periódico por impedir un amplio debate de ideas diversas en su página de opinión –de las cuales era una de las editoras– y denuncia que ahora "Twitter es el último editor".
"Las historias se eligen y cuentan para satisfacer al público más limitado, en lugar de permitir que un público curioso lea sobre el mundo y luego saque sus propias conclusiones", afirma.
Ofensiva
Donald Trump , a quien los intelectuales de la carta publicada en Harper’s definieron como una amenaza a la democracia, puso la ofensiva contra la "cultura de la cancelación" en el corazón de su discurso proselitista.
"Turbas enojadas están tratando de derribar las estatuas de nuestros fundadores, de desfigurar nuestros monumentos más sagrados y desatar una ola de crímenes violentos en nuestras ciudades. Muchas de estas personas no tienen idea de por qué están haciendo esto, pero algunos saben exactamente lo que están haciendo. Piensan que el pueblo estadounidense es débil, blando y sumiso. Pero no, el pueblo estadounidense es fuerte y orgulloso, y no permitirá que le quiten a nuestro país todos sus valores, historia y cultura", dijo en su discurso el Día de la Independencia, en el Monte Rushmore.
"Una de sus armas políticas es la cultura de la cancelación: expulsar a las personas de sus trabajos, avergonzar a los disidentes y exigir la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo. Esta es la definición misma de totalitarismo, y es completamente ajena a nuestra cultura y nuestros valores, y no tiene absolutamente ningún lugar en los Estados Unidos de América", continuó.
El último episodio involucró a su hija, Ivanka Trump. Días atrás, el CEO de Goya, una alimentaria de fuertes lazos con la comunidad hispana, dijo en un evento en la Casa Blanca que Trump era una bendición para Estados Unidos. La furia por la frase llevó a un boicot contra la empresa. Tras esa ofensiva, Trump convirtió a Goya en una bandera política. Ivanka se tomó una fotografía, sonriente, sosteniendo una lata de garbanzos. "Si es Goya, tiene que ser bueno", escribió junto a la fotografía, en inglés y español, violando las reglas de ética del gobierno federal.
Twitter se incendió, y la Casa Blanca respondió: culpó a los medios y al "movimiento de la cultura de la cancelación" de criticar a la hija y asesora presidencial por respaldar a una compañía "injustamente burlada, boicoteada y ridiculizada por apoyar a esta administración". Trump fue más allá: publicó una foto, sentado en su escritorio en el Salón Oval, con cinco productos Goya sobre la mesa y ambos pulgares en alto.
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