Guerra en Ucrania: Zelensky usó el aniversario para redoblar su desafío al Kremlin y dijo que buscará la victoria “este año”
El presidente ucraniano dijo que solo se sentará a una mesa de negociaciones cuando se respete la integridad territorial de Ucrania y volvió a pedir que Occidente acelere el envío de armamento
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KIEV.– No sonaron las sirenas antiaéreas como hace 365 días en Kiev. No hubo shock, tampoco pánico, por suerte no llegó –al menos hasta ahora– un enésimo y temido ataque ruso. En cambio, esta capital vivió un primer aniversario de la guerra con ceremonias, misas y actos solemnes que recordaron a los miles de “héroes” caídos en la batalla, en un clima de resiliencia absoluta.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, utilizó el aniversario para volver a mostrarse combativo, desafiante, seguro. Y más determinado que nunca en seguir adelante con una guerra que nadie sabe cuánto podrá durar y sin solución diplomática a la vista.
“No estamos luchando, estamos defendiendo nuestras vidas”, aseguró el mandatario, en una larga conferencia de prensa que concedió en Kiev y que también se hizo presente en un día tan especial en sendos mensajes en las redes sociales.
On February 24, millions of us made a choice. Not a white flag, but the blue and yellow one. Not fleeing, but facing. Resisting & fighting.
— Volodymyr Zelenskyy / Володимир Зеленський (@ZelenskyyUa) February 24, 2023
It was a year of pain, sorrow, faith, and unity. And this year, we remained invincible. We know that 2023 will be the year of our victory! pic.twitter.com/oInWvssjOI
A 365 días del inicio de una guerra que trastornó a esta exrepública soviética y al mundo, Zelensky, que desde el comienzo ostentó una enorme habilidad de comunicación, quiso centrarse en lo único positivo de este primer año de guerra: el hecho de que los ucranianos, que están más unidos que nunca más allá de la destrucción y sangre derramada, demostraron su “invencibilidad” ante el gigante ruso.
Hace un año, en efecto, cuando comenzó la denominada “operación especial”, todos hubieran apostado por una rápida victoria del presidente ruso, Vladimir Putin, que, en cambio, fue sorprendido –y humillado– por una resistencia feroz e inesperada del ejército ucraniano y de los cientos de miles de voluntarios de las Fuerzas Territoriales de Defensa.
Zelensky, un cuestionado excomediante cuya figura se agigantó en estos doce meses, convirtiéndose en uno de los líderes más admirados del escenario internacional occidental, habló de una “victoria inevitable” de Ucrania porque “está del lado justo de la historia”. Una victoria que, dijo, podría darse incluso este año de acelerarse la llegada de las armas de más alcance y más modernas prometidas por la coalición que lo respalda. Destacó, en este sentido, el amplio apoyo de la mayoría de la comunidad internacional y el respaldo de sus aliados occidentales, que prometieron seguir enviando armas y dinero. En la Asamblea General de Naciones Unidas, 141 países condenaron ayer la invasión de Rusia.
El mandatario ucraniano –que hace un año rechazó ofertas de exilio desafiando los dictados del autócrata del Kremlin, que esperaba derrocarlo en pocos días–, volvió a hacer entender que queda muy lejos cualquier acuerdo para una tregua o cese al fuego. Y que solo se sentará a una mesa de negociaciones cuando se respete la integridad territorial de Ucrania. Es decir, cuando el enemigo ruso se retire de los territorios que Putin cree que forman parte de la Gran Rusia, invadidos ilegalmente: la península de Crimea –anexada en 2014– y buena parte de la disputada región del Donbass, en el este, donde ahora se concentran los combates.
Solo podrá haber negociaciones, insistió, cuando Putin deje de bombardear y matar “a nuestros niños”. “¡Por favor, respeten nuestro derecho a vivir en nuestra tierra! ¡Váyanse de nuestro territorio, dejen de bombardearnos!”, pidió. “¡Dejen de destruir nuestras infraestructuras, energía, agua potable! ¡Dejen de bombardear pueblos, ciudades, matando a perros y gatos, simples animales, incendiando bosques!”, agregó, volviendo a demostrar gran carisma y capacidad de oratoria, como siempre ataviado con ropa informal, un buzo negro con el escudo de Ucrania, pantalones color verde militar y borceguíes.
“No es nuestra guerra”, aseguró, por otro lado, Zelensky, al subrayar que Ucrania también estaba combatiendo por Europa y sus valores, que se contraponen a la falta de libertad y democracia que hay en Rusia, que no esconde sus deseos de expandir su influencia a otros países que solían formar parte del Imperio Ruso primero y de la Unión Soviética después. Como siempre, abogó por más armas, drones, aviones de combates para su país y más “presión” internacional, más aislamiento y más sanciones contra Rusia, el agresor. Al relativizar el plan de paz presentado por China, que no menciona ninguna retirada de las fuerzas rusas de los territorios ucranianos ocupados, advirtió del peligro que implicaría que esta superpotencia comenzara a darle armas a Rusia, mencionando una posible tercera guerra mundial. Sin embargo, anticipó que -al igual que Putin- planea reunirse con Xi Jinping. “Creo que será beneficioso para nuestros países y para la seguridad en el mundo”, expresó.
En la conferencia de prensa, que duró casi dos horas –un hecho bastante inusual para un jefe de Estado que vive bajo estrictas condiciones de seguridad–, Zelensky también confesó, ante una pregunta, que el momento más terrible para él, en estos 365 días a sangre y fuego, fue cuando fue a principios de abril a la localidad de Bucha, en el norte de Kiev, después de la retirada de los rusos. “Lo que vi cuando desocuparon Bucha fue terrible”, dijo, aludiendo a los cadáveres tirados por las calles hallados entonces con señales de torturas y las fosas comunes. Entonces, estuvo a punto de quebrarse.
Más allá del tono combativo y desafiante de Zelensky, fue un primer aniversario triste en Ucrania. En Kiev, donde por esta fecha que ya entró en la historia y en la memoria colectiva no hubo clases, se veían personas peregrinando a la Plaza Maidan para evocar el aniversario y sacarle una foto al monumento de banderitas ucranianas que homenajean a los miles de muertos, muchos civiles, que se cobró hasta ahora la “operación especial” de Putin.
“No sé cuándo terminará”
“No sé cuándo terminará esta guerra… Pueden hacer falta años para que llegue el fin”, dijo a LA NACION Mikhail, profesor de historia oriundo de Popasna, ciudad del oblast de Lugansk, en la disputada región industrial del Donbass, que en este año además de vivir una odisea, fue prisionero de los rusos.
Mikhail –que no quiso dar su apellido porque es un soldado–, perdió dos veces su casa. La primera vez en 2014, cuando comenzaron los combates entre fuerzas separatistas prorrusas y ucranianas en el Donbass y se vio obligado a irse de la cercana localidad de Pervomajsk, donde vivía. La segunda, cuando la ciudad de Popasna, donde se había mudado, quedó en el medio de feroces combates el año pasado, hasta que en mayo cayó bajo ocupación rusa. Cuando aun no había sido conquistada, Mihkail comenzó a trabajar como voluntario. Evacuaba gente que había quedado bajo el juego cruzado y llevaba ayuda a los que no querían irse en un autobús escolar amarillo. Y cayó prisionero de mercenarios rusos de la compañía Wagner cuando estaba acompañando a una mujer a recuperar cosas de su departamento.
“Comenzaron a disparar desde un tanque con una metralleta, logramos salir del autobús amarillo tirándonos cuerpo a tierra y después nos arrestaron… Ocurrió el 27 de abril”, contó. Aunque lo liberaron diez días más tarde porque se dieron cuenta de que era un simple civil, su cautiverio fue noticia en la televisión rusa, como nos mostró a través de imágenes en Facebook.
Una vez libre, Mikhail quedó atrapado en una zona bajo ocupación rusa y no lograba volver a territorio ucraniano debido a los combates. Su mujer, Julia –que había logrado salir del peligroso Donbass en marzo junto a su hija de 12 años, Bárbara–, le consiguió a través de contactos un documento ruso con el que cruzó la frontera oriental y viajó a Moscú en autobús. Luego viajó a Letonia y de ahí, a Polonia, desde donde volvió a ingresar a Ucrania.
A diferencia de Zelensky, sentado en un café a una cuadra de la Plaza Maidan, Mikhail, que tiene un año más que el presidente, 46, en el día del primer aniversario de la guerra no aparece optimista. “Esta guerra puede durar muchos años, depende de las armas”, opina. “Aunque podría terminar mañana si cayera el sistema que sostiene a Vladimir Putin, no si lo matan o derrocan a Putin, porque podría venir alguien aún peor que Putin, alguien más convencido que él de la necesidad de combatir esta guerra, que lamentablemente representa el pensamiento de la mayoría de la sociedad rusa”, sostiene.
Preguntado si considera verosímil que Ucrania recupere algún día el Donbass, su tierra, donde nació, Mikhail contesta con realismo: “En el corto plazo, es imposible”. “El ejército ucraniano y el ejército ruso son, los dos, grandes ejércitos y, como vimos en el Donbass donde hay una guerra desde 2014, se la pueden pasar combatiendo durante muchos años más”, agrega, escéptico.
Mikhail, que no ve a su mujer y a su hija desde septiembre pasado porque se ha sumado a las filas del ejército, no es un fanático de Zelensky, aunque lo respeta. “Es el presidente de Ucrania… Pero, quizás, con otro presidente no habría habido guerra”, desliza.
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