Guerra en Ucrania: Volodimir Zelensky en Washington, una celebración de resiliencia y un raid en busca de apoyo
El presidente ucraniano sabe que la notable resistencia del primer año de invasión podría verse amenazada en el segundo, y la determinación de sus combatientes podría empezar a amainar
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NUEVA YORK.- El viaje relámpago cuidadosamente coreografiado del presidente Volodimir Zelensky a Washington fue pensado, en parte, como una celebración del fracaso de Rusia en aplastar a Ucrania, en parte como una muestra de aprecio hacia los contribuyentes norteamericanos que financian la batalla, y también en parte como un raid publicitario para mantener unida a la frágil coalición occidental frente al largo, cruento y gélido invierno boreal que queda por delante.
Pero entre líneas aparecieron indicios reveladores de las preocupaciones de Zelensky para 2023.
A pesar de que muchos hablan de “victoria” y tienden paralelismos entre el momento actual y el giro en la Segunda Guerra Mundial tras la batalla de las Ardenas, Zelensky y sus altos funcionarios militares dudan de que las fuerzas rusas que invadieron en febrero puedan ser vencidas en el corto plazo. El presidente ucraniano también sabe que la notable resiliencia del primer año de guerra podría verse amenazada en el segundo, y la determinación de sus combatientes podría empezar a amainar.
El agrupamiento de fuerzas rusas hizo que muchos funcionarios se preguntaran si el humillado presidente ruso, Vladimir Putin, está planeando un nuevo ataque. Y por primera vez, hay principios de fracturas –pero no quiebres– entre algunos aliados y socios, incluida una minoría de republicanos que se preguntan si vale la pena que Estados Unidos gaste decenas de miles de millones de dólares en una nación que no es miembro de la OTAN.
Zelensky debía encargarse de plantear todas esas cuestiones ante el Congreso y pedir más, sin dar la impresión de estar leyendo una lista de compras. Lo hizo en un discurso cuidadosamente elaborado para complacer a muchas partes, donde el presidente se mostró agradecido y al mismo tiempo solicitó amablemente más ayuda. Zelensky quiere tanques Abrams y aviones F-16, defensa aérea por capas y el sistema de misiles Patriot, que según anunció el presidente estadounidense Joe Biden, pronto será enviado a Ucrania.
Buenas noticias
Como era de esperar, Zelensky, el actor que se convirtió en político y luego en líder de guerra con un manejo avezado de los medios de comunicación, aprovechó su aparición para subrayar las buenas noticias. Rusia está en retirada, Estados Unidos provee armas cada vez más poderosas, hay mucho dinero para más y la alianza occidental sigue intacta.
“Ucrania está vivita y coleando”, dijo en la sesión conjunta del Congreso, luciendo una versión un poco más depurada de su inconfundible remera verde oliva, una modesta concesión ante la formalidad de pronunciar un discurso desde el estrado del Congreso estadounidense.
Sin embargo, el presidente ucraniano reconoció la enorme cantidad de fuerzas rusas que se están agrupando mientras Putin intenta recuperarse de las sorpresivas victorias ucranianas en Kherson y Kharkiv de este otoño boreal. A los comandantes militares estadounidenses les preocupa que los 300.000 conscriptos rusos, aunque estén entrenados mal y a las apuradas, formen una fuerza enemiga mayor que cualquiera de las que hasta el momento atacaron Ucrania.
Luego de agradecerle al Congreso por las armas que le suministró, Zelensky preguntó: “¿Es suficiente? Honestamente, no”. Una sonrisa nerviosa recorrió la Cámara baja.
Desde luego, Zelensky estaba abordando el verdadero motivo de su visita. Desde el comienzo del conflicto, el presidente pareció intuir que necesitaba ser más que un líder inspirador: necesitaba ser un importador de armas y conseguir que la administración Biden le suministrara las armas de largo alcance que pudieran causar en Rusia el mismo daño que los rusos habían producido, con una eficacia feroz, contra las infraestructuras civiles de Ucrania. Y desde cualquier punto de vista, el mandatario viene logrando su cometido: su país recibe armas defensivas y ofensivas cada vez más poderosas, pese a que Biden no cedió con los F-16 y los Abrams.
Anteanoche, Zelensky intentó ganarse el apoyo de la minoría de republicanos que son reacios a gastar más dinero en un conflicto cuyo final no parece para nada cercano. Zelensky se refirió al sorpresivo papel de Irán, cuyos drones ayudaron a sacar de apuros a las fuerzas rusas que estaban quedándose sin armas de precisión.
“¿Cuándo van a atacar a los otros aliados de ustedes? Es solo una cuestión de tiempo”, dijo Zelensky, en una clara referencia a Israel. Era una forma sutil de decir que la guerra no es solo el combate ucraniano, sino que forma parte de la larga disputa de Washington con un Estado patrocinador del terrorismo que está más cerca que nunca de tener la capacidad de fabricar armas nucleares.
Con esa frase, Zelensky asoció la reciente confrontación entre Ucrania e Irán por los drones con el duradero enfrentamiento de Washington con Irán por el programa nuclear iraní, lo cual forma parte de la estrategia del ucraniano de describir la guerra en su país como algo mayor, es decir, una batalla por preservar la democracia y el orden global pos Guerra Fría.
Y Zelensky dejó en claro, sin decirlo, que ahora el mayor error sería darle a Putin lo que más desea: tiempo para dejar que las temperaturas extremadamente bajas, los enormes apagones, la escasez de agua y la campaña de terror desde el aire terminen doblegando la voluntad ucraniana y fragmenten a una Europa sorpresivamente unida.
“Rusia está usando el invierno como un arma”, dijo Biden en su conferencia de prensa con Zelensky, y agregó que Rusia está “congelando y hambreando al pueblo”. Los ataques contra la red eléctrica y el suministro de agua ucranianos han tenido efectos nefastos. Una marea de refugiados ha tenido que huir del país una vez más, incluidas decenas de miles de personas que habían regresado a sus hogares durante el verano.
Sin cambios
Las defensas aéreas derribaron un alto porcentaje de drones y de misiles, pero debido a la enorme cantidad de ataques, muchos de esos artefactos explosivos lograron filtrarse. Hay pocas esperanzas de que esa situación cambie en el corto plazo. Llevará meses construir las defensas aéreas escalonadas necesarias para proteger contra la variedad de ataques lanzados por Rusia.
Mientras tanto, los asesores de Zelensky debaten públicamente si es mejor mantenerse a la ofensiva durante el invierno o descansar y reagruparse. En Moscú se está debatiendo lo mismo, dicen funcionarios de inteligencia estadounidense. Andriy Zagorodnyuk, exministro de Defensa de Ucrania y ahora asesor del gobierno de Zelensky, dijo en una entrevista que Putin “planea una nueva movilización y otra ofensiva en el primer trimestre de 2023. Resulta fundamental entonces obtener la cantidad necesaria de asistencia militar”.
Muchos funcionarios estadounidenses no piensan lo mismo y creen que Putin no está en condiciones de arriesgarse a emprender una nueva y vasta operación militar.
Y mientras se espera que el Congreso estadounidense apruebe pronto un paquete de 45.000 millones de dólares de armas y apoyo adicional para Ucrania pese a las objeciones de un grupo de republicanos pequeño pero sin reservas, la pregunta que ahora sobrevuela en las discusiones en Washington es cómo pensar en brindar ayuda a Ucrania si la guerra se prolonga durante años, como prevén muchos funcionarios de alto rango.
Putin, dicen, puede haber abandonado la esperanza –al menos en los próximos años– de apoderarse de todo el país. Pero piensan que encabezará un conflicto largo y de desgaste en el sur y el este, centrado en las provincias que declaró como parte de Rusia. El propio Putin tuvo la última palabra el miércoles cuando dijo que gastaría lo que sea y que se tomaría todo el tiempo necesario para lograr sus objetivos.
Obviamente, Zelensky hará lo mismo.
David Sanger
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