Guerra en Ucrania. Los rusos lo torturaron por 24 horas y le pegaron dos tiros: sobrevivió porque creyeron que estaba muerto
Eugeniy es un veterano del conflicto del Donbass de 37 años que fue secuestrado durante la ocupación rusa en Pisky, su pueblo, que duró once días en marzo; según su familia, el hombre quedó “muy mal” y necesita una prótesis para el brazo
PISKY, Bashtanka.- Los rusos primero lo torturaron durante 24 horas. Después lo llevaron a un bosque, donde le pegaron dos tiros y lo dejaron tirado, convencidos de que lo habían matado. Pero Eugeniy, veterano de la guerra del Donbass, de 37 años, aunque muy gravemente herido, milagrosamente sobrevivió.
La suya es otra increíble historia de la guerra de Vladimir Putin en Ucrania que hoy cumple 85 días. Ocurrió en Pisky, un pueblito rural de la localidad de Bashtanka -que queda una hora al norte de Mykolaiv, en el sur de Ucrania-, que los rusos en marzo, durante la primera fase de la invasión, ocuparon durante once días.
Once días en los que, según denuncian ahora Marina, la mamá de Eugeniy y su hermana de 31 años, Victoria, los invasores, al margen de sembrar terror y destrucción, de saquear las casas y dejar a este poblado de 900 habitantes sin luz, agua, gas ni conexión telefónica, aprovecharon para cumplir su “vendetta”, su venganza, contra los veteranos del Donbass, a quienes fueron buscando, uno por uno.
“Fue el 13 de marzo cuando los rusos vinieron a casa y se llevaron a Eugeniy. Lo torturaron durante 24 horas”, denuncia Marina, su mamá, que no oculta que, desde entonces, aunque sobrevivió para contarlo, su hijo no es el mismo, es un hombre destruido. “Lo golpearon, le ataron sus manos con alambre y siguieron dándole palizas mientras le preguntaban dónde estaban los demás, dónde estaban los militares. Pero él se mantuvo en silencio, así que siguieron golpeándolo una y otra vez, pero él no dijo nada”, agrega.
Después de las torturas, cuando Eugeniy ya estaba gravemente herido, con las costillas rotas y un brazo y una mano machucados por las torturas, los rusos lo llevaron a un bosque para ejecutarlo.
“Le dispararon al menos dos veces y creyeron que ya estaba muerto, así que agarraron el auto y se fueron. Pero él oyó todo, estaba gravemente herido y fue hallado más tarde por nuestros soldados”, relata su mamá, con ojos claros llenos de lágrimas y espanto. Un tiro pasó cerca del corazón y otro cerca de la espalda, por lo que sobrevivió al fusilamiento.
Venganza
Según Marina, en una rendición de cuentas brutal, los rusos fueron a la caza de los veteranos de la denominada guerra del Donbass. Alentado por Putin, el conflicto estalló en 2014 en la disputada región homónima del este de Ucrania -ahora epicentro de la batalla- después de la revolución del Euromaidán que derrocó al presidente prorruso Viktor Yanukovich. Entonces separatistas prorrusos autoproclamaron la independencia de las denominadas Repúblicas Populares Autónomas de Donetsk y Lugansk. Y el gobierno ucraniano comenzó allí la denominada “operación antiterrorista” (ATO) de la que participó Eugeniy, en la cual, como en toda guerra, murieron centenares de personas y hubo atrocidades de uno y otro lado.
“Obviamente ellos sabían que era un veterano de la ATO en el Donbass, porque cuando los rusos lo estaban torturando los escuchó hablar y uno de los rusos le estaba preguntando a otro cuándo lo había conocido”, asegura. Fue una vecina del pueblo, la directora de la escuela local, quien le dio esa información a los invasores, denuncia Marina, indignada ante esa traición.
Es una jornada gris, de repente fría y ventosa. Para llegar a Pisky desde Bashtanka hay que recorrer un camino de tierra en medio del campo lleno de baches y pozos en un paisaje rural que recuerda a la Argentina. Si el camino está destruido es porque por aquí pasaron los tanques rusos. El campo es muy verde y se ven algunas vacas pastando. Pasan tractores y algún tambero en bicicleta y se ven casitas campesinas pintadas de celeste, con jardines con parras, gallinas y “pisky”, arena. El silencio es roto por el canto de algunos gallos y el viento.
“Cuando los rusos llegaron, el 3 de marzo, empezaron a entrar en las casas, empezaron a saquear, pero también buscaban algo, buscaban a los hombres. Controlaban todo y hasta se subían a los techos. Nos sacaron los chips de los teléfonos celulares, los rompieron y nos sacaron los teléfonos”, cuenta Marina, de 75 años y madre de cinco hijos, tres varones y dos mujeres. “Empezaron a buscar y a arrestar a todos los hombres de Pisky y les dijeron que ni se atrevieran a resistir porque Rusia es más fuerte y que de todos modos iban a combatir”, agrega esta mujer, que se ha vuelto la vocera de esta historia de terror porque su hijo no está en condiciones.
Eugeniy está durmiendo y no quieren despertarlo. “Volvió a casa hace dos semanas, después de haber estado en el hospital de Bashtanka y luego en el de Mykolaiv y está muy mal. Tiene unos dolores terribles que no lo dejan dormir de noche y está con calmantes. El problema principal es el brazo porque el 90% de los nervios de la mano están destruidos por las torturas que sufrió y necesita de una prótesis”, dice su hermana de 31 años, Victoria, intentando no quebrarse. “Las prótesis son muy caras y estamos intentando juntar plata porque no tenemos dinero”, agrega.
Madre de dos hijos pequeños, Daniel y Diana, ella también la pasó mal. “Cuando vinieron los rusos éramos seis personas en la casa. Los chicos, mi marido, Taras, mi mamá y Eugeniy”, precisa. Como durante más de 20 días no tuvieron luz, ni gas, ni agua, cocinaban en el patio con leña y buscaban agua en un pozo. “Aunque lo peor fue cuando se lo llevaron a mi hermano, de quien no supimos más nada hasta que los soldados lo encontraron en el bosque vivo, pero muy gravemente herido”, cuenta.
Marina muestra en su celular una foto de hace tres años de Eugeniy, durante el cumpleaños de su hermana Victoria. “Era otra persona, ahora es muy duro verlo así, postrado, dolorido”, suspira.
Eugeniy, que está casado con Irina y tiene una hija de 5 años, Yena, antes de esta guerra trabajaba como guardia privado en Mykolaiv, cuenta su mamá, al despedirse. “Su sueño era tener un gran jardín acá, en nuestra casa -suspira- y vivir en nuestro pueblo, que tampoco ya es el mismo: nadie tiene trabajo por culpa de esta maldita guerra”.