Guerra en Ucrania: las duras lecciones que obligan a tomar decisiones difíciles
Las sanciones occidentales a Rusia no funcionaron, y las armas de los aliados empiezan a escasear; Kiev podría verse presionado a buscar un acuerdo y, para colmo, desde una posición de debilidad
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BERLÍN.- A dos años de que Rusia lanzara su invasión a Ucrania, Estados Unidos tiene la capacidad de mantener a Kiev abastecido de las armas, la inteligencia y la tecnología necesarias para evitar que Ucrania sea absorbida por Moscú. Pero en Europa ahora perciben que Washington ya no tiene voluntad de hacerlo.
Los europeos, en cambio, sí tienen la voluntad –acaban de destinar otros 54.000 millones de dólares para reconstruir el país–, pero no tienen la capacidad bélica de resistir la redoblada ofensiva rusa.
Esa es la esencia del problema que enfrentan Ucrania y los aliados de la OTAN en este funesto segundo aniversario de la guerra. La cosa se dio vuelta pasmosamente. Hace solo un año, muchos predecían que la contraofensiva ucraniana, apuntalada por tanques y misiles europeos y artillería y defensas aéreas estadounidenses, podría empujar a los rusos hasta donde estaban el 24 de febrero de 2022.
Pero ahora quedan claras algunas verdades difíciles. Las sanciones que se suponía deberían poner de rodillas a la economía rusa se fueron volviendo inocuas. La predicción del FMI de que la economía rusa se hundiría resultó ser una verdad a medias: con el enorme estímulo del gasto militar, Rusia está creciendo más rápido que Alemania. Y los ingresos por las exportaciones de petróleo son mayores que antes de la invasión.
Con los reveses y el fracaso de la contraofensiva ucraniana, quedan pocas esperanzas de que Vladimir Putin ponga freno a su ambición expansionista y acepte una negociación seria para terminar la guerra.
Ahora los agentes de inteligencia de Estados Unidos y Europa creen que Putin está decidido a seguir avanzando sin importar el número de bajas, con la esperanza de que el paquete de ayuda para Ucrania se caiga en el Congreso norteamericano o que la victoria del expresidente Donald Trump compensen los numerosos errores que cometió al principio de la guerra.
El gobierno de Joe Biden sigue insistiendo en que Putin ya sufrió una “derrota estratégica”, con 350.000 bajas, y que se quedó internacionalmente solo, con China, Irán y Corea del Norte como únicos garantes.
Al mismo tiempo, la OTAN se amplió. En pocos días, Suecia se convertirá en el 32º Estado miembro, luego de la incorporación de Finlandia el año pasado, y este año, casi el 70% de los países que la integran destinarán 2% de su PBI en gastos de defensa.
Por primera vez desde la fundación de la OTAN, en 1949, los europeos empiezan a tomarse en serio la necesidad de contar con una infraestructura de defensa independiente de Estados Unidos.
Sin embargo, tras conocerse informes de inteligencia que indican que los países europeos de la OTAN podrían ser blanco de Putin dentro de tres a cinco años, la duda persiste: sin el compromiso a largo plazo de Estados Unidos, ¿pueden Ucrania y Europa en general defenderse de otra amenaza rusa?
Estancamiento
La raíz del actual estancamiento estratégico es que no existe perspectiva de un acuerdo negociado. Durante el verano boreal pasado, en la Casa Blanca creían que los avances de Ucrania en el campo de batalla obligarían a Putin a encontrar una salida negociada para salvar las apariencias. La posibilidad más mencionada era un acuerdo que no determinaba el futuro de las zonas de Ucrania ocupadas o anexadas por Rusia, pero que al menos ponía fin a los combates.
Pero hasta esa esperanza se esfumó cuando el Congreso norteamericano demoró la renovación de la ayuda a corto plazo para Ucrania y por un pesimismo cada vez más instalado sobre las reales posibilidades de Ucrania de aguantar lo suficiente como para poder permitirse pensar a largo plazo.
El fin de semana pasado, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el senador republicano James Vance presentó un panorama muy sombrío. “Aunque se apruebe la ayuda adicional de 61.000 millones de dólares, tengo que ser honesto y decir que eso no va a cambiar sustancialmente la realidad en el campo de batalla. La cantidad de municiones que podemos enviar en este momento es muy limitada”.
Vance no terminó ahí: dijo que debían cuidar esos recursos limitados para competir con China y defender Taiwán. “Hay tipos malos por todo el mundo”, dijo. “Y me interesan mucho más algunos problemas de Asia Oriental que los de Europa.”
Según Charles Kupchan, exfuncionario de seguridad nacional de la administración Obama, eso significa que Estados Unidos debería buscar maneras de entablar negociaciones para terminar la guerra. “No se vislumbra ningún camino que lleve a una victoria de Ucrania en el campo de batalla”.
Zelensky se enfrenta con un dilema difícil, dice Kupchan: mantener cada centímetro de territorio ucraniano soberano o encontrar una manera de asegurar un Estado económicamente viable, con un futuro democrático, garantías de seguridad occidentales y una eventual membresía en la Unión Europea y en la OTAN.
Hace años que los sucesivos gobiernos de Estados Unidos instan a Europa a gastar más en defensa, y ahora los europeos están empezando a darse cuenta del costo de la autocomplacencia.
Independientemente de quién sea el próximo presidente norteamericano, Estados Unidos podría no estar dispuesto a adoptar su rol tradicional de disuadir a Rusia o defender a Occidente. Eso inevitablemente implicará una carga mayor para una Europa que todavía no está del todo preparada.
Steven Erlanger y David Sanger
Traducción de Jaime Arrambide
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