Guerra en Ucrania: la historia del doble agente alemán que desvela la caza de espías rusos en Occidente
Desde que Putin lanzó la invasión, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Europa libraban una operación paralela pero menos visible para desmantelar las redes de espionaje rusas
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WASHINGTON.- Entre los somnolientos pasajeros del vuelo nocturno de Miami a Munich del 21 de enero había dos viajeros de bandos opuestos de un operativo de desbaratamiento de espionaje.
En un asiento estaba un ciudadano alemán que a su llegada a Munich sería arrestado y acusado de traición, por ayudar a Rusia a reclutar e infiltrar a un topo del Kremlin en los altos mandos de los servicios de inteligencia de Alemania. Muy cerca de él, estaba sentado un agente encubierto del FBI que había abordado el vuelo para vigilar sigilosamente al sospechoso y asegurarse de que fuese arrestado por las autoridades alemanas.
El arresto de Arthur Eller, en gran medida gracias a la evidencia reunida por el FBI durante la estadía del sospechoso en Florida, fue la última escaramuza de una guerra en las sombras contra el aparato de inteligencia de Rusia.
Durante todo el año pasado, mientras los gobiernos de Occidente redoblaban el envío de armas a Ucrania y las sanciones económicas contra el Kremlin, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Europa libraban una guerra paralela pero menos visible para desmantelar las redes de espionaje rusas. El caso de Alemania, que también incluyó el arresto de un alto funcionario del BND, el servicio de inteligencia alemán, fue el último de una serie de redadas contra sospechosos de espionaje rusos en los Países Bajos, Noruega, Suecia, Austria, Polonia y Eslovenia.
Tras la expulsión en masa, el año pasado, de más de 400 diplomáticos rusos sospechados de espionaje que estaban repartidos en las embajadas de toda Europa, ahora las jugadas de occidente son ataques de precisión contra los espías que siguen en el continente.
Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) advierten que la cantidad de espías rusos infiltrados sigue siendo significativa, pero señalan que durante el año pasado las agencias de inteligencia de Rusia han sufrido más bajas que nunca desde el final de la Guerra Fría. Los funcionarios occidentales agregan que la magnitud de la actual campaña parece haber agarrado a Rusia con la guardia baja, debilitando su capacidad de llevar a cabo operaciones de influencia en Europa, de mantenerse en contacto con sus informantes, o de pasarle datos al Kremlin sobre cuestiones realmente importantes, como el verdadero alcance del compromiso de los líderes de Occidente para seguir aumentando el envío de armas a Ucrania.
De ser así, la debacle se agregaría a la lista de consecuencias que el presidente Vladimir Putin, exagente de la KGB, no logró prever cuando ordenó la invasión a Ucrania.
“El mundo ya no es el mismo para los servicios rusos”, dice Antti Pelttari, director del servicio de inteligencia exterior de Finlandia. Debido a esas expulsiones, arrestos y un entorno más hostil en Europa, “su capacidad se deterioró considerablemente”, dice el funcionario finlandés.
Según Pelttari y otros funcionarios europeos, Rusia están buscando compensar esas pérdidas reforzando su campaña de ciberespionaje. El Kremlin también aprovecha el éxodo de refugiados y los cruces fronterizos para infiltrar nuevos agentes y completar sus diezmadas filas.
Pero los recién llegados ya no tendrán la protección y las ventajas de trabajar desde las embajadas rusas, y tal vez carezcan de la experiencia, las fuentes y el entrenamiento de sus predecesores expulsados.
En una aparente señal de desesperación, dicen los funcionarios, Moscú está intentando relocalizar a los espías expulsados de una capital europea en otra ciudad europea, y de paso sondear el grado de coordinación y los puntos débiles de la red de servicios de seguridad del continente.
“No nos hacemos ilusiones y sabemos que los rusos seguirán intentando reconstruir sus redes en Europa”, dice un alto funcionario de seguridad occidental, que al igual que sus colegas preserva su anonimato para poder comentar sobre temas sensibles.
El funcionarios dice que los países europeos han compartido la identidad de los expulsados con el resto de los miembros de la UE. “Hasta donde sabemos”, dice el funcionario, “ninguno de los intentos rusos por reinfiltrar a sus espías ha tenido éxito”.
El viaje a Miami
El caso alemán viene a confirmar las vulnerabilidades de la inteligencia Europa y revela que incluso en medio de las presiones de Occidente por la invasión a Ucrania, Moscú seguóa recibiendo un flujo constante de archivos clasificados desde el interior de uno de los servicios de inteligencia más grandes de Europa, el BND. En las conversaciones con sus aliados, Berlín minimiza los daños, pero el topo acusado tenía acceso a datos altamente clasificados, según funcionarios de seguridad.
Exactamente un mes antes del arresto de Eller en el aeropuerto de Munich, las autoridades alemanas habían detenido a Carsten Linke, de 52 años, por entonces a cargo de una unidad responsable de la seguridad interna del BND, con acceso a los archivos personales de los empleados de la agencia.
Alemania solo descubrió la infiltración gracias a un servicio occidental aliado que los funcionarios del BND prefieren no revelar. En septiembre, una operación conjunta reveló que las agencias de inteligencia rusas se habían apoderado de documentos clasificados del BND, desatando una cacería de topos que rápidamente apuntó hacia Linke.
La gravedad de la infiltración hizo que Estados Unidos, Gran Bretaña y otros gobiernos redujeran el intercambio de información de inteligencia con Berlín, señalan los funcionarios.
“Cada servicio está haciendo su propia evaluación de daños”, dice un alto funcionario de inteligencia del norte de Europa. “Por ejemplo, qué información compartimos con Alemania, y a qué parte de esa información tenía acceso el agente ruso.”
Por sus relaciones con el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), los funcionarios también se plantean si las motivaciones de Linke no respondían a sus puntos de vista radicalizados.
El trabajo de Eller parecía obligarlo a viajes casi constantes —110 viajes solo el año pasado, según una persona familiarizada con la investigación— y los registros mostraban que viajaba con frecuencia a Moscú.
“Eller fue identificado bastante rápido como un posible coconspirador”, dice un alto funcionario de seguridad alemán involucrado en la investigación. Pero a principios de noviembre Eller viajó a Miami con su esposa y su pequeña hija para una larga estadía a su familia política.
Cuando supo que Eller estaba bajo la lupa por la infiltración del BND y que se encontraba en miami, el FBI lo mantuvo bajo vigilancia constante. Los agentes monitoreaban sus movimientos y sus comunicaciones, mientras que las autoridades alemanas proporcionaron un flujo de información sobre su propia investigación en desarrollo, dijeron las autoridades.
Fue entonces que el FBI hizo una sorpresiva jugada que inesperadamente rindió frutos.
El 12 de enero, la agitada agenda de viajes de Eller se detuvo abruptamente cuando fue interceptado en el aeropuerto de Miami por agentes del FBI tratando de abordar un vuelo a Munich. Eller accedió a ser interrogado en una instalación cercana y a entregar su computadora portátil y su teléfono celular. Se presentó como miembro del BND y procedió a confesar detalles sorprendentes, como que había llevado archivos clasificados del BND a Rusia y regresado con sobres que contenían grandes sumas de dinero en efectivo para Linke. También dijo que seguía en contacto con funcionarios del FSB.
Nadie sabe por qué decidió cantar, pero fuentes cercanas a la investigación dicen que Eller aseguraba ser víctima de la manipulación de Linke y que pensaba estar trabajando para el BND. También dijo que su voluntad de cooperar con el FBI reflejaba su deseo de ayudar a los investigadores. Los agentes también hablaron con la esposa y el cuñado de Eller en Florida.
Un alto funcionario norteamericano dice que el Departamento de Justicia evaluó presentar cargos contra Eller, pero que no encontraron evidencia de que hubiera cometido ningún delito en Estados Unidos, así que optaron por devolverlo a Alemania, donde había sólidas pruebas en su contra. Le ordenaron abandonar el país y los agentes del FBI lo escoltaron hasta la puerta de embarque, sin devolverle su computadora ni su celular.
Con la información recopilada por el FBI, el 21 de enero las autoridades alemanas lo estaban esperando en el aeropuerto de Munich con una orden de arresto emitida dos días antes.
Linke está acusado de abusar de su autoridad BND para ayudar a Eller a cruzar los controles fronterizos alemanes con archivos clasificados y dinero en efectivo. Fuentes al tanto de la investigación dicen que otro funcionario del BND, aparentemente bajo las órdenes de Linke, ayudaba a Eller a eludir las inspecciones aduaneras cuando viajaba a Moscú desde el aeropuerto de Munich.
Los investigadores descubrieron al menos cuatro pagos que Eller le entregó a Linke por un total de alrededor de 100.000 dólares. Otros aspectos del caso siguen siendo un misterio, incluido el propósito de los repetidos viajes que hizo Eller entre Nueva York y Moscú.
La pantalla brasileña
Mientras que el caso de Alemania gira en torno a un europeo acusado de traicionar a su país por el Kremlin, otros casos involucran a ciudadanos rusos que intentan infiltrarse en Occidente.
Entre ellos se encuentran los llamados “ilegales”, enviados al extranjero no como diplomáticos con sus correspondientes protecciones legales, sino bajo pantallas más elaboradas, pensadas para ocultar cualquier vínculo con Rusia.
El año pasado, las autoridades de los Países Bajos interceptaron a un pasajero que llegó al aeropuerto de Ámsterdam con pasaporte brasileño para ocupar un puesto de pasante en la Corte Penal Internacional. En realidad se trataba de un oficial militar ruso llamado Sergey Cherkasov, que más de una década antes había sido enviado al extranjero por la agencia de espionaje GRU, el servicio de inteligencia militar de Rusia, según se desprende de los registros judiciales holandeses.
Cherkasov había pasado diez años Brasil, donde con documentos falsificados construyó una nueva identidad bajo el nombre de Victor Muller Ferreira. Posteriormente, obtuvo títulos en el Trinity College de Dublín y en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins en Washington, hasta obtener una oferta de pasantía en la corte internacional que ahora investiga las denuncias de crímenes de guerra rusos en Ucrania.
Rechazado por los Países Bajos, Cherkasov ahora cumple una condena de prisión en Brasil, tras ser condenado por falsificación de documentos y otros cargos. Rusia niega que Cherkasov sea un espía, pero le reclama a Brasil su extradición, alegando que es un narcotraficante buscado por la justicia rusa.
La aceleración del ritmo de los arrestos y las denuncias responde a una mayor integración de los distintos servicios de inteligencia europeos, señalan las autoridades, así como al cambio de mentalidad que se produjo tras la invasión a Ucrania en muchos países, incluida Alemania, que durante mucho tiempo fue criticada por algunos de sus vecinos europeos por ser demasiado complaciente frente a la amenaza de Moscú.
“Febrero de 2023 no es lo mismo que febrero de 2021 o de 2019″, dice un alto funcionario de inteligencia occidental. “Después de la invasión a Ucrania, en Europa ya no hay margen ni tanta tolerancia.”
Por Greg Miller, Souad Mekhennet, Emily Rauhala y Shane Harris
Traducción de Jaime Arrambide
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