Guerra en Ucrania: la historia de los payasos que viajaron a Polonia para animar a los niños refugiados
Los espectáculos se montan en los halas, lugares amplios preparados para recibir a los miles de refugiados que llegan a Polonia; “Siento que vi muchos fantasmas, gente con la mirada perdida”, dice uno de los artistas que estuvo un mes recorriendo la zona
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Una alegre melodía comienza a sonar. En Polonia, país de Europa del Este, está a punto de empezar el show. Los chicos se acomodan, expectantes. Durante una hora, niños y niñas se ríen a carcajadas de esos payasos que aparecen en escena, que se tropiezan o que hacen malabares y dejan a todos boquiabiertos. Pero detrás hay quienes lloran emocionadas. Son sus madres, tías y abuelas. Hace más de un mes -cuando tuvieron que dejar su Ucrania natal por la guerra desatada tras la invasión rusa- que no veían esos rostros tan alegres.
“La risa es tan necesaria como esa taza de café caliente que les dan apenas cruzan la frontera. Les reconforta el alma”, reflexiona Ignacio Camarero desde España. Apenas unos días atrás, el hombre de 44 años, payaso de profesión, compartió momentos con decenas de niños, niñas y mujeres refugiados en distintos puntos del país.
Cuando el arte fluye, no hay barreras idiomáticas. Basta un gesto, un ademán, y ya no importa si una persona habla en español y la otra lo hace en ucraniano. Camarero se siente algo aliviado por aquellas funciones en las que le tocó participar: en su paso por Polonia logró causar risas en algunas madres y se dio fuertes abrazos con los más pequeños, incluso con los preadolescentes que son más conscientes de la realidad por la que están atravesando.
“La pretensión que tenemos es hacer que durante esa hora de entretenimiento no piensen en más nada que en el show. Y por suerte se consigue aliviar un poco tanta tristeza”, agrega el payaso.
Su colega Minervino Montell, de 56 años, estuvo 10 días recorriendo los denominados halas -los puntos de recepción para acoger a los cientos de refugiados -ubicados muchos de ellos en la ciudad de Varsovia, la capital. “Esas personas están muy cuidadas allí, hay miles de voluntarios por suerte”, cuenta el hombre y sin embargo no puede ocultar la tristeza por la fotografía que le quedó en la memoria.
“Son edificios grandes, repletos de catres donde duermen todos juntos, sin privacidad. Me impresiona esa imagen”, reconoce al tiempo que su tono de voz se vuelve melancólico. El panorama en las zonas fronterizas con Ucrania, donde se utilizan las escuelas y hoteles en desuso para albergar a los refugiados, es incluso más triste. La travesía se extendió también por ciudades como Chelm, Korczowa, Lublin y Przemyśl.
Camarero y Montell son unos de los tantos artistas que forman parte de Payasos sin Fronteras, una organización sin fines de lucro que desde hace 29 años organiza expediciones, así las llaman, a distintos puntos alrededor del mundo para intentar llevar un poco de alegría y salud emocional a aquellas personas, sobre todo niños y niñas, sumidas en conflictos políticos, sociales y de catástrofe. En total son unos 200 artistas.
Montell recuerda aquella vez en marzo último que, tras cerrar un espectáculo en Polonia, un voluntario se acercó a los artistas y con la emoción a flor de piel les dijo, agradecido: “Hace una semana que estoy en este hala de Varsovia y jamás había visto sonreír a los adultos”. Eso también fue un “mimo” para el alma en medio de tanta desazón.
Los refugiados, como “fantasmas, con la mirada perdida”
La guerra desatada en Ucrania tras la operación militar lanzada por Rusia está dejando a su paso consecuencias devastadoras. Niños que abandonaron los estudios, que vieron cómo sus familias se dividían, que se alejaron de sus hogares. Según datos de Unicef, casi las dos terceras partes de los niños ucranianos tuvo que dejar sus viviendas en las primeras seis semanas del conflicto bélico. La cifra es imponente: al menos 4,8 millones de los 7,5 millones de menores del país fueron desplazados.
“La situación es dura y lo que se ve es esencialmente duro”, afirma Camarero. Estuvo un mes en Polonia y asegura: “Siento que vi muchos fantasmas, gente con la mirada perdida”. La desesperación, la tristeza y la incertidumbre por lo que pasará son sensaciones comunes a todos, incluso a esos payasos que solo quieren transmitir alegría durante sus expediciones.
“Hay algunos chicos con comportamientos alterados; también hay niños muy callados, como si se tratara de una protección mental automática para intentar negar lo que está pasando”, agrega Montell.
No es la primera vez que los artistas presencian la migración de personas por distintos motivos, pero Camarero reconoce que “nunca fue tanta gente movilizándose en poco tiempo”. Algo parecido siente su colega Montell, que hizo sus “payasadas” para niñas y niños del Líbano y para los refugiados en Grecia.
Según los últimos datos proporcionados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que depende de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ya son más de 5 millones las personas que cruzaron la frontera de Ucrania en busca de un refugio seguro en los países fronterizos y en otros estados de la Unión Europea.
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