Guerra en Ucrania: en dos discursos con horas de diferencia, Biden y Putin refuerzan un enfrentamiento cada vez más directo y personal
El martes, el abismo que separa las visiones de mundo del norteamericano Joe Biden y el presidente ruso quedará expuesto en vivo en un inusual momento de pantalla partida
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VARSOVIA.- En un principio, la inesperada aparición del presidente norteamericano, Joe Biden, desde el palacio presidencial de Kiev este lunes, fue pensada como un aliciente para la moral del asediado pueblo ucraniano, en medio de un crudo invierno de cortes de luz y sumido en una implacable guerra de desgaste.
Pero la movida es también el primero de varios desafíos directos de Biden al presidente Vladimir Putin, quien hace exactamente un año pensaba que la capital ucraniana caería en manos rusos en cuestión de días, acercando al líder ruso a su ambición de restaurar el imperio de Pedro el Grande.
“La guerra de conquista de Putin está fracasando”, declaró Biden desde la sede del gobierno ucraniano, y su mera presencia en vivo junto al presidente Volodimir Zelensky era sinónimo del fallido intento ruso de tomar la capital, que hoy sigue desbordante de vida y con sus restaurantes repletos aunque suenen las sirenas de alerta.
“Un año después, Kiev está de pie”, dijo Biden. “Los ucranianos están de pie y la democracia está de pie.”
La de Ucrania es una guerra de poder y por el principio de soberanía territorial, pero de ella también depende que el diseño de orden global occidental logre sobrevivir a los desafíos de Moscú y de Pekín. Sin embargo, esta guerra también es cada vez más una contienda entre dos viejos guerreros de la Guerra Fría, uno de 70 años y otro que acaba de cumplir 80, que se vienen midiendo desde hace años pero que ahora se han trabado en una lucha directa.
El martes, las visiones de mundo radicalmente opuestas de estos dos líderes se harán evidentes en un raro momento de pantalla dividida: con un par horas de diferencia y a 1400 kilómetros de distancia, ambos pronunciarán discursos donde asegurarán seguir la guerra hasta que el otro se retire. El primero fue Putin, con un discurso signado por el primer aniversario de su malograda invasión, en el que insistió con una estrategia que ya ha provocado 200.000 bajas rusas, 60.000 de ellas fatales, según estimaciones británicas y estadounidenses. Además, anunció que Rusia suspenderá su participación en el tratado de desarme nuclear New START que firmó con Estados Unidos, e incluso amenazó con realizar nuevas pruebas nucleares si Washington las hacía primero.
Putin volvió a argumentar que no solo está salvando a Ucrania del “nazismo”, sino que está salvando a la propia Rusia de ser invadida por la OTAN, una aseveración que a los europeos puede parecerles ridícula, pero que en Rusia se ha convertido en un convocante lema de guerra.
Los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos dicen haber notado indicios de que en breve Putin podría lanzar una nueva leva masiva, sumando cientos de miles de reservistas a los 300.000 ya convocados el año pasado.
Horas más tarde, a las 17.30 de Europa (13.30 en la Argentina) desde el antiguo Castillo Real de Varsovia, en una colina sobre la capital polaca, Biden ampliará los argumentos que expresó en Kiev el lunes por la mañana, y dirá que en esta guerra entre democracia y autocracia, la primera batalla del que promete ser un largo conflicto la ganó la democracia.
Pico de tensión
Biden permaneció en Kiev menos de seis horas y el Servicio Secreto norteamericano lo sacó rápidamente de la ciudad. Curiosamente, la Casa Blanca informó al Kremlin de la inminente visita de Biden antes de su llegada, no por cortesía diplomática, sino con “propósitos de distensión”, señala el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan, o sea para evitar un ataque ruso, “accidental o no”, señala Sullivan.
El hermetismo sobre el viaje de Biden a Kiev y el abismo que separa las visiones de mundo que reflejarán su discurso y el de Putin dejan expuestos hasta qué punto la batalla entre estos dos hombres tiene reminiscencias de lo que Biden justamente dijo querer evitar: una vuelta a los peores días de la Guerra Fría.
El paralelismo, sin embargo, no es directo. Esta vez, China es un jugador clave, y por eso los funcionarios norteamericanos se pasaron el fin de semana advirtiéndole públicamente al gobierno de Xi Jinping que no le brinde a Rusia el “apoyo letal” que su ejército desesperadamente necesita.
De hecho, mientras Biden desembarcaba en Kiev, el máximo funcionario de política exterior de China, Wang Yi, llegaba a Moscú para mantener conversaciones que prometen ser mucho más amistosas que su duelo del sábado por la noche con el secretario de Estado norteamericano, Antony J. Blinken. Desde la Casa Blanca dicen que Wang y demás funcionarios chinos quieren ayudar a Putin a enfrentar a un Estados Unidos al que consideran arrogante, hipócrita y decadente. Pero China aclara que la relación tiene sus límites, el punto de que Xi advirtió públicamente a Rusia contra el uso de armas nucleares.
Biden tiene sus propias batallas con Xi, sobre temas de espionaje, tecnología, y la acumulación de armas de China, y el reclamo sobre Taiwán. Pero su choque con Putin es más directo y visceral, tal vez el enfrentamiento más personal entre los líderes de estas superpotencias desde J.F. Kennedy y Nikita Kruschev. Pero incluso en los peores momentos de esa relación, durante la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962, JFK y Kruschev intercambiaron cartas respetuosas y buscaron una salida. Y a la larga la encontraron.
Hace veintiún meses, cuando Biden y Putin se encontraron cara a cara por única vez desde que Biden asumió el cargo, ese tipo de relación cautelosa todavía parecía posible. Se encontraron en ese terreno de alguna manera neutral que es Ginebra, en una biblioteca dominada por un enorme globo terráqueo que parecía un recordatorio de que una vez más estaban partiendo el mundo entre aliados y adversarios. Putin elogió a Biden como “un hombre profesional muy equilibrado y con mucha experiencia”. Y Biden apeló al ego de Putin refiriéndose a Estados Unidos y Rusia como “dos grandes potencias”.
La esperanza era que pudieran encontrar un terreno común, y al final de la cumbre acordaron lanzar charlas bilaterales sobre dos grandes puntos de conflicto: frenar los ataques de ransomware contra la infraestructura, los hospitales y el gobierno de Estados Unidos, y mantener “conversaciones de estabilidad estratégica” para trazar el futuro del control de armas. De hecho, hasta se concretaron algunas reuniones muy prometedoras.
Después de eso, hablaron dos veces por videoconferencia. La última fue el 12 de febrero de 2022, cuando Biden le advirtió a Putin que si apretaba el gatillo y concentraba sus tropas en la frontera de Ucrania para invadir, los costos para Rusia serían “severos e inmediatos”. Un colaborador que presenció la llamada dice que Putin “se encogió de hombros, como si ya lo hubiera escuchado muchas veces”, y a continuación negó que tuviera en mente una acción militar.
No han hablado desde entonces, y las conversaciones que acordaron en Ginebra se frenaron. El pasado fin de semana, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, acusó a Rusia de “crímenes contra la humanidad”, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, advirtió que Occidente tenía que prepararse para un “conflicto prolongado”, seguir armándose y también armar a Ucrania. De hecho, más que de soluciones diplomáticas, se habló de cómo producir obuses de 155 milímetros y dónde conseguir más tanques Leopard 2 para enviar a Ucrania.
Zelensky participó de la cumbre a través de un mensaje en video con un pedido directo a sus proveedores de armas. “Tienen que apurarse. Falta velocidad.”
Y más allá del buen clima que generó la visita sorpresa de Biden a Kiev, es poco probable que Zelensky se convenza de que el mandatario norteamericano se está apurando lo suficiente. Según informan sus asesores, a Biden le sigue preocupando que los cazas F-16 y los misiles de largo alcance que reclama Zelensky desaten un conflicto más amplio y directo con Rusia, por la capacidad de esas armas para penetrar profundamente en el territorio ruso, lo que a su vez puede tentar a Putin a renovar sus amenazas nucleares.
El discurso de Putin seguramente fue redactado mucho antes de la aparición sorpresa y algo burlona del presidente estadounidense, quien sentado junto a Zelensky mencionó que era su octava visita a Kiev. Es que fue el primero sobre el estado de la nación desde 2021. Según los analistas, Putin decidió saltearse el del año pasado porque no tenía ninguna buena noticia para compartir, debido a los reveses que estaba sufriendo Rusia en el campo de batalla.
Pero el inminente aniversario de la invasión y la confusión que reina incluso entre sus partidarios sobre la verdadera naturaleza de sus objetivos en Ucrania pueden haberlo forzado a dirigirse al país.
Los medios rusos de inmediato usaron la visita de Biden a Kiev como una corroboración de que detrás de esa guerra efectivamente se esconde Estados Unidos. La agencia de noticias estatal rusa RIA Novosti citó a un analista que dijo que la visita de Biden demostraba que el gobierno de Zelensky era “un instrumento colectivo de Occidente”.
Por David Sanger y Anton Troianovski
Traducción de Jaime Arrambide
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