Guerra en Ucrania. Devastación en Odessa tras el peor ataque ruso: “Las puertas de mi casa se abrieron como en una ola”
El ejército ruso lanzó ayer siete misiles y destruyeron un supermercado y un shopping, además de impactar contra un nuevo edificio residencial; las autoridades confirmaron un muerto
ODESSA.- La devastación es impresionante. Hay vidrios, escombros, hierros retorcidos, carritos carbonizados, chapas, cascotes, pedazos de goma espuma desgarrados y desparramados, láminas de aluminio que saltaron por el aire. Y hay que tener cuidado al avanzar entre las ruinas aún calientes de lo que era el galpón de un supermercado.
Son las 8 de la mañana en el centro comercial Riviera, que queda 16 kilómetros al norte de esta ciudad portuaria, en una coqueta zona residencial que se levanta frente al Mar Negro y aún hay un fuerte olor a quemado. Sale humo de lo que eran decenas de cajas de cartón colocadas en un estacionamiento y se respira un aire tóxico, un aire de guerra. Y es mejor ponerse el barbijo.
Los bomberos de Odessa tuvieron que trabajar toda la noche para apagar el brutal incendio que devastó la parte trasera de un supermercado Auchan. Fue allí que, en un enésimo ataque -mucho más devastador e impactante que los que hubo hasta ahora-, la aviación rusa lanzó ayer dos misiles de tipo soviético pasadas las 22.
“Por suerte había toque de queda, porque si no las consecuencias hubieran sido mucho peores”, comenta Natalia Humeniuk, vocera militar de esta estratégica y legendaria ciudad portuaria. Vestida de uniforme mimetizado azul, Humeniuk da su parte a los periodistas en un escenario apocalíptico. Un lugar comparable a cualquier shopping center de cualquier parte del mundo -compuesto por grandes tiendas de Decathlon, Leroy Merlin y demás- se ha trasformado repentinamente en otra zona de guerra. Mientras una cuadrilla de bomberos sigue apagando resabios de un fuego arrasador, hay soldados ucranianos que, entre las ruinas, sacan fotos. Y policías que comienzan a vallar con cintas rojas y blancas el área del crimen.
Los destrozos del ataque al shopping center Riviera de #Odessa, donde aún sale humo tóxico #UkraineUnderAttack pic.twitter.com/G7wbOUuRUu
— Elisabetta Piqué (@bettapique) May 10, 2022
“¿Los rusos dicen que aquí se ocultaban armas de la OTAN? Es mentira”, clama Valeri, un joven de 35 años que, como muchos otros, vino a ver con sus propios ojos esa devastación que hizo temblar su departamento y que invadió de humo y miedo toda la ciudad.
Debido a un toque de queda de 31 horas que comenzó el domingo a las 22 y terminó esta mañana a las 5, solo las fuerzas del orden y los bomberos habían podido ver qué había pasado en el shopping.
Y ahora que la gente finalmente pudo volver a salir, hay una suerte de peregrinación macabra de vecinos y curiosos hasta el esqueleto de lo que era el supermercado. En bicicleta, en auto o a pie, llegan para ver el nuevo crimen del aquí llamado “nuevo Hitler”, Vladimir Putin.
Obreros intentando arreglar eléctricidad en shopping bombardeado anoche #Odessa #UkraineUnderAttack pic.twitter.com/Nd5WRJp0Re
— Elisabetta Piqué (@bettapique) May 10, 2022
El toque de queda XL había sido decretado en Odessa ante el temor de que Vladimir Putin, que tiene en la mira esta legendaria ciudad, lanzara un ataque especial ayer, en la simbólica fecha del 9 de Mayo, el día de la Victoria de la URSS sobre la Alemania Nazi hace 77 años. Un aniversario que no pudo coincidir, como el zar hubiera querido, con algún tipo de victoria sobre Ucrania, cuya resistencia sorprendió a todo el mundo.
“El cielo se iluminó como si fuera de día”
“Vivo acá cerca y después de las 22 escuché unas explosiones tremendas. El cielo se iluminó como si fuera de día y las ventanas y las puertas de mi casa se abrieron como en una ola”, dice Valerie, uno de los testigos de uno de los ataques más violentos y destructivos habidos hasta ahora en Odessa. “Este era un típico supermercado, acá me compré una remera la semana pasada, no había armas”, asegura Valerie, shockeado.
Humeniuk, la vocera militar, precisa que aquí cayeron solo dos de los siete misiles lanzados anoche por la aviación estratégica rusa desde el Mar Caspio, que, por la trayectoria, se trató de misiles de viejo estilo soviético. Hubo tres heridos. Otros tres misiles cayeron en otro lugar, sobre un depósito militar al norte de Odessa que las autoridades prefieren no especificar, donde hubo otros dos heridos y un muerto; y otros dos fueron interceptados en el aire por el sistema de defensa, cuando volaban muy cerca del centro. De hecho, también allí se sintieron fuertes explosiones.
Tatiana y Olga, madre e hija, la más joven con un arito de brillante en la nariz, vecinas del shopping, también fueron testigos del ataque. También describen momentos de terror y no ocultan su alarma por lo que vendrá. “No sabemos qué quieren los rusos, pero es evidente que quieren destruirnos. Esto no es ocupar un territorio, esto es destruirnos”, comenta la madre, enfermera jubilada.
Alexander Tankovich, ingeniero de 44 años, no fue testigo del ataque pero vino a ver qué pasó en el flamante complejo de edificios de 8 pisos recién construido a pocos metros del shopping por la empresa constructora en la que trabaja. “Es increíble, mañana teníamos previsto entregar las llaves de muchos departamentos y ahora casi todos tienen los vidrios rotos. Y como está todo bloqueado, es muy difícil conseguir vidrios nuevos”, lamenta Tankovich, que habla italiano perfectamente porque estudió en Venecia. “Es increíble que se esté dando en el siglo XXI una guerra como esta, con civiles que mueren”, comenta, incrédulo como todos. Y destaca la paradoja de que, si antes en Odessa había una parte de la población prorrusa, “ahora todos están en contra de estos bastardos”.
En la entrada del complejo de edificios recién estrenado, donde ya había gente viviendo, como puede notarse por los balcones donde se ve ropa colgada, hay un ir y venir de vecinos de todas las edades con rostros adustos y bolsas. “Después del ataque y el incendio, por seguridad cortaron el gas y la electricidad, así que nos vamos a los de unos amigos”, explica Olga, una señora con vestido gris que también se lleva, en su cartera negra, a su gata, Bruna. “Esto ya es una guerra”, comenta.
En ese momento también ingresa al complejo de edificios, que ostenta un pulcro patio con juegos para chicos en su interior, Katya, joven mamá de 30 años, junto a su hija Arina, de 3. “El estruendo fue muy fuerte, fue aterrador”, describe, con ojos llenos de terror. “Perdón, no puedo hablar, es difícil, estoy sola con mi hija”, se disculpa. “Es solo un edificio residencial”, agrega, a punto de largarse a llorar. Katya se quiebra mientras toma en brazos a su pequeña hija que, a los tres años, parece haber crecido de golpe: “mamá, no llores”.