Una joven recibió seis balas en un asalto del grupo Hamas en su casa, pero antes de que comience el ataque logró avisarle a su papá; el hombre, previo tiroteo con los terroristas, consiguió ingresar a la comunidad, asistirla y trasladarla al hospital
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Tras el divorcio de sus padres, Neta Portal, de 22 años, llevaba seis años sin hablar con su padre.
Pero cuando militantes de Hamas irrumpieron en su casa en la comunidad judía (kibutz) de Kfar Aza y le dispararon seis veces, supo que él era la única persona que podía salvarle la vida.
Shimon Portal, que es policía, se encontraba en un tiroteo en Sederot, una ciudad cercana, cuando recibió el primer mensaje de su hija: “Están cerca”. La masacre en el kibutz ya había comenzado.
Encontramos a Neta en un hospital de Tel Aviv, donde los médicos le extrajeron cuidadosamente todas las balas: cinco en la pierna izquierda y una en la derecha.
Tiembla al recordar cómo perdía y recuperaba el conocimiento después de que los hombres armados irrumpieran en la habitación de pánico y abrieran fuego por primera vez:
“Disparaban a la gente. Disparaban a los niños. Y la gente gritaba: ´Por favor, no, por favor, no’. Intenté despertarme porque no quería morir”. Sentado junto a ella en su cubículo está su novio Santiago -o Santi-, que lucha por contener las lágrimas.
La pareja había pasado cuatro meses en Kfar Aza, un lugar que describen como el más hermoso de la Tierra. Sus manos entrelazadas se tornan blancas al estrecharse y Neta recuerda lo que ocurrió a continuación.
“Santi me dijo: ‘Neta, por favor, abre la ventana. Salta, por favor’. Empecé a abrir la ventana y vi a 10 o 15 terroristas”. No podía creer lo que estaba viendo.
“Estaban parados sobre un auto con una gran ametralladora, fumando cigarrillos y riéndose como si estuvieran de vacaciones”. Neta dice que ella y su novio tenían miedo de saltar, pero cuando un atacante lanzó una granada a la habitación, Santi la agarró a ella y saltaron juntos por la ventana.
“Los terroristas nos vieron y empezaron a disparar como si no fuéramos nada”. Neta recibió aún más impactos de bala en la pierna y en la mano. “Santiago me gritó: ‘Por favor, párate, empieza a correr. Si no te levantas, vamos a morir. Nos vamos a morir’”.
Santiago consiguió llevarla a un lugar seguro a dos calles de allí, donde se escondieron bajo un gran montón de basura, intentando permanecer lo más callados posible.
Mientras Santiago utilizaba silenciosamente su camisa para tratar de contener la sangre que escapaba de las piernas de Neta, ella consiguió volver a enviar un mensaje a su padre: “Papá, me dispararon. Ayuda”.
También en el hospital y sentado al lado de su hija, Shimon Portal me cuenta cómo fue recibir ese mensaje. “Se me paró el corazón. Mi cerebro empezó a dar vueltas. Me volví loco”.
El policía, vestido de civil, ya se dirigía a Kfar Aza, pero cuando finalmente llegó en su auto sin distintivos que lo identificaran, unos hombres armados dispararon y él respondió.
Shimon dio media vuelta mientras las balas salpicaban su vehículo y consiguió alejarse. Se recompuso y volvió a intentar rescatar a su hija. Esta vez todo estaba tranquilo, así que llamó a Neta.
“De repente, tres niñas corrieron hacia mi auto porque me habían oído gritar en hebreo. Abrí la puerta. Empezaron a subir en la parte de adelante, pero dos terroristas salieron de las casas y nos dispararon”. Shimon dice que pudo escapar con las tres niñas.
No sabía dónde vivía su hija, pero se dirigió al lugar que ella le había indicado. Entonces la encontró. Puso a Neta en la parte trasera de su auto y, junto con Santiago, que también había recibido un disparo en la pierna, se dirigieron al hospital más cercano.
Un reencuentro de padre e hija en medio de uno de los peores ataques que ha sufrido Israel. Ahora, en la habitación, Shimon mira a su hija, en bata de hospital. “Mi hermosa hija. La he recuperado”.
Pero su alivio se ve desbordado por la rabia y la tristeza. “Es una niña de paz. Sólo cree en la paz y no entiende por qué mataron a niños pequeños, por qué quemaron a niños pequeños en el kibutz”.
Con Neta visiblemente cansada y su enfermera yendo a buscar más analgésicos, le pregunto cómo cree que el gobierno israelí debería responder a la masacre de su comunidad y a las demás atrocidades.
En este punto, su sufrimiento se convierte en profunda ira. “¿Quieres la verdad? No quiero a Hamas nunca más en mi vida. Tenemos que destruirlos uno por uno. Tenemos que ser fuertes”.
Entonces, ¿qué debe hacer exactamente el ejército? “El ejército tiene que estar dentro de Gaza”, dice Neta. “Tienen que matar a un terrorista tras otro. Quiero la paz con todo mi corazón, pero creo que no va a haber paz”.
Toma aire. “Siento decir esto, pero es que yo solo estaba en mi casa. Y me dispararon en mi cama”. Le hago una última pregunta: ¿piensa en los civiles de Gaza que inevitablemente morirán en una operación terrestre tan intensa?
“Todo eso lo digo por los yihadistas y Hamas. Mi país no quiere hacer daño a los civiles. Yo no quiero hacer daño a los civiles. Quiero que se salven. No creo que necesiten morir. Como yo no necesito morir. Son como yo”. “Pero tenemos que luchar”.
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