Guerra en Medio Oriente: las nuevas divisiones globales que surgen del conflicto y otras que se profundizan
El firme apoyo de Washington a Israel contra Hamas contrasta con los esfuerzos rusos y chinos por alinearse con la lucha palestina
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BRUSELAS.- Mientras el presidente Joe Biden aterrizaba en Tel Aviv para dar muestra del inclaudicable apoyo de Estados Unidos a Israel en medio de la guerra con Hamas, el presidente Vladimir Putin ya estaba en Pekín para encontrarse con Xi Jinping, máximo líder de China, para dar muestras de la amistad “sin límites” que los une.
El contraste de esos dos viajes revela hasta qué punto la invasión rusa a Ucrania ha redibujado el escenario geopolítico global, y hasta qué punto ese nuevo escenario queda expuesto en la guerra entre Israel y Hamas, que controla la Franja de Gaza.
Rusia, China e Irán ya conformaban un nuevo eje respecto de Ucrania, que se ocuparon de desplegar tanto en lo diplomático y económico como en lo estratégico y hasta lo ideológico. Para su guerra en Ucrania, Rusia depende de las armas de Irán y del apoyo diplomático de Pekín. Hasta hace poco, el gobierno de Teherán estaba totalmente aislado, y ahora festeja haber encontrado nuevos socios comerciales y alguna fuente de legitimación internacional. Y China, cuya economía flaquea, se ha ahorrado decenas de miles de millones de dólares, importando volúmenes récord de petróleo de países sancionados por Occidente, como Rusia e Irán.
Juntos, los tres países han encontrado una causa ideológica en común: acusar y desafiar a Estados Unidos en pos de reformar el orden internacional existente, dominado por Occidente desde la Segunda Guerra Mundial.
De paso, no se guardan nada y vomitan el resentimiento acumulado por la forma en que se manejaron las cosas en el pasado. Sin embargo, ambos bandos ven hipocresía del otro lado, y el resto de los países se sienten cada vez más obligados a tomar partido.
Tomar una posición
La guerra entre Israel y Hamas puso de relieve las crecientes diferencias entre Occidente, por un lado, y Rusia y China, por el otro. Y esas diferencias no solo se refieren a quién es el culpable de la escalada de violencia, sino que también responde a puntos de vista contrapuestos sobre las reglas de manejo de las relaciones globales, y quién tiene derecho a definirlas...
“Este es otro conflicto que impulsa la polarización entre las democracias occidentales y el campo autoritario de Rusia, China e Irán”, apunta el analista alemán Ulrich Speck. “Este es otro momento de clarificación geopolítica, como en Ucrania, donde los países tienen que tomar posición”.
Con el apoyo de China, Rusia ha presentado su invasión de Ucrania como una defensa de la esfera tradicional de predominio cultural y político de Moscú contra la subversión de valores de Occidente. Por su parte, Estados Unidos y Ucrania han presentado la invasión de Rusia como un agresivo intento recolonizador del Kremlin, que viola las normas y la soberanía internacionales.
Y si hablamos de Medio Oriente, en ninguna otra región se hace más evidente la naturaleza contrapuesta de esas dos visiones.
Rusia y China se han negado a condenar a Hamas. Muy por el contrario, han criticado el trato de Israel hacia los palestinos. También han reclamado una mediación internacional y un alto el fuego antes de que Israel se considere plenamente en pie de guerra.
Se cree que después del horror del martes por la noche, cuando al parecer murieron cientos de palestinos que buscaban refugio de los bombardeos israelíes en el hospital de Gaza, Rusia y China intensifiquen sus reclamos de una resolución de la ONU y un inmediato alto el fuego. Según RIA Novosti, la agencia estatal de noticias rusa, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei V. Lavrov, calificó la explosión como un “crimen” y un “acto de deshumanización”, y aseguró que Israel tendría que suministrar imágenes satelitales para demostrar que no estaba detrás el ataque.
Aunque Israel niega su responsabilidad por la explosión, la feroz reacción de los palestinos y los árabes en general convierten el viaje de Biden en una situación todavía más incómoda.
Los planes de Biden para reunirse con líderes israelíes y árabes, incluido Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), fracasaron, y después de lo ocurrido le resultará más difícil actuar como un intermediario ecuánime.
Ambiciones
Para Putin, la guerra en Medio Oriente es otra oportunidad para regodearse y culpar a Washington del conflicto. “Seguramente muchos coincidirán conmigo en que este es otro claro ejemplo del fracaso de la política de Estados Unidos en Medio Oriente”, que ignora, dijo Putin, los intereses palestinos.
La ambición de China por extender su influencia en Medio Oriente ya había quedado demostrada con el sorpresivo acercamiento entre Irán y Arabia Saudita que negoció hace unos meses: Pekín busca mostrarse como un intermediario ecuánime, en contraposición con Washington.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, dijo que las acciones de Israel ya han excedido la autodefensa para convertirse en un castigo colectivo contra los palestinos de Gaza.
Para la mirada de Washington, Rusia y China se ponen del lado de un pueblo palestino que busca la liberación y la autodeterminación, pero ellos mismos les niegan esa misma posibilidad a los ucranianos, los tibetanos, los uigures y hasta los taiwaneses.
Pero al resistirse a culpar a Hamas y al asociarse con la causa palestina, Rusia y China también están apelando a un sentimiento muy amplio y extendido en el llamado “Sur Global”, y también en gran parte de Europa. Para esos pueblos, el colonialista es Israel con su ocupación de Cisjordania, su estímulo a los colonos judíos en tierras palestinas y su política de aislar a los 2,3 millones de habitantes de la Franja, que incluso en tiempos normales están sometidos a una fuerte restricción de sus libertades individuales.
El Sur Global, término que engloba a las naciones emergentes, es un área de vital importancia para la nueva competencia entre Occidente y la alternativa chino-rusa, señala Hanna Notte, directora del programa de Eurasia del Centro James Martin de Estudios de No Proliferación.
Desde el punto de vista de muchos habitantes del Sur Global, apunta Notte, “Estados Unidos lucha contra Rusia, el ocupante de Ucrania, pero cuando se trata de Israel, se pone del lado del ocupante, y Rusia lo aprovecha”.
Rusia también saca provecho de apelar a la opinión pública árabe en general en países como Egipto, Jordania y aquellos del Golfo que no quieren ni a Hamas ni a los Hermanos Musulmanes, países que tienen relaciones más o menos decentes con Washington e Israel, y que no están demasiado dispuestos a recibir una oleada de refugiados palestinos provenientes de Gaza.
Dilemas
Tal vez esos gobiernos árabes aliados de Occidente no hayan hecho nada mientras Israel bombardeaba Gaza, pero después de la explosión del hospital y de la furia de su propio pueblo, mantenerse al margen podría costarles mucho más caro a nivel interno. Pero al mismo tiempo también celebran que Estados Unidos se reinserte otra vez con fuerza en la región, y con un poderío militar que apuesta por la estabilidad.
Rusia siempre tuvo resentimiento por el predominio de Washington en Oriente Medio, y vería con buenos ojos que la guerra contra Hamas demora o incluso destruye el esfuerzo del presidente Biden por consolidar las relaciones con Arabia Saudita, incluido un posible tratado de defensa mutua, a cambio de la normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel, señala Notte.
“Con su apoyo a los acuerdos entre Israel y los Estados del Golfo, Estados Unidos dejó afuera a Rusia, y a Rusia no le gusta que la dejen afuera”, apunta Notte. “Si la normalización de esas relaciones se descarrila, para Moscú sería otro beneficio colateral de esta guerra”.
Ya aliada con Siria y con mucha influencia en Libia, en los últimos años Rusia también se ha acercado a Irán, sobre todo porque su guerra en Ucrania está estancada y Moscú necesita armas, misiles y drones iraníes.
Pero los intereses de Irán y Rusia en la región no son los mismos. Rusia tampoco quiere que la guerra en Gaza se extienda a la región, porque eso inevitablemente dañaría, o incluso hundiría, al Líbano y a Siria, donde Moscú tiene bases militares que son importantes para la proyección internacional de su poder.
Por su lado, “Irán tiene su propio proyecto hegemónico en la región”, dice Speck, una búsqueda de predominio que no necesariamente se ajusta a los intereses de Rusia o de China.
“Estoy convencido de que Irán no quiere una guerra en este momento”, dice Ori Goldberg, experto en temas iraníes de la Universidad Reichman.
“A Irán le gustan los engaños, la guerra de guerrillas y las fuerzas delegadas, pero no así las guerras”, dice Reichman. “Están dispuestos a apoyar a los combatientes árabes, pero no tienen ninguna gana de salir a pelear ellos mismos”.
Por Steven Erlanger
Traducción de James Arrambide
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