Guerra en Medio Oriente: el shock de los palestinos de Cisjordania por la ofensiva israelí sobre Gaza
Desde Ramallah, están pendientes de las trágicas noticias que llegan desde el enclave costero por la operación israelí contra el grupo terrorista Hamas
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RAMALLAH.- Desde el sábado 7 de octubre, el 11-S de Israel, es imposible entrar a la Franja de Gaza. Desde que ese día militantes del grupo terrorista Hamas irrumpieron sorpresivamente en el sur de Israel y perpetraron la peor masacre de su historia -con un balance que se elevó a unos 1200 muertos- allí se desató un infierno.
Con la denominada operación “Espadas de hierro”, en represalia de esa humillante puñalada al corazón del Estadio judío infligida por Hamas, comenzaron bombardeos masivos que, según cifras del ministerio de Salud palestino, provocaron 1053 muertos y 5184 heridos y una pavorosa destrucción en Gaza. Allí, desde este miércoles, a las 14 (hora local), dejó de funcionar la única central eléctrica por falta de combustible.
“Nuestros corazones están sangrando por las atrocidades que estamos viendo”, dice Shawan Jabareen, director de Al-Haq, reconocido organismo palestino formado por un grupo de abogados que desde 1979 defiende los derechos humanos.
Jabareen está pendiente de las trágicas noticias que llegan desde Gaza, enclave en la que viven muchísimos familiares, parientes, amigos y conocidos. E intenta monitorear el apocalipsis a la distancia, desde su oficina de Ramallah, ciudad de los territorios palestinos que funciona de facto como capital del inexistente Estado de Palestina.
Aquí sí es posible llegar para los periodistas. Desde Jerusalén -a sólo 17 kilómetros- hay que atravesar una parte de ese muro de bloques de cemento, barreras eléctricas, alambres de púas y demás materiales construidos por Israel a partir de 2002 para defender a sus asentamientos de ataques suicidas palestinos.
Se trata de un muro considerado “del apartheid” o “de la vergüenza” por muchos organismos internacionales, marcado por graffitis con el rostro del líder palestino Yasser Arafat, que pocos recuerdan que ganó junto al expresidente israelí Shimon Peres, en 1994, el premio Nobel de la Paz por la firma de los Acuerdos de Oslo de 1993, sepultados ya desde hace años y que parecen prehistoria.
Antes de cruzar al otro lado, un cartel rojo escrito en hebreo, árabe e inglés advierte que se está ingresando a un área palestina, prohibida para los israelíes. Se huele olor a quemado -resabio de quema de neumáticos, de basura o de tiros-. Hay que cerrar las ventanillas porque al aire está impregnando, además, de restos de gases lacrimógenos disparados evidentemente por los soldados israelíes: pican los ojos.
En ruta hacia Ramallah, territorios palestinos 🇵🇸 pic.twitter.com/bFYWeBdPt5
— Elisabetta Piqué (@bettapique) October 11, 2023
Desde el sábado 7 de octubre, que marcó un antes y un después en este rincón del planeta desde siempre en disputa, aquí también la tensión se elevó a niveles que no se veían desde hace tiempo. Según datos de las autoridades locales, desde el sábado hubo por lo menos 23 muertos y 130 heridos en enfrentamientos entre palestinos e israelíes en Cisjordania, territorio bajo control israelí, desde el cual Israel no deja entrar ni salir a nadie que no sea residente, donde todo luce también semi-paralizado. Muchos palestinos que tienen permisos especiales para ello no pueden ir a trabajar a Israel. Y reina un clima de luto, de shock, por lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza.
“No hay una calle sin destrucción y muertos, no hay un barrio sin destrucción y muertos. La gente dice que nunca hubo algo así, que nunca vieron algo así en su vida, pese a que vivieron por lo menos cinco guerras en Gaza”, denuncia Jabareen.
“Pero esta es la primera vez que los ataques no son selectivos, no apuntan a Hamas, ¡sino que el blanco son intencionalmente los civiles! ¡Civiles! Están bombardeando a nuestro pueblo con centenares de toneladas de bombas sin ningún tipo de selección. Y, analizando las declaraciones del ministro de Defensa, que dijo claramente que iban a dejar a nuestra gente sin agua, luz, comida y combustible, y las del primer ministro, [Benjamin] Netanyahu, que dijo que iba reducir Gaza a escombros, estamos llegando a la conclusión de que existen elementos de intento de genocidio, en medio del silencio y de la indiferencia de la comunidad internacional”, acusa.
Este abogado de 63 años recuerda, además, que atacar a población civil y dejarla sin agua, luz, comida, es un crimen de guerra. “Se usan métodos ilegales, que violan las leyes internacionales humanitarias. Ya hay más de 230.000 civiles sin hogar, viviendo en escuelas de la organización de Naciones Unidas para los Refugiados”, agrega.
En la oficina de Al-Haq -organismo que hace un año y medio, cuando elevó el caso de la violación de derechos humanos por parte de Israel a la Corte Penal Internacional de La Haya, fue declarado por Israel una “organización terrorista”- también reina la consternación.
Mohammad Abu Rhama, el hombre que intentaba documentar en el terreno para Al-Haq los bombardeos indiscriminados contra civiles, está entre los miles de palestinos que perdió su casa. El lunes estaba recorriendo el mercado Al-Ternis del campo de refugiados de Jabalya, después de un bombardeo en el que hubo por lo menos 40 muertos, cuando recibió un llamado de su mujer, en pánico.
Uno de los vecinos había recibido un llamado de la inteligencia israelí, que informaba a los residentes que debían evacuar porque iban a bombardear, así que volvió corriendo a su casa. “Vivo en un barrio muy poblado, en un edificio de siete pisos con 28 departamentos, y minutos después de llegar otro vecino recibió el mismo llamado. Se desató el terror total, saqué a mi familia, en estado de pánico, afuera, en medio de los gritos de todos los vecinos y fuimos testigos en vivo y en directo del bombardeo”, relató en una llamada telefónica.
Minutos después de una explosión monstruosa, humo, polvo, gritos, todo el barrio quedó arrasado. “Mi mujer y los chicos ahora están en la casa de mis suegros, yo estoy en lo de mi hermano, no tuvimos tiempo de llevarnos nada y mis chicos siguen en estado de shock… Lo que nos pasó a nosotros le pasó a miles de palestinos en los últimos días”, agregó, al destacar que pese a eso iba a seguir documentando las “actuales violaciones y crímenes, incluidos las matanzas deliberadas y la destrucción de residencias civiles”.
Pero hay casos peores, como el del embajador palestino en Londres, Hussam Zamlot, que perdió a seis miembros de su familia. “Hay 22 familias que no existen más, que murieron en los bombardeos y el número seguirá creciendo. Ayer, por ejemplo, advirtieron a la gente de Gaza que tenía que irse de sus casas hacia la frontera de Rafah, con Egipto, y los israelíes bombardearon Rafah, están castigando a la población civil”, acusa una fuente de la autoridad palestina, que culpa a la política de Netanyahu de construcción de asentamientos en Cisjordania -desde los acuerdos de Oslo se cuatriplicaron- por la erupción de violencia.
“El liderazgo palestino le viene pidiendo desde hace años a la comunidad internacional que intervenga porque la situación de opresión y apartheid que los palestinos estamos viviendo es cada vez más intolerable, pero nadie nos escuchó. Y ahora el mundo le dio luz verde a Israel para que siga sus políticas ilegales, que violan el derecho internacional humanitario, con total impunidad”, acusa.
Cuando le preguntamos a Jabareen qué piensa de las imágenes de barbarie que se han visto, el secuestro de mujeres, chicos, bebés, contesta que para su organización “la prioridad siempre es la protección de los civiles, de cualquier lado que sea, no somos selectivos”. Y destaca que hay que ver el contexto, hay que ir a las raíces de la erupción de la violencia, que tiene que ver con que los derechos de los palestinos siempre “fueron pisoteados por Israel”.
“La solución es política”
“No defiendo a Hamas o a la Jihad Islámica, pero los palestinos tienen el derecho a resistir la ocupación y si se cometieron crímenes, de uno y otro lado, pedimos que venga una comisión investigadora internacional independiente a verificarlos, pero Israel lo rechaza”, dice.
“El problema no comenzó el sábado pasado, sino que lo que pasó ese día es el resultado de la opresión de los últimos 75 años. Los israelíes construyeron el odio actual, ignorando totalmente los derechos de los palestinos y masacrando nuestro pueblo. Solo este año hubo 250 muertos palestinos, antes del sábado, en medio de la indiferencia de la comunidad internacional”, critica.
“Pero por la fuerza no se arregla nada. No podemos construir el futuro con un elemento como la fuerza: la solución es política. Pero Israel no tiene una agenda de paz”, lamenta.
Nabeel Shatt -exministro de relaciones exteriores de Yasser Arafat, de 85 años-, como todos los habitantes de Ramallah, tampoco esconde su alarma. Tiene la televisión prendida y está pendiente del teléfono. Toda su familia, que es muy grande, se encuentra en Gaza.
“Es terrorífico lo que está pasando, no se sabe qué le va a pasar a nuestra gente, no se sabe qué pasará mañana”. En su living, con vista a los asentamientos, donde hay un gato negro que duerme apaciblemente sobre un sofá mientras dos perritos olfatean la mochila de los visitantes, salta a la vista sobre una repisa una estatuilla de Nelson Mandela. “Era mi amigo”, comenta Shaat, que fue una de las grandes figuras políticas palestinas en su momento, y ahora luce frágil y se disculpa por recibirnos en pijama.
¿Qué hubiera hecho su jefe, Yasser Arafat, en un momento tan catastrófico? “Arafat no era un mago… Los israelíes siempre tuvieron el respaldo de los norteamericanos y el control de la situación, pero, pese a todo, nosotros en su momento pudimos crear acá una suerte de paz… o por lo menos, pudimos evitar una confrontación directa por un tiempo largo”.
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