Para algunos historiadores el factor más decisivo en la derrota norteamericana fue su incapacidad para asegurar un gobierno estable y eficiente en Vietnam del Sur, que contara con el apoyo y la confianza de la mayoría de la población
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La guerra de Vietnam (1955-1975) fue una de las más sangrientas de la historia reciente, con más de 2,5 millones de muertos. Pero, sobre todo, se recuerda como la mayor derrota de Estados Unidos en un conflicto bélico. La semana pasada se cumplieron 50 años de la partida de las últimas tropas estadounidenses de ese lugar, el 29 de marzo de 1973.
La orden de retirada del entonces presidente Richard Nixon fue decisiva, ya que el débil proceso de paz que la acompañaba allanó el camino para la victoria del ejército norvietnamita dos años después.
Cuando en 1955 estalló la guerra entre el comunista Vietnam del Norte, con Hanoi como capital, y el Vietnam del Sur capitalista dirigido desde Saigón, este último comenzó a recibir apoyo de Estados Unidos en forma de logística, entrenamiento, armas y municiones. En 1965, el país norteamericano envió las primeras tropas y entró de lleno en el conflicto, confiado en que su aplastante superioridad militar le brindaría una victoria rápida.
Equipado con modernos portaaviones, cazas, bombarderos, helicópteros y misiles, se enfrentaba a los rifles, granadas, tanques y artillería antiaérea de las mucho más precarias fuerzas del ejército norvietnamita y el Vietcong.
Estados Unidos llegó a lanzar unos 7,5 millones de toneladas de bombas en Vietnam del Norte, Vietnam del Sur, Laos y Camboya, más que las detonadas en toda la II Guerra Mundial por ambos bandos y la mayor cantidad registrada hasta hoy en un conflicto armado.
A estas se sumaron unas 400.000 toneladas de napalm, 75 millones de litros de agente naranja y otros herbicidas, y cientos de millones de rondas de artillería, según estimaciones. Sin embargo, contra todo pronóstico, los comunistas liderados por Ho Chi Minh -y, tras su muerte en 1969, por su sucesor Ton Duc Thang- se alzaron con la victoria. ¿Cómo pudo suceder esto?
Liderazgo despiadado y determinación
“Pueden matar a diez de mis hombres por cada uno de los suyos que matemos nosotros. Pero, incluso así, ustedes perderán y nosotros ganaremos”. El presagio de Ho Chi Minh se acabaría cumpliendo, si bien él nunca pudo verlo al morir de un fallo cardiaco a los 79 años en plena guerra.
“El liderazgo de Vietnam del Norte era despiadado: estaba dispuesto a ganar a toda costa sin tener en cuenta las consecuencias humanas. Eso tuvo un costo terrible, pero finalmente resultó ser un éxito”, explica a BBC Mundo el historiador Mark Lawrence, profesor de la Universidad de Austin y autor de varios libros sobre la guerra de Vietnam.
Las bajas militares comunistas rozaron el millón, según estimaciones, mientras las estadounidenses apenas superaron las 58.000, junto con unos 300.000 soldados muertos de Vietnam del Sur. También perecieron entre medio millón y dos millones de civiles.
El académico destaca que los comunistas “usaron de forma muy efectiva” la figura del “tío Ho”, el carismático líder nacionalista que había comandado al país en la lucha por su independencia de la colonización francesa, “para mantener la moral y construir un sentido de propósito político”. “El régimen de Vietnam del Norte era una combinación ideal de un liderazgo carismático y una determinación brutal para lograr sus objetivos a toda costa”, resume.
Túneles, trampas y AK-47
El modo en que las fuerzas de Hanoi plantearon la contienda también fue crucial para derrotar a Estados Unidos. El Vietcong -la guerrilla pro Norte que operaba en Vietnam del Sur- “demostró ser más resistente y efectivo de lo que jamás habrían imaginado los estadounidenses”, indica Lawrence.
Conscientes de su inferioridad militar, los comunistas aplicaron tácticas de la guerra de guerrillas: racionaban al máximo sus recursos, evitaban las batallas cuerpo a cuerpo contra el mejor preparado enemigo y, en su lugar, se camuflaban con la población local y lanzaban ataques relámpago, generalmente de noche.
Y jugó a su favor el conocimiento de la densa jungla vietnamita, donde desarrollaron complejos sistemas de túneles y trampas de todo tipo capaces de sembrar el terror y el desconcierto entre los atacantes.
Además, Vietnam del Norte contaba con el apoyo de China y la Unión Soviética, que le aportaron unos US$2000 mil millones en suministros, según estimaciones, que incluyeron 8000 armas antiaéreas, así como tanques, municiones, granadas e incontables rifles AK-47, para muchos el arma más decisiva de la guerra.
La asistencia china y rusa, según Lawrence, “permitió a los norvietnamitas seguir luchando, incluso en períodos en los que sufrían serios reveses en el campo de batalla”. “Nunca se acercó a los niveles de apoyo estadounidense a Vietnam del Sur, pero aun así fue considerable y ayuda a explicar por qué EE. UU. no logró sus objetivos”, agregó.
Un gobierno corrupto y represivo
Para el historiador, sin embargo, el factor más decisivo en la derrota de EE. UU. fue su incapacidad para asegurar un gobierno estable y eficiente en Vietnam del Sur, que contara con el apoyo y la confianza de la mayoría de la población. “Ese fue un fracaso político que ninguna cantidad de fuerza militar iba a poder compensar”, asegura.
El ejecutivo de Ngo Dinh Diem, presidente de Vietnam del Sur desde 1955 hasta su asesinato en un golpe de estado en 1963, se caracterizó por la corrupción generalizada y la represión, en especial contra los practicantes de la fe budista -él era católico- mayoritaria en el país.
En los años posteriores, los sucesivos gobiernos tampoco lograron ganarse a los survietnamitas, en su mayoría campesinos simpatizantes del Vietcong que les prometía tierras y prosperidad.
Y, pese a que Estados Unidos aportó ayuda y financió algunas infraestructuras, el sentimiento generalizado entre la población fue de rechazo al percibirlo como una fuerza neocolonial asociada a los gobiernos corruptos de Saigón y perpetradora de brutales masacres que fueron saliendo a la luz en el transcurso de la guerra.
Esto dio una importante ventaja al Vietcong, cuyos guerrilleros contaban con la protección de las familias que los alimentaban y ocultaban en sus casas, tanto en la selva como en las ciudades, haciéndolos prácticamente invisibles para el ejército estadounidense.
El rechazo en EE. UU.
La impotencia de combatir en este entorno hostil extendió la paranoia entre las fuerzas estadounidenses, que cometieron graves atrocidades contra la población vietnamita. Masacres como la de My Lai en 1968, en la que soldados mataron a entre 350 y 500 civiles, incluidas mujeres y niñas a las que previamente violaron, comenzaron a filtrarse -y a horrorizar- a la opinión pública en Estados Unidos.
Es importante remarcar que Vietnam fue la primera guerra importante televisada y documentada a través de los medios. Imágenes brutales, como las de My Lai o de niños abrasados por el napalm en otras partes de Vietnam, conmocionaron a los estadounidenses y desmontaron gradualmente el argumento oficial de que se estaba librando una guerra por la democracia y contra un enemigo carente de moral.
Llegaron además las primeras revelaciones sobre el programa Phoenix, creado por la CIA para identificar y destruir al Vietcong mediante asesinatos y torturas, entre otros métodos ilícitos.
Y en 1971 una asociación de veteranos de la guerra de Vietnam presentó en Detroit un informe para demostrar que las masacres no eran hechos aislados sino el resultado habitual y predecible de la política de Washington.
El cada vez más elevado número de muertos y heridos estadounidenses, así como de jóvenes que regresaban de la contienda con graves traumas psicológicos, también tuvo un profundo impacto en la sociedad del país norteamericano, que cada vez en mayor medida consideraba innecesario el sacrificio.
Así, se desataron fuertes protestas que organizaron o a las que se adhirieron muy diversos sectores de la sociedad, desde estudiantes y trabajadores hasta activistas por los derechos humanos, organizaciones de derechos civiles, ecologistas e incluso veteranos del conflicto.
El final
A la presión ciudadana se sumó el enorme coste de la guerra, estimado en US$120.000 millones entre 1965 y 1973, una enorme carga para las finanzas estadounidenses que limitaba las inversiones en ámbitos más productivos para el país. “La controversia interna en Estados Unidos dejó patente que los líderes políticos de 1968 debían encontrar la manera de sacar a ese país de la guerra”, afirma Lawrence.
“Políticamente, no era factible seguir combatiendo de forma indefinida, por lo que el movimiento contra la guerra llevó a los líderes estadounidenses a cambiar sus planes y buscar una solución”, asegura, si bien cree que este factor fue secundario para la derrota del país norteamericano en el campo de batalla en comparación con los antes mencionados, como la determinación de los norvietnamitas o las carencias políticas en el Sur.
En enero de 1973 Estados Unidos reconoció finalmente que no podía ganar la guerra y firmó con Vietnam del Norte los Acuerdos de Paz de París, que contemplaban la soberanía de Vietnam del Sur. Sin embargo, poco después las hostilidades entre ambos bandos se reanudaron y, ya sin la presencia de tropas estadounidenses, el Vietcong derrocó al débil gobierno de Saigón y unió al país bajo la bandera roja con estrella amarilla y el régimen de partido único que perduran hasta hoy.
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