¿Guerra de espías? El misterio de la joven “suicida” enterrada en una tumba sin nombre
Hace 26 años, una mujer identificada como Jennifer Fairgate fue hallada sin vida en una habitación del hotel Plaza de Oslo; las dudas sobre sus últimas horas y la sombra del espionaje
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El 31 de mayo de 1995, una mujer se registró en el lujoso hotel Plaza de Oslo, en Noruega. Tres días más tarde, un empleado escuchó un disparo dentro de la habitación. Alarmado, abrió la puerta y encontró a la mujer tendida en la cama con un arma en la mano y un orificio de bala en la cabeza.
Las primeras conjeturas llevaron a los investigadores a pensar en la hipótesis de un suicidio planificado. Los empleados del hotel que fueron interrogados afirmaron que la mujer había pasado la mayor parte del tiempo encerrada sola en su habitación, e interpretaron que esa circunstancia significaba que se estaba preparando para el final. Pero cuando comenzaron a indagar en las extrañas evidencias, el incidente se transformó en un caso desconcertante.
El rastro inicial dejó perplejos a los inspectores de la policía porque la mujer se había registrado en el hotel con un nombre falso: Jennifer Fairgate. Además, había un segundo nombre en la tarjeta de ingreso al hotel, Lois, pero ningún empleado recordaba haber visto a un hombre acompañándola.
Fairgate también había mentido en el resto de los datos del registro: su dirección, su número de teléfono y su fecha de nacimiento eran falsos.
En la habitación 2805, que estaba cerrada desde el interior, los investigadores no encontraron ningún documento de identidad, licencia de conducir, pasaporte, tarjeta de crédito o llaves de una casa. Tampoco hallaron objetos de aseo cotidianos como cepillo de dientes, peine, maquillaje, o algún elemento de tocador. Y toda la ropa que se encontraba allí eran prendas para cubrirse como abrigos, gabardinas y suéteres, pero ninguna vestimenta para la parte inferior del cuerpo como pantalones y polleras. Además, las etiquetas de toda la indumentaria habían sido removidas.
Los inspectores encontraron solo las huellas digitales de Fairgate en la habitación. Las enviaron a la Interpol para analizarlas y compararlas con una extensa base de datos, pero esta pesquisa no arrojó ningún resultado positivo. De esta manera, la mujer continuaba siendo una perfecta desconocida y las autoridades no pudieron ubicar a una familia para notificarla sobre su muerte.
Mientras tanto, el estudio de rastros de pólvora en las manos de Fairgate dio negativo. Este nuevo indicio llevó a los investigadores a concluir que la escena, inicialmente catalogada como un suicidio, era un poco más compleja.
Una hipótesis alarmante
Los inspectores de la policía comenzaron a contemplar la posibilidad de que la mujer fuera una espía de alguna agencia secreta que fue asesinada por un enemigo que la había descubierto. Pero esta conjetura fue descartada por falta de pruebas.
Las autoridades, luego de 13 meses de una infructuosa investigación y de seguir pistas que los conducían hacia la nada, decidieron rendirse y archivar el caso. El 26 de junio de 1996, un poco más de un año después de su muerte, Fairgate fue enterrada en una tumba anónima en el cementerio Vestre Gravlund de Oslo.
Y aunque todo indicaba que con la sepultura de Fairgate el caso sería olvidado, el periodista noruego Lars Christian Wegner, del periódico VG, comenzó una nueva investigación que revitalizó la enigmática historia de la mujer encontrada con un disparo en la cabeza en la habitación 2805 del hotel Plaza de Oslo.
Un nuevo comienzo
Desde 1996 hasta la fecha, Wagner continuó con el estudio del caso y aportó muchos datos relevantes para intentar llegar a la verdad sobre los hechos ocurridos en la misteriosa muerte de Fairgate.
Como primer paso, el periodista se contactó con el exjefe de inteligencia de Noruega, Oal Kaldager, para indagar sobre la posibilidad de que la mujer fuera una espía o una asesina a sueldo.
En ese sentido, Kaldager aseguró que sería normal que si Fairgate trabajaba para una agencia secreta, esta notificara a sus familiares sobre la muerte de la mujer y les ofreciera una compensación a cambio de no hablar en absoluto sobre lo ocurrido.
Además, Wagner pidió a las autoridades la exhumación del cuerpo de Fairgate para poder realizar un perfil completo de ADN, ya que no existía en la década del 90. La conclusión del estudio arrojó que la mujer era de ascendencia europea.
Este dato podría haber pasado desapercibido, pero al revisar los informes policiales, el periodista noruego descubrió que uno de los empleados del hotel había asegurado que Fairgate hablaba alemán con acento de Alemania Oriental.
Otro dato que reveló el análisis de ADN fue la edad de Fairgate. Según el registro del hotel, la mujer indicó que tenía 21 años, pero los médicos forenses informaron que era mayor y que tenía alrededor de 30 años al momento de su muerte.
Otros detalles perturbadores
Según la investigación policial, dos tiros se dispararon en la habitación 2805. El primero atravesó la almohada, el colchón y el armazón de la cama, y se detuvo contra el piso de concreto. La segunda bala acabó con la vida de Fairgate: entró por la frente y salió por la nuca.
Cuando la mujer fue encontrada muerta, todavía sostenía el arma en su mano derecha pero su agarre estaba invertido. Esto significa que usó el pulgar para apretar el gatillo mientras los otros dedos estaban entrelazados alrededor de la parte posterior de la empuñadura. Y la mano que sostenía el arma, descansaba insólitamente sobre su pecho.
La trayectoria de la bala indicó que el disparo se realizó cuando la mujer yacía boca arriba en la cama. El informe de la escena del crimen aseguró que la almohada estaba salpicada con la sangre de la víctima pero en la parte inferior había marcas de hollín. Esto indicó que la almohada debió haber sido girada después del primer disparo.
La autopsia reveló que de forma “sorprendente”, no había signos de manchas de sangre en las manos. “Hubo varias salpicaduras de sangre en toda la habitación y la víctima todavía tenía el pulgar en el gatillo y los dedos alrededor de la culata. Resulta extraño que no haya rastros de sangre en sus manos”, dijo Torleiv Ole Rognum, profesor de medicina forense.
Rognum agregó: “El arma utilizada, una pistola Browning de 9 milímetros, tiene un potente retroceso que hace que algunas víctimas de suicidio presenten también raspaduras o marcas en los dedos por ese retroceso. En este caso, no se registraron marcas en los dedos”.
En la habitación de Fairgate, los investigadores encontraron otro elemento desconcertante: un maletín de cuero negro que contenía 25 cartuchos de la pistola Browning.
Más misterios
Todas las etiquetas de la ropa fueron removidas salvo por una prenda que aún la conservaba: un blazer gris que colgaba en el armario de la habitación con la marca de la casa de moda alemana René Lezar aún intacta sobre el cuello de la prenda.
Según la investigación, el blazer había sido comprado en Alemania. Pero ese único detalle fue todo lo que pudo averiguar la policía ya que se encontraron con un callejón sin salida.
Otro detalle intrigante de la vestimenta era que en todo su equipaje no había pantalones, polleras, ni ropa interior. Y solo tenía un par de zapatos, los que llevaba puestos.
Los investigadores se preguntaron si Fairgate se había desecho de su ropa antes de morir o si alguien más podría haberse llevado sus pertenencias. La policía registró el hotel para buscar la ropa faltante y las etiquetas, e inspeccionaron los contenedores de basura, pero no encontraron nada.
En su investigación, Wagner entrevistó a Vigdis Valø, responsable de la limpieza de las habitaciones del piso 28 del hotel Plaza. El jueves 1 de junio, el día después del registro de Fairgate, Valø limpió la habitación 2805, que estaba vacía, junto con otra compañera de trabajo.
“La chica que estaba conmigo hizo el baño mientras yo limpiaba la habitación. Terminé un poco antes que ella, y mientras esperaba noté un par de zapatos debajo del estante del equipaje”, contó Valø.
Dos días después, cuando Fairgate fue encontrada sin vida en la misma habitación, llevaba puestos un par de zapatos italianos negros y no había otro calzado en el lugar.
Wagner mostró a Valø la foto de los zapatos negros que llevaba Fairgate al momento de su muerte y la responsable de la limpieza aseguró que no eran los mismos zapatos que había visto en la habitación. “No son los mismos porque a esos zapatos no les habría dado importancia. Los otros eran mucho más finos”, manifestó.
Si la observación de Valø era correcta, Fairgate debería haber tenido otro par de zapatos, hecho que reforzó la idea de que se llevaron elementos de su habitación.
Por otra parte, el único efecto personal que encontraron los inspectores en la habitación del hotel fue una botella de colonia en la mesita de luz junto a la ventana. Pero lo que sorprendió a las autoridades era que se trataba de un aroma de hombre llamado Ungaro Pour L’Homme, descrito como “poderoso y masculino”, aunque ese detalle no es excluyente para que una mujer lo pudiera usar.
Pero, ¿existió otra persona dentro de la habitación? La presencia de Lois es otro acertijo en el extraño caso. Aunque existen algunos pequeños detalles que apuntan a su casi invisible existencia. Primero, la mujer llamó al hotel antes de hospedarse para cambiar la fecha de su llegada y para confirmar que serían dos personas las que ocuparían la habitación. Y en segundo lugar, el empleado del hotel que realizó el check in recordó, un tiempo después, que había visto a un hombre junto a la mujer, quien además, anotó en el registro ambos nombres: Jennifer & Lois Fairgate.
En la actualidad, Wagner sigue adelante con su cruzada personal para intentar descubrir la verdad sobre los hechos ocurridos en la habitación 2805 del hotel Plaza de Oslo. “La investigación original del caso, que concluyó que Jennifer Fairgate probablemente se quitó la vida, sigue siendo válida, pero debemos estar abiertos a la posibilidad de que surja nueva información. Si podemos saber quién fue esta mujer, podría ayudar a resolver el misterio de lo que sucedió dentro de la habitación”, concluyó el periodista noruego.
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