Grieta al rojo vivo: los choques políticos y culturales sobre el conflicto entre israelíes y palestinos se multiplican
De los campus universitarios a la política, los debates y las pasiones se intensificaron desde el asalto terrorista de Hamas del 7 de octubre
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WASHINGTON.- Dos meses después del brutal ataque terrorista de Hamas a Israel, el gobierno de Joe Biden indicó que la guerra en Gaza ingresará en una nueva etapa, con ataques de “baja intensidad”, focalizados, a diferencia de lo que el propio Biden llamó, por primera vez esta semana, “bombardeos indiscriminados”. El giro llega luego de que casi 19.000 civiles palestinos murieron en los ataques israelíes, convirtiendo a Gaza en un “cementerio para miles de niños”, según Unicef. El asalto de Hamas del 7 de octubre, que dejó 1200 víctimas y cientos de rehenes, el día más sangriento para los judíos desde el Holocausto, junto con la represalia israelí han intensificado como nunca las tensiones y la discordia por el histórico conflicto entre israelíes y palestinos, desatando protestas en todo el mundo –y discusiones sobre las protestas– y fuertes brotes de antisemitismo e islamofobia, dejando en el limbo la viabilidad de la llamada “solución de dos estados”.
La última semana ofreció otra dosis de los choques políticos, culturales y narrativos que se han solapado a la par de la guerra en la Franja de Gaza. En Estados Unidos, las protestas persisten, el Congreso amplificó la discusión sobre el antisemitismo en los campus universitarios, forzando la renuncia de la presidente de la Universidad Pensilvania, y las Naciones Unidas ofreció su señal más contundente en contra del conflicto: una abrumadora mayoría de 153 países en la Asamblea General votó a favor de un alto al fuego, contra 120 que lo habían hecho a fines de octubre. Estados Unidos e Israel quedaron más aislados, al votar en contra junto con otras ocho naciones, a diferencia de 12 de la votación anterior. Ese mismo día, Biden ofreció su crítica más nítida a la estrategia de Israel en la guerra, una aparente corrección de rumbo mientras la Casa Blanca navega aguas turbulentas.
“La seguridad de Israel puede depender de Estados Unidos, pero en este momento tiene más que Estados Unidos. Tiene a la Unión Europea, tiene a Europa, tiene a la mayor parte del mundo apoyándolo”, dijo en un evento de campaña.
“Pero están empezando a perder ese apoyo por los bombardeos indiscriminados que ocurren”, agregó.
Dos días después, Biden insistió en el mismo punto al finalizar un discurso cuando un periodista le preguntó si quería que Israel bajara la intensidad de su ofensiva.
“Quiero que se enfoquen en cómo salvar vidas civiles, que no dejen de perseguir a Hamas, pero que tengan más cuidado”, insistió el mandatario.
Recálculo
Ese recálculo de la Casa Blanca –que nunca dejó de brindar su apoyo total a Israel– ocurre en medio de un declive de la popularidad Biden y altas tensiones por la guerra como telón de fondo. Algunas encuestas muestran que la mayoría el país rechaza el manejo de Biden del conflicto.
Un sondeo de CBS y YouGov reveló un aumento de la desaprobación al papel de Biden en la guerra, del 56% en octubre al 61% a principios de diciembre. Michigan, un estado péndulo crítico en las elecciones presidenciales, que Biden ganó en 2020, y tiene el mayor porcentaje de árabes del país, mostró algunas de las demostraciones más feroces a favor de los palestinos. El rechazo al rol de Biden en la guerra es más alto entre los jóvenes, y, en particular, entre los jóvenes demócratas, sobre todo quienes se ubican más a la izquierda, según el Centro de Investigaciones Pew. Otro dato relevante: la vasta mayoría de los norteamericanos, un 65%, cree que Hamas carga con “mucha” responsabilidad por la guerra, pero la respuesta israelí divide al país, y los más jóvenes son más propensos que los más viejos a decir que Israel está yendo demasiado lejos.
Esas posturas ayudan a entender la intensidad de las protestas pro-palestinas en los campus universitarios, y la fuerte discordia y los altos debates y discusiones políticas y culturales que provocaron, y que llegaron incluso hasta el Capitolio. La Liga Antidifamación (ADL, según sus siglas en inglés), la principal organización en el mundo contra el antisemitismo, relevó 400 incidentes en universidades en los últimos dos meses entre más de 2000 incidentes en todo el país.
“La tapa de las alcantarillas está abierta y las comunidades judías de todo el país están siendo inundadas de odio”, dijo Jonathan Greenblatt, CEO de la ADL.
De la misma manera, el Consejo de Relaciones Islámicas-Americanas, abocada al combate de la islamofobia, recibió 2171 quejas de incidentes parciales o pedidos de ayuda en el mismo período en medio de lo que llamó “una ola continua de protestas antimusulmanas y odio antipalestino”.
Antisemitismo
El punto cúlmine de la discusión por el antisemitismo en los campus fue la audiencia en el Congreso en la que se cuestionó a las presidentes de tres universidades de elite, Harvard, MIT y Pensilvania. La cita terminó con la carrera de la presidente de la Universidad Pensilvana, Liz Magill, forzada a renunciar, acorralada por una enorme presión política luego de ser el blanco de un amplio repudio porque respondió mal una pregunta. “Llamar al genocidio de los judíos, ¿constituye eso intimidación o acoso?”, preguntó la congresista republicana, Elise Stefanik. “Puede ser acoso”, contestó Magill luego de un tenso intercambio.
Detrás de ese cruce aparece un debate sobre los límites de la libertad de expresión y el discurso de odio. Bajo la lupa aparecen los cantos que llaman a una “intifada”, que significa “rebelión” o “levantamiento”, u otra frase popularizada en las marchas: “Desde el río al mar, Palestina será libre”. Para la ADL, judíos e israelíes esos eslóganes son un llamado a la violencia indiscriminada contra Israel, y potencialmente contra judíos, o a la destrucción de Israel. Pero Rashida Tlaib, congresista demócrata de Michigan, palestina, quien fue censurada por la Cámara de Representantes por sus declaraciones sobre el conflicto, ha dicho que el canto es solo “un llamado aspiracional a la libertad, los derechos humanos y la coexistencia pacífica”, y no a la muerte, la destrucción o el odio.
Otro debate: si en Gaza ocurre o no un genocidio. Quienes abogan por los palestinos, no tienen dudas. “El genocida Joe se tiene que ir”, decía una pancarta en la masiva marcha pro-palestina en Washington a principios de noviembre. Allí hubo críticas a los bombardeos y las políticas de Israel y de Netanyahu, acusado de ordenar un genocidio y ser un criminal de guerra. John Kirby, avezado vocero del Consejo de Seguridad nacional de la Casa Blanca, y el funcionario encargado de defender la política de Biden día a día en las conferencias de prensa de Casa Blanca, rechazo apasionadamente la etiqueta cuando le preguntaron por el apodo “Genocida Joe”.
“Dije esto el otro día: una vez más, la gente puede decir lo que quiera, y eso lo respetamos. De eso se trata la primera enmienda. Pero esta palabra “genocidio” está siendo usada de manera bastante inapropiada por muchas personas diferentes. Lo que Hamas quiere, no nos equivoquemos, es genocidio”, arrancó, y luego siguió: “Sí, hay demasiadas víctimas civiles en Gaza. Sí, las cifras son demasiado altas. Sí, demasiadas familias están de luto. Y sí, seguimos instando a los israelíes a que sean lo más cuidadosos y cautelosos posible. Eso no va a parar, desde el presidente hasta abajo. Pero Israel no está intentando borrar al pueblo palestino del mapa. Israel no está intentando borrar a Gaza del mapa”, cerró.
Al cierre de la semana, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden, viajó a Israel y a Cisjordania. “Habrá una transición a otra fase de esta guerra, una que se centrará de manera más precisa en atacar a los líderes y en operaciones impulsadas por inteligencia que continúen lidiando con la amenaza actual que plantea Hamás”, adelantó en una conferencia de prensa en Tel Aviv. Sullivan le bajó además el tono a las confrontaciones con el gobierno de Netanyahu ante disidencias cada vez más visibles sobre el futuro del conflicto y Gaza.
“No estamos aquí para decirle a nadie que debes hacer X, sino que debes hacer Y –afirmó–. Estamos aquí para decir: ‘Ésta es nuestra perspectiva como socio tuyo, como amigo’. Ésta es la que creemos que es la mejor manera de lograr sus objetivos tácticos y estratégicos.’”
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