Grecia y Europa se juegan su futuro en el referéndum más reñido
Los griegos deberán decidir si aceptan el plan de reforma y ajuste propuesto por Bruselas; el sí lleva una leve ventaja, pero hay un 12% de indecisos
ATENAS.- El futuro de Europa se jugará hoy en Grecia, donde diez millones de electores se pronuncian en un referéndum que representa el desafío más grande que haya enfrentado el euro desde que entró en circulación, en 2002.
Imposible predecir quién ganará entre los partidarios del no, sostenido por el gobierno del primer ministro Alexis Tsipras, y los del sí que, temiendo verse obligados a dejar la moneda única, prefieren aceptar las durísimas condiciones impuestas por los acreedores.
Anoche los institutos de sondeo se negaban a hacer previsiones. Si bien en los últimos días el nai (sí) pareció ganar puntos, las difíciles condiciones y la celeridad con que fue organizado el referéndum han dejado en el camino a casi 12% de indecisos que seguramente definirán la elección.
La última encuesta, divulgada anteayer por el instituto Alco para el diario Ethnos, le acordaba 44,8% de intenciones de voto al sí contra 43,4% al no, con 11,8% de indecisos. Esas cifras mostraban una caída de 13 puntos del no y un ascenso de 15 puntos del sí en una semana.
"No se dejen dominar por el miedo. El no nos permitirá negociar un nuevo acuerdo en mejores condiciones", dijo Tsipras, anteayer, en su última intervención delante de 50.000 personas reunidas en la plaza Syntagma.
Tsipras se movilizó como un león en los últimos días para tratar de galvanizar a los electores irritados con la "mala fe" demostrada por los tres acreedores institucionales "que obligaron a Grecia a declararse en default el martes pasado". Sin nombrarlos específicamente, el primer ministro acusó al ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, al Eurogrupo como institución al servicio del diktat germano y a la ex troika que forman ahora el llamado Grupo de Bruselas: la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En un país totalmente polarizado y sometido a un intenso bombardeo de propaganda, nadie sabe si el gobierno ha logrado ganar esa implacable batalla por el "control de los espíritus".
Tsipras cuenta con el apoyo de la clase media, las víctimas de la política de austeridad impuesta por Bruselas -los jóvenes, los desocupados, los jubilados y la clase media-, pero tiene en contra al establishment político, los medios financieros y empresariales, la burguesía que acumuló depósitos superiores a 80.000 millones de dólares en Suiza y a la mayoría de la prensa escrita, radial y televisada.
La hipotética victoria del sí creará una nueva situación crítica para el país, pues obligará a Tsipras a defender una posición contraria a su plataforma de gobierno o a renunciar para dejar paso a un gobierno de tecnócratas, encargado de negociar una reestructuración de la deuda.
El acuerdo debe producirse antes del 20 de julio, fecha en que expira un nuevo vencimiento de 3500 millones de euros con el BCE. También es necesario que Grecia salde con el FMI el pago pendiente de 1600 millones de dólares que provocó el default el 30 de junio pasado.
Si gana el no, el gobierno regresará a la mesa de negociaciones con una legitimidad reforzada y mayor posición de fuerza, pero esa ventaja jugará en su contra porque la actitud de los acreedores no será más flexible que antes.
Para la Unión Europea (UE), en todo caso, una victoria del no podría tener consecuencias imprevisibles.
Sin embargo, después de cinco meses de duro enfrentamiento con el primer ministro de izquierda radical griego, los socios más intransigentes de la Europa conservadora parecen haber decidido suavizar su posición.
"Los griegos deben escoger entre permanecer en el euro o quedar temporariamente fuera de él", declaró Wolfgang Schäuble. Sorprendente cambio de posición del hombre que hasta ayer aseguraba que votar no significaría obligar a Grecia a dejar la moneda única.
Nadie sabe qué quiso decir el halcón europeo del rigor presupuestario y la austeridad. Pero Schäuble agregó: "Es obvio que no dejaremos al pueblo griego en el pantano".
Su declaración contrastó sensiblemente con la posición de su carismático, pero controvertido, homólogo griego, Yanis Varoufakis, quien acusó a los acreedores de terroristas.
"¿Por qué nos obligaron a cerrar los bancos?", preguntó en una entrevista concedida al periódico español El Mundo. "Para insuflar miedo en la gente. Y provocar el miedo. Eso se llama terrorismo", afirmó.
Para Varoufakis, "lo que quiere Bruselas y la troika es que gane el sí para humillar a los griegos".
Después de las manifestaciones multitudinarias de los últimos días, las mesas de votación abren hoy a las 7 (la 1 en la Argentina) en un país en absoluta calma.
Los griegos podrán votar hasta las 19 local. La respuesta a la gran pregunta llegará unas dos horas después...
Cinco claves sobre el conflicto
El pulso entre Europa y Grecia tiene final abierto
Tipos duros
El primer ministro Alexis Tsipras, elegido en enero para sacar al país de la crisis económica y social en la que lleva sumergido cinco años, conduce junto con su ministro de Economía, Yanis Varoufakis, un tira y afloja con los acreedores (la UE, el Banco Central Europeo y el FMI) para seguir recibiendo asistencia financiera y reestructurar la deuda, sin ceder a las reformas y ahorros que se le exigen
Sorpresa
Cuando aún no concluían las negociaciones, Tsipras sorprendió con la convocatoria al referéndum de hoy, para que sean los votantes quienes decidan sobre las reformas que exigen los acreedores
Recortes
Entre las exigencias de la UE figuran privatizaciones, recortes y la reforma laboral. Pero el centro del enfrentamiento está en la deuda, que Tsipras insiste en que sea recortada
Adiós al euro
Grecia se arriesga a caer en default, y probablemente a quedar fuera del euro, ya que sin apoyo externo no está claro con qué moneda podría hacer funcionar su economía y sostener sus bancos
Dominó
Desde el punto de vista europeo, la salida del euro de Grecia sentaría un mal precedente para que otros países bajo presión se vean tentados de renunciar a la moneda común
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