Grecia deja atrás el rescate, pero la UE no está para festejos
A partir de hoy el país podrá volver a financiarse sin los controles de la UE y del FMI, aunque para muchos economistas puede sufrir nuevas crisis en el futuro próximo
PARÍS.- Después de una crisis que la llevó al borde del Grexit (su salida de la moneda única), Grecia pone punto final hoy a ocho dramáticos años de tutela internacional y recomienza a financiarse en los mercados. La zona euro termina así con la pesadilla de la deuda griega, pero Europa atraviesa una crisis política sin precedente y a pesar de una sensible recuperación económica el bloque sigue siendo vulnerable.
Los jóvenes griegos no recuerdan cómo era antes. Tras casi una década de recesión y tres programas de ayuda, oficialmente Atenas dejará de depender del control de sus acreedores: la zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Después de Portugal, Irlanda, España y Chipre, Grecia era el último país de la eurozona aún sometido a un programa de salvataje desde que comenzó la crisis de 2008.
Los europeos califican púdicamente el acontecimiento de "buena noticia". Pero la realidad está lejos de confirmarlo. Tras años de profundas crisis políticas y sufrimiento de la población, los desafíos son numerosos. No solo para Grecia, sino también para la zona euro.
En tres planes sucesivos (2010, 2012, 2015) Atenas recibió 289.000 millones de euros en préstamos. A cambio, las reformas exigidas por el FMI y las autoridades europeas pusieron al país de rodillas. Si bien el crecimiento regresó en 2017, en ocho años se evaporó un cuarto del PBI y el desempleo viene de descender apenas por debajo del 20%, después de un pico del 27,5% en 2013.
Sin embargo, luego de tantos sacrificios y padecimientos, y de haber obtenido en 2016 y 2017 excedentes presupuestarios de 4% (exceptuando la carga de la deuda) muy por encima de las exigencias de sus acreedores, Grecia no es libre. Atenas debió legislar nuevas reformas para 2019 y 2020, y seguirá bajo vigilancia varios años más.
A cambio de ello, el país obtuvo una reestructuración de su deuda calificada de "sustancial" por Fitch. La agencia de evaluación de riesgo acaba de aumentar la nota de la deuda griega a BB-, tres puntos por debajo de BBB-, que comienza a caracterizar una "buena calidad" de crédito.
Pero tanto los especialistas como el FMI se alarman. "La crisis griega no está resuelta: ha sido simplemente postergada", asegura el economista francés Philippe Dessertine. En efecto, Atenas deberá comenzar a reembolsar a partir de 2032 la mayor parte de su deuda, que alcanza proporciones colosales: cerca del 180% de su PBI. Hasta ese momento, nadie puede decir qué sucederá con el país, tanto en materia política como económica.
Como Dessertine, son muchos los que denuncian el "cinismo" de los dirigentes europeos en la gestión de la crisis: "Grecia volverá a conocer una crisis mucho antes de 2032. Pero todos hacen como si lo ignoraran", señala otro especialista francés, Christian Saint-Etienne.
Un cinismo que, en pleno crecimiento de los partidos populistas en Europa, parece llevar a los dirigentes del bloque a ignorar incluso la frágil situación de otros países socios cuyas deudas públicas son preocupantes.
"Europa aún no resolvió el problema de la deuda pública. No solo es el caso de Grecia, sino también de Italia y Portugal", advierte Anne-Laure Delatte, directora adjunta del Centro de Estudios Prospectivos y de Informaciones Internacionales (Cepii). A esos países se agregan dos pesos pesados europeos: Francia y España. Sus deudas públicas, de 96,5% y 99%, respectivamente, podrían constituir un riesgo para la zona euro.
Al mismo tiempo, la deuda de otros países de la eurozona disminuye, provocando una polarización entre sus 19 miembros.
Esto no es nuevo: hace años que existen los "buenos" y los "malos" alumnos en ese exclusivo club. Los primeros, liderados por Alemania, practican y predican la ortodoxia presupuestaria y el control de gastos. Otros, como Francia, defienden una mayor solidaridad social.
Pero la mayor preocupación de los especialistas se centra en Italia. "Con una deuda que representa el 130% del PBI, serios problemas internos, un sistema bancario que aún conserva cantidad de activos tóxicos y un grupo de dirigentes que aparentemente no sabe qué hará, Italia aparece como una seria amenaza", reconoce Charles Wyplosz, profesor de Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales y Desarrollo de Ginebra.
El problema, según muchos economistas, es que la zona euro carece de instrumentos y de instituciones que podrían hacer frente a una grave crisis de la deuda italiana.
Pero como no hay mal que por bien no venga, la crisis de la deuda dio en su momento a la eurozona la oportunidad de avanzar en el refuerzo de la Unión Bancaria o la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES), encargado desde julio de 2012 de prestar dinero a los países en dificultad.
Una arquitectura que sigue siendo incompleta. Los partidarios de hacerla avanzar, como el presidente francés, Emmanuel Macron, tropiezan con persistentes resistencias.
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