Gran Bretaña en vilo: ventaja inicial del no en Escocia
Una encuesta pronosticó el triunfo de la opción de seguir en el Reino Unido por 54 a 46%; hubo una participación récord
EDIMBURGO.- Para bien o para mal, el riesgo de quedarse dormido era despertar en otro país. Gran Bretaña entera pasaba la madrugada en vela, en una guerra de nervios, pendiente del asfixiante escrutinio del referéndum independentista en Escocia.
Los pubs de la capital escocesa desbordaban de gente hipnotizada frente a las pantallas de televisión, viviendo el suspenso de sus vidas. Pasada la medianoche, el único indicio que tenían de cómo terminaría era una encuesta de la consultora YouGov, que pronosticó ocho puntos de ventaja para el no (54 a 46).
"Estoy 99% seguro de que ha ganado el no", dijo a la BBC el presidente de YouGov, que hace 10 días puso a temblar al Reino Unido cuando publicó el primer sondeo que sugería la posibilidad de un triunfo independentista.
A falta de cifras oficiales, la encuesta cristalizó la sensación de alivio que empezó a filtrar la campaña unionista.
La misma percepción de que se evitaría el abismo que emergía de los mercados financieros en Londres al cierre de las operaciones.
Pero pocos se atrevían a celebrar. El sondeo de YouGov no era un boca de urna, sino que se elaboró a partir de llamadas durante el día a la gente que había entrevistado en la víspera del referéndum. Otros expertos en opinión pública sugerían tener extrema cautela mientras no se develaran cifras oficiales del recuento.
Desde el amanecer, Escocia vivió una atmósfera de excitación sin precedente. Cerca del 90% del padrón electoral asistió a votar, un récord absoluto en cualquier elección que recuerden las islas británicas.
Ejércitos de activistas de las dos campañas salieron en busca de convencer a los últimos indecisos. El fervor independentista tiñó de azul y blanco los barrios de Edimburgo y Glasgow, ciudades que concentran el 20% de la población escocesa y que tendrán un peso vital en el resultado definitivo.
Bajo su lema de campaña "Better Together" ("Mejor juntos"), los partidarios de la unión -con la moderación que implica defender el statu quo- desplegaron militantes en la puerta de todos los centros de votación para alertar del peligro que implicaría destruir 307 años de historia común.
Los focos de todo el mundo apuntaban ayer a Escocia. El resultado del referéndum no sólo marcará el futuro de Gran Bretaña. En gran medida, Europa sintió el vértigo de una conmoción en el caso de que los escoceses desataran una ola independentista de magnitud continental. Desde el nacionalismo catalán hasta los prorrusos del este ucraniano cruzaron los dedos para rogar un triunfo del sí.
El primer ministro británico, David Cameron, siguió en silencio el desarrollo de la votación, en la que se arriesgaba a la ruptura del país. En los últimos días dejó el peso de la campaña del no en manos de sus opositores laboristas. Y entre ellos en el ex premier Gordon Brown, que para muchos analistas políticos podría emerger reforzado como el hombre que salvó la unión si el escrutinio confirmara la tendencia de la encuesta de YouGov.
Isabel II mantuvo el equilibrio durante el día más decisivo de sus 63 años de reinado. Se prevé que al amanecer, con el resultado oficial confirmado, pronuncie un discurso. El gobierno independentista escocés de Alex Salmond prometió mantener a la reina como jefa de Estado en caso de triunfar en el referéndum.
A pesar de la expectativa mundial por la decisión de los escoceses, el particular sistema de escrutinio obligaba a afilar la paciencia. Los votos de las áreas urbanas más pobladas sólo se conocerían al amanecer.
Escocia está dividida en 32 consejos municipales y en cada uno se centraliza el recuento. Primero se suma la cantidad de boletas recibidas y se comprueba que coincida con la cantidad de gente que votó. Después de ese paso empieza el escrutinio. El primer resultado se conoció a la 1.30 (hora local). Un triunfo del no (53,8% a 46,2%) en Clackmannanshire, una de las regiones menos pobladas del país, en la que votaron poco más de 35.000 personas. En Orkney Islands, donde hubo casi 15.000 electores, el no también se impuso, pero por una mayor diferencia: 67,2% a 32,8%.
Salmond y su gente esperaban "con esperanzas" que se conocieran más datos oficiales. "Creemos que la única encuesta verdadera es la que se respondió en las urnas. Tenemos que ser pacientes. Hoy fue un día histórico, una fiesta democrática como nunca se vivió en este país", dijo en el canal STV la "número dos" del gobierno escocés, Nicola Sturgeon. La evidente división de la sociedad auguraba un futuro convulso para Escocia cualquiera sea el desenlace.
En busca de detener el auge nacionalista, Cameron y sus opositores en Westminster prometieron en los últimos días de campaña ceder al Parlamento de Edimburgo más competencias en materia de salud y educación, además de garantizarle un trato preferencial en el reparto del financiamiento público. La sola oferta hizo estallar la rebeldía en amplios sectores del Partido Conservador, que exigen crear un Parlamento inglés, en el que no tengan voz los escoceses. Sería el germen de una dramática crisis constitucional en el Reino Unido.
Por supuesto que la tensión sería aún mayor con un triunfo del sí: en los papeles ese escenario obligaba a abrir una negociación de 18 meses para fijar los términos del divorcio, desde la deuda soberana hasta las armas nucleares.
A medida que avanzaba la madrugada, la ansiedad crecía en las calles de Edimburgo. Miles de manifestantes independentistas se congregaban a las puertas del Parlamento escocés con la ilusión de festejar una revolución pacífica. "Se sirve cerveza hasta las 3 y café hasta el amanecer", decía un cartel pintado en tiza en la puerta del pub Coopers' Gait, a 200 metros de allí. Una amable invitación a aguantar hasta el final la noche más larga que recuerde el Reino Unido.
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